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El bus de HazteOir.org / Día 4: El autobús arde en las fallas de Valencia

La Policía Local de Valencia intervino el autobús de HazteOir.org. /HO

La Policía Local de Valencia intervino el autobús de HazteOir.org. /HO

Desde que llegamos a Valencia sabíamos que la policía municipal detendría el autobús. Habíamos planificado nuestras acciones horas antes de la entrada en la ciudad, y habíamos llegado al convencimiento de que la mejor manera de enfrentar la arbitrariedad del poder político en la capital era dejarlo en evidencia. Forzarlo a detener el autobús sin razones. Los fundamentos de la campaña no importaban a nadie. A los regidores solo interesaba la construcción de una demagogia en la que amparar su discurso, y la captación del voto feminista. Y decidimos desnudar la evidencia.

A la hora en que sabíamos que el autobús entraría en Valencia, convocamos una rueda de prensa. Una vez supimos que el autobús había sido retenido junto al Palacio de Congresos, nos fuimos en su busca. Pero nada más aparecer nuestro equipo prendió de nuevo el espectáculo. Un grupo de feministas radicales encapuchadas, cuyo abuso de la Ley de Violencia de Género denunciábamos en nuestro lema, asaltó la escena. Nos habían estado esperando. Lideradas por un descerebrado con el rostro descubierto, portador de una bandera incomprensible, increparon a nuestros portavoces con una violencia verbal inadmisible.

Nuestros portavoces, solos frente a la nube de medios gráficos y televisiones nacionales, recibían insultos, empujones y el hostigamiento abyecto de las féminas

La policía municipal, que rodeaba el autobús, ocupó sus asientos en primera fila. Nuestros portavoces, solos frente a la nube de medios gráficos y televisiones nacionales, recibían insultos, empujones y el hostigamiento abyecto de las féminas. Mientras hablaban iban recibiendo el impacto de las naranjas de Valencia. Algunas de ellas las está cenando el equipo esta noche.

Habían pensado bien antes de nuestra llegada. La estrategia diseñada por el gobierno municipal fue la de separarnos del autobús. Con la excusa de salvarlo de las feministas radicales que habían comenzado a rasgarlo, se lo llevaron sin presentar acta o documentación alguna que justificara su secuestro, dejándonos solos frente a los fanáticos. La tensión y el enfrentamiento se adueñó de las calles aledañas al Palacio de Congresos.

Personas violentas de corte feminista radical lanzan naranjas contra el autobús de HazteOir.org y sus ocupantes en Valencia. / HO

Nunca volvimos a ver nuestro autobús. Acusaron a la empresa propietaria de un delito contra las leyes de tráfico que nada tenía que ver con nosotros, y manejaron al pobre conductor, abrumado por los incidentes, a su antojo. A nosotros nos mantuvieron separados en unas dependencias lejanas. Ni siquiera pudimos volver al vehículo a recoger nuestras pertenencias. Un policía municipal nos hacía de enlace y nos las traía una a una. Al conductor tampoco lo volvimos a ver. Nuestras razones, nuestra lógica, nuestro conocimiento del derecho que nos asistía y que asistía al conductor fue anulado de raíz y excluido del secuestro. Como las razones que esgrimía la policía no tenían que ver con nosotros, tampoco se nos presentó documentación o acta alguna que justificara la inmovilización.

El nuevo marxismo cultural ha desmembrado los problemas locales, medioambientales, las identidades difusas y los enfrentamientos entre los sexos biológicos, y los ha reunido en un ramillete multicolor que siempre satisface a alguien en alguna parte del mundo

Y así, excluyendo a HazteOir.org del procedimiento de secuestro, conculcaron los derechos de nuestro equipo, del conductor, de los cientos de miles de ciudadanos que querían hacer oír su voz a través de la campaña, y se quedaron con el mando del autobús.

Los romanos nunca hubieran conquistado el mundo si antes hubieran tenido que aprender latín, escribió Heinrich Heine. Tampoco el feminismo totalitario se habría extendido nunca como lo ha hecho si se hubiera demorado en atender la falta de razones que lo justifican. Nunca le ha sido necesario. El nuevo marxismo cultural ha desmembrado los problemas locales, medioambientales, las identidades difusas y los enfrentamientos entre los sexos biológicos, y los ha reunido en un ramillete multicolor que siempre satisface a alguien en alguna parte del mundo. Y aprovechando el ardor de la juventud aleccionada desde la infancia, ha inventado banderas. Y quienes danzan a la sombra de esas banderas constituyen hoy la suculenta bolsa de votos que los políticos pretenden.

El ninot de nuestro autobús ha ardido hoy en Valencia, pero no ha callado su voz. Su mensaje de alerta ante los abusos de la ideología de género y del feminismo radical continúa saltando de boca en boca. Más allá del soporte, el autobús encarna el espíritu de un nuevo ciclo social que empodera a los ciudadanos frente al Estado y al totalitarismo.

Nuestro autobús no es material. Como prueba, este miercoles estaremos en Sevilla.

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