Cuotas e ingeniería social

    Las cuotas por sexo-género en un país occidental donde hay libertad e igualdad legal y real son una ofensa al sentido común y a esos valores de libertad e igualdad que decimos defender. Una política de imposición de cuotas al margen del mérito no beneficia más que a los mediocres.

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    Banderas del movimiento LGTBI y trans. /EFE
    Banderas del movimiento LGTBI y trans. /EFE

    En alguna conferencia, y respecto a las leyes LGBTI, ya había comentado que la tendencia va a ser establecer cuotas basadas en el “género” o la elección sexual, o el gusto sexual o lo que sea que englobe las siglas LGBTQIETCETERA en los empleos, comenzando por los públicos y obligando posteriormente a las empresas particulares a adjudicar empleos en función de algo intangible y ajeno a la actividad a realizar.

    Y que lógicamente va a haber gente interesada en identificarse como tal para acceder a puestos a los que de otra forma no podría, o encontrar un trabajo necesario para mantener a su familia, para lo que lo que estaría dispuesta a reconocerse en cualquier género que se le ponga por delante.

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    Y que, de la declaración personal exigida al principio, se llegará a la prueba evidente de lgbtfilia mediante militancia en una asociación o carnet de asistente a prácticas multisexuales o poligénero que avale esa elección sexual que te llena de privilegios porque, incoherentemente como todo en el género, la eliges por sus ventajas pero te dan trabajo por las presuntas trabas y discriminaciones que produce.

    Bueno, pues ya empieza la carrera al puesto por ser lgbtiqxyz.

    No conozco lugar alguno en el que no te dejen entrar por orientación o diversidad, salvo presumiblemente algunos hoteles que dicen ser para homosexuales

    En Galicia, en un último estertor de sentido común, han anulado un concurso público en el que puntuaba no ser heterosexual, es decir, que si eras homosexual tenías más posibilidades de obtener la plaza. El invento era un espacio municipal para las diversidades sexuales y orientaciones de género… como si no hubiera un mundo entero para tales características.

    De hecho no conozco lugar alguno en el que no te dejen entrar por orientación o diversidad, salvo presumiblemente algunos hoteles que dicen ser para homosexuales (no conozco hoteles solo para heteros). Y para optar a tal chollete municipal se dotaba con cinco puntos a las empresas que se comprometieran a contratar a un 25% de currantes LGBTI. Un despropósito, ya que aún la población LGBTI no llega a ese porcentaje. Llegará.

    Y encima, para ello se iba a pedir a los aspirantes una declaración jurada de su orientación, o gusto, o elección, o tendencia, o género, o constancia de género, o actividad sexual, lo que en principio está prohibido por obligar a reconocer algo que debe quedar en la intimidad de cada uno. Porcentaje y discriminación positiva sin base alguna, salvo que se admita que los LGBTI son algo así como discapacitados a los que hay que apoyar socialmente.

    De repente llegaron las cuotas por causas inexplicables para colectivos de personas sin discapacidades y que exigen una igualdad que luego incumplen pidiendo privilegios

    Las cuotas comenzaron con las personas que todos considerábamos en inferioridad, evidente y no elegida, de condiciones frente a la mayoría: los discapacitados. Nos pongamos como nos pongamos, una persona sin movilidad, o sin vista, o sin oído, parte de una situación de mayor dificultad frente a la inmensa mayoría Su dignidad y sus derechos son los mismos que el resto pero su capacidad en algunos campos se ve menguada por algo ajeno a su voluntad y siempre lamentable. Y es de lógica social apoyar a esas personas de una forma u otra, ya sea asignándoles puestos donde se desenvuelvan con facilidad o facilitándoles el acceso a trabajos donde su situación no sea un menoscabo. Y punto.

    Y de repente llegaron las cuotas por causas inexplicables para colectivos de personas sin discapacidades y que exigen una igualdad que luego incumplen pidiendo privilegios. Colectivos con tres características: quejarse y gritar mucho; decir, siendo falso, que representan a todos los de su condición; y facilitar, con su exigencia de ventajas injustas, una ingeniería social impuesta desde altos organismos que, de solución, se han convertido en parte del problema. Incluso en un nuevo problema.

    ¿Somos las mujeres una especie discapacitada a la que hay que amparar y proteger o como nos han contado somos tan válidas en todo como los hombres?

    ¿Son los LGBT unos discapacitados, incapaces de conseguir por alguna dificultad insalvable un trabajo por sus méritos?

    ¿Es la homosexualidad una discapacidad de nacimiento, o se elige como opción sexual, que así la llaman? Y, si se elige, una vez elegida voluntariamente, ¿tenemos los demás que concederle todo tipo de prebendas por ello y aceptar su “discapacitación voluntaria”?

    Estamos pagando para obtener una sociedad donde haya más mujeres que hombres en el ámbito laboral y las mínimas como amas de casa y madres, pero no por elección personal, sino por imposiciones políticas

    Porque las cuotas por sexo-género en un país occidental donde hay libertad e igualdad legal y real, si se analizan con seriedad y sin demagogias victimistas, son una ofensa al sentido común y a esos valores de libertad e igualdad que decimos defender. Y una ofensa para cualquier mujer o LGBTI (cuya única diferencia es esa cosa laxa e infinitamente ampliable que consiste en la construcción social de la sexualidad, el género) que no quiera aprovecharse de algo ajeno a su capacidad laboral para sacar ventajas en detrimento de otros.

    Porque una política de imposición de cuotas al margen del mérito no beneficia más que a los mediocres y perjudica claramente, no solo a los que tienen más méritos pero no el sexo-género adecuado, sino que como sociedad nos perjudica en tanto tenemos trabajadores que no son buenos profesionales sino de menor valía a los que en su vida privada les atraen sexualmente hombres, mujeres o zapatos. Parecido a eso de que un médico debe saber catalán y luego, si sabe medicina, es secundario.

    Sin embargo, hay otra arista en este despropósito más sibilina y menos evidente: si yo, para conseguir un trabajo tengo que asumir que soy homosexual, lo firmo, y cuando en el futuro me pidan ser del club X,  pues me hago, y cuando me exijan unas pruebas evidentes de que practico la homosexualidad, pues las consigo, todo sea por llevar un sueldo a mi casa y/o beneficiarme de las ventajas de la homosexualidad. Y si tengo que decir, siendo hombre, que soy mujer, pues me lo invento. Total, y de momento, sólo hay que decirlo. Ni informes médicos, ni operaciones. Con la autopercepción vale.

    Al final conseguimos un altísimo porcentaje de LGBTI auto reconocidos que suben las ratios de población de ese tipo de forma artificial, pero igualmente válida para las estadísticas que se buscan, al más puro estilo de las denuncias falsas de la mal llamada violencia de género, y que facilitan nuevas imposiciones en ese sentido por ser muy amplio el colectivo que lo demanda. Y también conseguimos más mujeres que hombres implicadas en actividades laborales y las mínimas en casa,  como exigía Simone de Beauvoir, en tanto las cuotas sólo son para los empleos con alto porcentaje masculino y no para los que son mayoritariamente femeninos.

    En resumen, estamos pagando para obtener una sociedad donde haya más mujeres que hombres en el ámbito laboral y las mínimas como amas de casa y madres, pero no por elección personal, sino por imposiciones políticas y dinero público alterando roles, y donde haya un porcentaje alto de LGBTQWERTY por las ventajas de todo tipo que se están estableciendo, que terminarán siendo fiscalizados en su vida privada para demostrar esa opción sexual. Cifras también alteradas por dinero público, subvenciones, ayudas y privilegios legales y económicos. Y por el adoctrinamiento en las aulas. Pero eso es otro artículo…

    Ingeniería social. Lo de Galicia es una nueva y alarmante vuelta de tuerca. Las consecuencias ya pueden figurárselas. El invierno demográfico pasará a glaciación. Y la poca reproducción que se lleve a cabo como especie, habrá de pasar por caja de una forma u otra. Con lo fácil que era antes tener hijos…

    ¿Entienden por qué hay que cortar por lo sano con las políticas de cuotas? Ni un solo privilegio por entrepierna, ni por opción sexual. Ni una sola pregunta sobre el sexo real, o sentido o el gusto sexual. Curriculum, examen, valoración de méritos y luego ya veremos si el nuevo empleado es hombre, o mujer, o su irrelevante  vida sentimental cuando haya demostrado sus capacidades para el puesto. Es cuestión de sentido común y de supervivencia.

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    Riojana. Filóloga Profesora de educación física. Madre objetora a educación para la Ciudadanía. Estudiosa de la ideología de género. Conferenciante, tertuliana en programas de radio y televisión. Miembro de la Ejecutiva Nacional del partido VOX. Escritora de novelas y ensayos. Perseguida por su libro “Cuando nos prohibiernos ser mujeres…y os persiguieron por ser hombres”. Buscadora de la verdad. Defensora incansable de los derechos humanos fundamentales.