El pasado lunes, Iker Casillas, en un tono más bien socarrón, planteó a sus seguidores en Twitter una encuesta en la que invitaba a manifestar la opinión sobre si el hombre llegó verdaderamente a la Luna hace 50 años o no.
En seguida, la bola mediática crucificó al cancerbero, porque manifestó que no creía que el 21 de julio de 1969, a las 2:56 horas de los Estados Unidos, el astronauta Neil Armstrong pusiera por primera vez un pie en el satélite terrestre, mientras pronunciaba la famosa frase: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad».
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl año que viene se cumplen 50 años (supuestamente) que el hombre pisó la Luna. Estoy en una cena con amigos… discutiendo sobre ello. Elevo la tertulia a público! Creéis que se pisó? Yo no!
— Iker Casillas (@IkerCasillas) July 23, 2018
El ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, a la sazón astronauta, rebatió al excapitán de la selección española de fútbol con una respuesta contundente: «Los hechos no cambian opine la gente lo que opine».
Los hechos no cambian opine la gente lo que opine. Los aparatos que llevaron, las huellas, los reflectores láser seguirán estando allí. La foto que despertó el sentimiento de conservación de la Tierra sigue existiendo. https://t.co/uErsTOHkbh https://t.co/rlBMqfUwcm
— Pedro Duque (@astro_duque) July 24, 2018
Y tiene razón el ministro. La Ciencia ha demostrado cosas que hace siglos eran meras suposiciones en el mejor de los casos, o que se despreciaban como supersticiosas o imposibles.
Así sucede, por ejemplo, con el genoma humano, que ahora conocemos a la perfección. Pero mucho antes de eso, la Ciencia ha demostrado que el ser humano depende de unos genes muy concretos para ser hombre o mujer. Esta diferenciación es esencial para la perpetuación de la Humanidad.
En el par 23 de la secuencia cromosómica humana está definido el sexo de cada uno de los individuos de nuestra especie. Si es XY, es varón. Si es XX, es mujer. Este es un hecho que, como bien ha dicho el ministro, no cambia «opine la gente lo que opine». Dicho en modo autobús naranja: «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen».
«Las leyes LGTBI que se han extendido como una gran mancha de aceite en los últimos años se reconocen por ser excluyentes, liberticidas, acusadoras, e implacables con quien disiente»
Pedro Duque debería, urgentemente, explicar en el próximo Consejo de Ministros que el sexo humano está determinado por sus genes y que todo lo demás son paparruchas, invenciones, opiniones, ideologías alejadas de la ciencia y manipulaciones interesadas.
Un año antes de que el ser humano hollaba la Luna, estallaba en determinados círculos universitarios parisinos la llamada Revolución Sexual. Fue el Mayo del 68 el big bang de la ideología de género, un conjunto anticientífico de postulados que trasladan a los sexos la fracasada dialéctica histórica marxista-leninista aplicada a la lucha de clases.
Esta ideología de género se ha convertido, con el paso de los años, en el totalitarismo más extendido y aceptado en el siglo XXI. Cómo será, que hasta el sanguinario régimen comunista cubano, uno de cuyos caudillos -Ernesto ‘Ché’ Guevara- se distinguió como asesino en serie de homosexuales, ha incluido la equiparación del matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo en su nueva Constitución.
Las leyes LGTBI que se han extendido como una gran mancha de aceite en los últimos años se reconocen por ser excluyentes, liberticidas, acusadoras, e implacables con quien disiente de sus postulados, insistimos, anticientíficos.
Bien le valdría a Pedro Duque aplicarse el cuento, pero de verdad. Porque bien lo ha dicho: «Los hechos no cambian opine la gente lo que opine».