En una situación de alarma no hay nada más peligroso y contraproducente que el dejarse llevar por el pánico o buscar la propia supervivencia desorganizando la labor solidaria y creando el caos y el ”sálvese quien pueda”, porque la posibilidad de que no se salve nadie, incluido uno mismo, es mucho mayor que si se afronta el problema de forma coordinada y solidaria.
Y la discriminadora y liberticida ley Mordaza de Podemos y sus hermanas autonómicas con la Ley Cifuentes a la cabeza, han hecho saltar todas las alarmas en una situación de evidente peligro para varios derechos fundamentales. El derecho a la libertad de culto, de expresión y pensamiento, la presunción de inocencia, la igualdad ante la ley, el derecho a la educación de los hijos conforme a los valores de los padres, entre otros, se tambalean en aras de una hipotética discriminación a los LGTBI que sólo se resuelve discriminando al resto de los ciudadanos.
Todas estas leyes de des-igualdad en favor de los LGTBI, también conocidas como leyes de heterofobia dejan claro que todos los centros y todas las etapas educativas han de ser adoctrinadas en una aceptación acrítica y entusiasta de la homosexualidad y sus variantes. Para ello, establece para los centros educativos una serie de obligaciones que funcionan como una clara promoción de determinados comportamientos sexuales y morales con el objetivo de que se respete a determinadas personas. Pero el respeto a las personas no implica aceptar ni promocionar sus comportamientos. Esta intromisión en la moral de los menores, puramente ideológica, choca frontalmente con otras concepciones de la ética, la moral y la sexualidad tan democráticas como las que se quieren imponer. Porque lo antidemocrático no es tener una moral u otra, sino que un Estado, que ha de ser imparcial respecto a los valores éticos y morales de sus ciudadanos, imponga una visión sobre otra, aunque sea bajo la teórica y biensonante bandera de erradicar un odio inexistente en los menores.
Ese nubarrón siniestro de la intromisión en las aulas es parte de una tormenta enorme que trae multas, persecución del disidente, adoctrinamiento en todos los ámbitos, privilegios…
Pero ese nubarrón siniestro de la intromisión en las aulas es parte de una tormenta enorme. Que trae multas, persecución del disidente, adoctrinamiento en todos los ámbitos, inversión de dinero público, creación de organismos fiscalizadores, comisariados ideológicos, elaboración de estudios y estadísticas falseados a su interés, prohibiciones, discriminaciones, privilegios… Creer que si se sobrevive a ese nubarrón está todo resuelto, es desconocer la naturaleza de la tempestad, el entramado de intereses que la sustentan, la fuerza destructiva de los planteamientos, el poder económico que la financia, el poder político que la origina.
Suenan las alarmas, la tempestad se avecina. Una tormenta terrible que puede hundir la sociedad tal y como la conocemos y arrastrar de un golpe de mar un montón de derechos fundamentales. La única posibilidad de supervivencia es la acción conjunta: preparar el barco, virar el rumbo y aunar esfuerzos.
Sin embargo, para mi sorpresa, asociaciones relacionadas con la educación, tanto de padres como de colegios concertados, se apresuran a buscarse unos salvavidas y unos flotadores para salvarse ellos y a los demás que los zurzan. Y tienen dos problemas: el de insolidaridad y el de la terrible miopía de quienes los dirigen a sus salvavidas, que no han calibrado el furor de la mayor tormenta contra las libertades de los últimos decenios. ¿Miopía, irresponsabilidad, desconocimiento o intereses particulares? Se oye y se ve de todo.
Eso solo es una nube de la tormenta… de la tempestad de la ingeniería social que se nos va a llevar a todos por delante si no variamos juntos el rumbo
El caso es que algunos están tratando de salvarse provisionalmente y creen que podrán negociar con la tormenta un trato de favor para sus flotadores en el ámbito educativo dando al traste con la libertad y el derecho a la educación de los hijos de todos los demás. Cambiando la salvación de todos por un hinchable que, ante la tormenta que se avecina, ni tan siquiera garantiza la supervivencia de sus pasajeros.
Porque hasta ahora sólo han visto los flancos de una tormenta con la que es imposible negociar nada, porque con las tempestades no se negocia. Avanzará hasta cada uno de los centros concertados con una red de comisarios de género que fiscalizarán la impartición de los contenidos que por ley se impongan, so pena de perder los conciertos. Y llegará un momento en el que la educación de ideario como tal habrá desaparecido porque no se puede educar en una cosa y la contraria. De esa forma, los padres que elijan esos centros no será por el ideario, por lo que con el tiempo irán desapareciendo. Pero eso solo es una nube de la tormenta… de la tempestad de la ingeniería social que se nos va a llevar a todos por delante si no variamos juntos el rumbo y ponemos el barco a pleno rendimiento hacia la salvación.
¡Y algunos tirándose por la borda con el flotador alrededor de la cintura pensando que no será para tanto..!
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