La polémica sobre la prohibición del burkini en Francia ha encendido las pasiones de muchos comentaristas. Por otro lado, esta vez con escasa polémica en nuestra sociedad, no son pocas las mujeres que, cada vez más en lugares públicos veraniegos, hacen topless y lucen senos al aire.
Es recurrente, la polémica sobre el uso de diversas prendas musulmanas: chador, niqab, hiyab, burka o, en verano, el burkini, entre otras.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa diatriba crece según aumenta la cantidad de tela utilizada para cubrir un mayor porcentaje del cuerpo femenino; pero la disputa dialéctica no es menor en el trance de intentar determinar si la mujer que se pone dichas prendas lo hace con libertad o en qué grado.
Y qué decir de la confrontación sobre cómo debe ser el equilibrio entre la identidad personal (cultural, religiosa, moral) y la adaptación a una sociedad nueva y diferente. Aún más alborozada se pude llegar a poner la conversación si discurre por las aguas bravas de la reciprocidad, cuando una europea es obligada a lucir pañuelo en determinados países musulmanes.
Sin embargo, el europeo medio ha asumido, sin apenas inmutarse, la moda cada vez más creciente de que determinadas mujeres se muestren semidesnudas en las playas o en las orillas de lagos o ríos. También en determinados parajes de la montaña, que de todo hay.
La sociedad europea en general no se inmuta ante el ejercicio de ir sin la parte de arriba del bikini
Dejando a un lado los espacios destinados al nudismo, que son harina de otro costal, la sociedad europea en general no se inmuta ante el ejercicio de ir sin la parte de arriba del bikini.
Y cabe preguntarse si la mujer que así actúa no se está entregando de manera tal vez inconsciente al liberticida culto al cuerpo que atenaza a tantos en nuestros días. ¿En qué medida se ve afectada la libertad de estas mujeres? ¿No están cayendo así, en una provocación que alimenta un machismo cavernario? ¿No se muestran así como objeto a disposición del primero que pase?
Además del asunto sobre su propia libertad, también se plantea si, en espacios públicos donde hay menores, estas conductas no deberían restringirse, del mismo modo que hay determinados contenidos que no pueden ser emitidos en las televisiones en horarios protegidos.
El burkini y el topless pueden ser dos caras de una misma moneda: una con la que se compra y vende la dignidad y la libertad de la mujer.
A todo esto ¿qué dice el feminismo? Cri, cri, cri.