En uno de sus cuentos menores, Chesterton presenta a un personaje, gobernador británico de una innominada colonia musulmana que, en el caso de tener que visitar una mezquita y no querer humillarse ante los nativos entrando descalzo ni ofenderlos innecesariamente entrando calzado, al final se decide por entrar en ella descalzo de un pie y calzado del otro, irritando así a todo el mundo en un caso de equidistancia que demuestra no haber entendido nada de la cuestión.
Nunca pensé, al leerlo como humorada, que iba a asistir a un caso semejante en mis días y en la escena política, pero me enteré hace poco de que, tratando de abrir el callejón sin salida andaluz, el PP ha propuesto a Vox crear mecanismos para que los hombres maltratados también reciban su paguita de la Junta. Como ejemplo de no haber entendido nada de nada es excelente; también como ilustración de que no hay político que no crea, en el fondo de su corazón, de que no hay problema que no se arregle tirando del dinero de todos (que no es de nadie) y, por último, de que ideas y principios firmes no son lo que ha hecho famoso al Partido Popular.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraNaturalmente, Vox es un partido y puede, en cualquier momento, reaccionar como solo un partido, es decir, entrar en las rebajas y el cambalache que se esconde tras el pudoroso nombre de ‘gobernabilidad’. Pero si se mantiene en esto, habrá demostrado que intuye, al menos, que no estamos ante un tema menor, sino en el núcleo mismo de todo lo que va mal en nuestra civilización.
¿Por qué iba a ser tan importante quitar a los socialistas para colocar algo similar? La espantosa ingeniería social aplicada por los del puño y la rosa no dista demasiado de la que aplican los populares en sus feudos
Los patrioteros al uso, los tribalistas coyunturales que confunden la política electoral con una guerra por los despojos y los cínicos que solo creen en el móvil económico están, comprensiblemente, perplejos e irritados con Vox. La prioridad, dicen, es descabalgar del poder en Andalucía, tras 36 años, a los socialistas. En miopía política, esto pasa holgadamente de las veinte dioptrías.
No. En primer lugar, quienes tenían como prioridad quitarse de encima a los socialistas, sin más, han votado PP o, en todo caso, Ciudadanos. Votar a Vox «dividía el voto», ¿recuerdan? Es CIS le daba, con suerte, un escaño. Con los que han votado Vox probablemente buscaban mucho más que un mero cambio de sillas.
En segundo lugar, ¿por qué iba a ser tan importante quitar a los socialistas para colocar algo similar? La espantosa ingeniería social aplicada por los del puño y la rosa no dista demasiado de la que aplican los populares en sus feudos, ni el clientelismo o la corrupción era de naturaleza -sí de volumen, pero eso está en función del tiempo- fundamentalmente distinta a la que en su día vimos en la Valencia de los populares.
Mi intuición es que quienes votaron por Vox no estaban meramente hartos de Susana Díaz, sino de una deriva política de la que ya hemos hablado hasta el hartazgo, en la que la izquierda da las ideas (de bombero) y los partidos de centro y de derecha esperan un plazo de tiempo cada vez más breve en incorporarlas como si fueran dogmas innegables de la modernidad.
Lo que hace urgente hacer pedazos la ley, reducirla a polvo, consignarla al olvido y al vertedero de los disparates criminales es que está enteramente basada, no en la realidad, sino en una teoría de la conspiración ideológica a cuyo lado cualquier chaladura parece sensata
Puedo equivocarme, pero creo que el voto a Vox es el voto contra el patriotismo vergonzante, la ingeniería social, la tiranía de lo políticamente correcto y la impotencia derivada de pasarse años votando a la derecha para que llegue y administre las ideas de la izquierda. Es, si se quiere, una medida desesperada. Pero es que no quedan más.
Y de todas las cosas que van mal, de todas las urgencias sociales, no hay ninguna mayor que la referida al sexo o, si les gusta más, la familia. Una sociedad puede sobrevivir a la pobreza, puede sobrevivir a la represión y a la opresión, al enfrentamiento de las clases o de las razas. Pero, sencillamente, no puede sobrevivir al enfrentamiento entre hombres y mujeres. Al lado de eso, la decisión de nacionalizar la banca o fijar los precios es una nimiedad.
La ley de la que tratan es un despilfarro, el típico negocio tan propio de la política en la que un montón de grupos intermedios se llevan la parte del león del gasto multimillonario y los interesados -en este caso, interesadas- apenas les llega una ínfima parte. La ley permite, casi empuja al fraude, y su eficacia para acabar con el problema es risible.
Pero eso no es importante.
La ley acaba con la igualdad ante la ley, creando grupos privilegiados que gozan un tratamiento jurídico preferente en contra de lo que dicta nuestra Constitución, siglos de creación del Estado de Derecho y milenios del principio de presunción de inocencia, dejando en ruinas un sistema legal que se ha levantado a lo largo de varias eras.
Pero tampoco es eso lo más grave.
Lo crucial, lo que hace urgente hacer pedazos la ley, reducirla a polvo, consignarla al olvido y al vertedero de los disparates criminales es que está enteramente basada, no en la realidad, sino en una teoría de la conspiración ideológica a cuyo lado cualquier chaladura parece sensata, y que tiene por auténtico objetivo y efecto visible, no acabar con la violencia doméstica, sino convertir en enemigos a hombres y mujeres.
No se me ocurre nada más demencial, y por eso cada vez son más las voces femeninas que fulminan contra esta y otras leyes semejantes: porque apenas hay mujeres que no lo sufran en un amigo, un hijo, un padre, un compañero, e incluso un marido. Y porque, a diferencia de otros absurdos legislativos o ideológicos, este va directamente contra la misma célula constitutiva de cualquier sociedad.
Por eso entiendo que la ‘testarudez’ de Vox no cediendo en esto, aunque le cueste el no poder tocar poder y la hostilidad de buena parte de la derecha posibilista, se convertirá en la principal razón de que muchos otros les voten en próximas elecciones. E incluso si no llegara a mucho más, si su único mérito hubiera sido reabrir este debate podrido y dar pie a que muchos puedan decir que la emperatriz feminista está desnuda, ya habría valido sobradamente la pena.