El historiador británico Niall Ferguson trazaba hace un año un cuadro sombrío del porvenir europeo en un artículo titulado “The degeneration of Europe”: Europa está perdiendo a pasos agigantados la ventaja técnica y económica sobre las otras civilizaciones de la que disfrutó entre c. 1600 y c. 1980. Con un crecimiento económico muy débil, desempleo endémico en su mitad meridional, una integración monetaria semi-fallida (pues la moneda única es disfuncional si no va seguida de la armonización de las políticas fiscales y el equilibrio presupuestario), y, sobre todo, con un terrible problema de insuficiente natalidad, el Viejo Continente parece muy mal situado para competir en las décadas próximas con países emergentes como China, la India o Hispanoamérica, que le superan varias veces en poblacion y no están aún tan envejecidos. Añádase la vecindad de un mundo islámico rebosante de jovenes ansiosos por emigrar a una Europa que, pese a su decadencia, todavía les parece más atractiva que sus propias sociedades fracasadas. Y no, la solución para el invierno demográfico europeo no puede consistir en abrir las fronteras a una inmigración musulmana que, además de competir con los nativos por los puestos de trabajo menos cualificados y representar una carga adicional para un Estado del Bienestar ya insostenible, resulta en gran parte inasimilable por razones de incompatibilidad cultural (por no hablar del peligro de radicalización yihadista).
Casi todos los problemas europeos guardan relación con el demográfico: por ejemplo, el excesivo porcentaje de viejos supone un peso insoportable (gasto sanitario y en pensiones) para el sistema asistencial, y esto a su vez obliga a una alta presión fiscal que asfixia el dinamismo económico. Sin embargo, las autoridades de la Unión Europea se caracterizan por su abierta hostilidad a las iniciativas pro-vida y pro-familia. En 2011, la comisaria europea Viviane Reding criticó como “incompatible con los valores europeos” una campaña gubernamental húngara que intentaba disuadir del aborto. En 2014, la Comisión Europea no permitió que fuese debatida en el Parlamento Europeo la Iniciativa Legislativa Popular “One of Us”, que pedía que no se utilizasen fondos de la UE para financiar investigaciones que implicasen la destrucción de embriones humanos; la Iniciativa, sin embargo, satisfacía todos los requisitos señalados por la propia UE (un millón setecientas mil firmas, pacientemente reunidas por equipos de voluntarios en más de diez países). En 2013, el Parlamento Europeo abrió un procedimiento de vigilancia respecto a la Hungría de Viktor Orban: aunque se invocaban factores como interferencias del gobierno en la libertad de prensa y la independencia del poder judicial, cualquiera que siga la política europea sabe que la verdadera causa era el sesgo conservador de la Constitución húngara de 2011, que blinda la definición del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, habla de la familia como “base de la nación” y establece en su artículo M que “Hungría ampara el compromiso de tener y educar hijos”.
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Suscríbete ahoraLos organismos de la UE, por tanto, no son aliados con los que quepa contar en la decisiva batalla por la recuperación de la familia y la natalidad
Los organismos de la UE, por tanto, no son aliados con los que quepa contar en la decisiva batalla por la recuperación de la familia y la natalidad, en la que Europa se juega su ser, en un sentido muy literal. Es una de las conclusiones que cabe inferir de La batalla por la familia en Europa, libro colectivo en el que un grupo de políticos, profesores y periodistas (Jaime Mayor Oreja, Sophia Kuby, Jorge Soley, Ludovine de la Rochère [presidenta del movimiento pro-familia francés La Manif Pour Tous], Benigno Blanco, Birgit Kelle, Jean Sévillia [cuya obra Históricamente incorrecto es conocida del público español], Paul Coleman, Luca Volontè, José María Ballester y otros, incluido el autor de estas líneas) hemos tomado la temperatura al debate cultural y político sobre la familia en los diversos países.
Y no todo es sombrío. Se hace cada vez más patente una frontera moral entre la Europa occidental y la oriental. Los países del Este no desean imitar la pauta occidental ni en la deconstrucción familiar ni en la apertura a la inmigración (ambas cuestiones están más vinculadas de lo que pudiera parecer: si no hay familias, no hay ninos; si no hay ninos, el hueco demográfico será llenado por inmigrantes). Mientras España, Francia, Reino Unido o el Benelux completaban la deconstrucción conceptual de la familia con la ampliación del matrimonio a las parejas del mismo sexo –cortando así la vinculación de la idea de matrimonio con la de procreación y educación de hijos-, en Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría y otros países se constitucionalizaba la definición del matrimonio como unión de hombre y mujer; en varios de esos casos, mediante referéndum popular.
La prolongada y masiva movilización popular contra la ley francesa de matrimonio gay llegó a poner contra las cuerdas al presidente Hollande
E incluso en la mitad occidental del continente hay síntomas de revitalización. El más importante, sin duda, es el inesperado éxito de La Manif Pour Tous: la prolongada y masiva (un millón de personas en la calle) movilización popular contra la ley francesa de matrimonio gay, que llegó a poner contra las cuerdas al presidente Hollande en 2013. La ley, pese a todo, fue aprobada, ofreciendo así argumentos a los que hablan de “despotismo ilustrado-progre” y de imposición desde arriba de una nueva moral. Pero el movimiento no desapareció: la línea del frente se ha desplazado, y ahora se ha cavado una nueva trinchera en la resistencia a la legalización de la inseminación artificial de mujeres sin pareja masculina, así como la de la gestación subrogada (vientres de alquiler). La Manif Pour Tous –a través de la plataforma Sens Commun- está consiguiendo una influencia importante en la política francesa: su apoyo es una de las razones que explican el sorprendente triunfo de François Fillon, que se impuso en las primarias del centro-derecha –partiendo de muy atrás en las encuestas- a los favoritos Sarkozy y Juppé … (este último, candidato “del sistema”, a fuer de centrista en lo económico y “progresista” en lo social-moral). Por eso la primera parte de La batalla por la familia en Europa está dedicada íntegramente al análisis del fenómeno de La Manif Pour Tous.