Hoy es 14 de agosto. Celebramos la santidad de San Maximiliano Kolbe. Un hombre de Dios, un sacerdote santo que fue llevado a un campo de concentración durante la II Guerra Mundial, como a millones de personas más, judíos y católicos, que también fueron hacinados, vilipendiados, humillados, para finalmente ser asesinados.
Para mantener a raya a los prisioneros de estos campos de concentración, los alemanes ejercitaban un castigo cuando a alguno se le ocurría intentar escaparse.
Los mensajes son contrarios a la familia, a la vida. Hoy nadie se hubiera preocupado de un padre de familia hasta el punto de ofrecer su vida por él
Y un día pasó esto. Que a uno se le ocurrió escaparse y los que custodiaban el campo obligaron a formar a los prisioneros. Eligieron a unos cuantos para matarlos y uno de éstos se puso a gritar que él era padre de familia y que no podía morir. Entonces, el sacerdote Kolbe dio un paso al frente y se ofreció morir por este padre de familia. Así ocurrió.
Dio su vida por un hermano, por un hijo de Dios, y no solo porque tenía delante un hombre con miedo de morir, sino por la importancia de ese hombre, un padre de familia.
Kolbe consideró importante a un padre de familia
Hoy, casi 80 años después, un padre de familia no tiene la misma consideración, ni la familia, ni la madre, ni los hijos.
El divorcio fácil, el aborto, la anticoncepción, el adulterio, la infidelidad, las aberraciones sexuales hacen que la familia, la paternidad, la vida misma desde la concepción hasta la muerte natural, la entrega, la fidelidad, el compromiso, el sacrificio, la generosidad, la donación y el servicio a los demás sean solo tontadas, cosas sin importancia que no merecen ninguna consideración en nuestras vidas.
¿Cómo sería posible que en la actualidad alguien se cambiara por otra persona para morir, si no consentimos pequeños sacrificios, renuncias o servicio al otro en nuestro entorno familiar?
¿Acogemos una vida nueva cuando viene, aunque las circunstancias no sean óptimas ¿Comprometemos nuestra vida con alguien para edificar y construir nuevas personas ¿Renunciamos a caprichos sin importancia en favor del otro para agradarle? Hoy la familia no tiene consideración ni legal, ni jurídica, ni social, ni económica, ni cultural.
Los mensajes son contrarios a la familia, a la vida. Hoy nadie se hubiera preocupado de un padre de familia hasta el punto de ofrecer su vida por él.
Nos han ido sustituyendo la verdad de las cosas por patrañas perversas y nos las hemos tragado. Moriremos de inanición como la mula a quien su dueño le fue sustituyendo la alfalfa por serrín para no gastar. Tacaño y egoísta, no da, quita.
Kolbe fue generoso y dio, no quitó. Y recibió más.
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