Cruda realidad / Los ‘pornosexuales’, el último fruto de la Revolución Sexual

    El último grito en este loco mercado de Occidente es el sexo virtual o por internet: cada vez gana adeptos en los países anglosajones. Y es que acostumbrados a la asepsia del mundo virtual, enfrentarse a la realidad de otra persona, con sus defectos y sus demandas recíprocas es, en muchos casos, un 'bajón'.

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    El 'pornosexual' considera que prefiere lo prefiere al sexo de carne y hueso.
    El 'pornosexual' considera que prefiere lo prefiere al sexo de carne y hueso.

    La revolución sexual no para para nadie, y uno no puede quedarse quieto examinando la última novedad en su irresistible avance hacia la extinción o se perderá la siguiente fase.

    La zoofilia todavía está muy cruda, por así decir, aunque ya existan burdeles animales en Alemania, quizá porque es dudoso que los animalistas, hoy tan poderosos, fueran a suponer el consentimiento del perro, caballo o gallina codiciados con lujuria.

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    La pedofilia ha iniciado ya su larga marcha, esa cuyos hitos ya conocemos tan bien, con los primeros artículos en la prensa ‘seria’ -‘El Español’ ha sido el más reciente, me parece recordar- pidiendo, de entrada, esa ‘comprensión’ que, cuando llega, es rápidamente seguida por la tolerancia, luego la aceptación y, finalmente, la alegre celebración del amor intergeneracional.

    Pero el tiempo no es llegado, que la pedofilia aún resulta útil en su asociación mental con el clero para atizar a la Iglesia católica, y esa noble causa justifica una prolongada espera. No, no se trata del bien del niño, que el aborto, la maternidad surrogada y el destino del pobre Charlie Gard dejan claro que se está convirtiendo a toda velocidad en una mascota o un producto de consumo.

    Y a la espera de la próxima gran causa, en el Reino Unido ya se habla de un fenómeno que se ha instalado sin que nadie ha hecho ‘lobby’ para imponerlo, simplemente como una flor podrida más de la hipersexualización. En este caso, mis amados liberales, del mercado más que del poder estatal.

    “Si tuviera que elegir para el resto de mi vida, elegiría el porno sobre el sexo real sin dudar” confiesa un adicto 

    Me refiero al ‘pornosexual’, que no define al tipo que consume porno, ni siquiera al que consume muchísimo porno, sino al que prefiere esa modalidad de desahogo de la libido que la variante, digamos, de carne y hueso.

    Tratan de ello, entre otras publicaciones, el Daily Mail y el Telegraph.

    “Si tuviera que elegir entre uno y otro exclusivamente para el resto de mi vida, elegiría el porno sobre el sexo real sin dudar”, comenta en el segundo un confeso ‘pornosexual’.

    ¿Alguien podía dudar que llegaríamos a esto? La pornografía, que cuando yo era pequeña era un ‘mercado’ localizado, marginal (aunque inmenso) y que exigía a su consumidor cierto pequeño esfuerzo, es hoy ubicua, está en todas partes y al alcance de cualquiera desde el mismo móvil que en seguida compramos a nuestros hijos.

    En 1991, el número de revistas pornográficas en Estados Unidos apenas pasaba de noventa, y costaban sus buenos dólares; hoy los sitios porno se cuentan por millones, y son gratis y accesibles en la más perfecta intimidad.

    En el otro lado -el cortejo físico, normal-, las reglas no pueden ser más confusas y, para muchos, la actual desorientación y caos es una causa de fuerte ansiedad.

    Acostumbrados desde la más tierna infancia a la asepsia del mundo virtual, sin complicaciones, exigencias, responsabilidades o disgustos, enfrentarse a la realidad de otra persona, con sus defectos y sus demandas recíprocas es, en muchos casos, un ‘bajón’.

    A la vuelta de la esquina están  los ‘sexbots’, androides que no tardarán en ser indistinguibles de sus modelos humanos y que se podrán desconectar

    Cada día es menos difícil imaginar el futuro como lo hace la película de dibujos animados de Pixar ‘Wall-e’, una nave de obesos incapaces de moverse a los que las máquinas satisfacen todas sus necesidades. Y, en este caso, sus necesidades sexuales que, desde hace miles de años, han sido las que han asegurado la supervivencia de la especie.

    A la vuelta de la esquina, para quien imágenes quietas o en movimiento sepan a poco, están, como ya hemos tratado en estas páginas, los ‘sexbots’, androides que no tardarán en ser indistinguibles de sus modelos humanos con la diferencia de que serán perfectos y se podrán desconectar, sin días malos, sin suegra o cuñados, sin posibilidad de divorcio… Ni hijos.

    Creo haberlo dicho antes, pero me da la sensación de que nos espera un futuro interesante, en el sentido chino de la expresión.

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