Hasta ahora, el deseo de controlar a los niños era característico de los regímenes totalitarios, como los comunistas de la URSS, China y Cuba, y el III Reich.
Pero desde hace unos años varios regímenes supuestamente democráticos amenazan con arrebatar los hijos a sus padres, si no se les educa como el Estado quiere. A través de las leyes LGTB que afectan a algo tan personal y tan delicado como la sexualidad.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl bolchevique Grigori Zinóniev, compañero de Lenin y Stalin (y luego asesinado por este último), dio la consigna que han seguido todos los totalitarios del siglo XX: “Cueste lo que cueste hay que apoderarse del alma de los niños”. Y bien que lo hicieron.
Aparte de las depuraciones de maestros y profesores, la eliminación de libros de texto antiguo, la introducción de los peculiares métodos pedagógicos, la elaboración de nuevos contenidos (toda la historia se interpretaba en clave de la lucha entre los opresores y los oprimidos y la ciencia se descalificaba como burguesa), en las escuelas se daban consignas políticas y se inculcaba el odio a los enemigos de clase y de la URSS.
Además, los bolcheviques llenaban el tiempo libre de los alumnos con el movimiento de los Pioneros, que sobrevive para encuadrar a las juventudes de los partidos comunistas (el PC portugués aún lo tiene), y es una organización de Estado en Cuba, Vietnam, Corea del Norte y otros ‘paraísos socialistas’.
A esta organización se destinaban los niños de entre 10 y 14 años. Se expandió a partir de la victoria bolchevique en la Guerra Civil rusa y en 1939 superaba el millón de miembros.
Tanto en el colegio como en los pioneros, el Poder premiaba a los buenos revolucionarios, se excluía a los estudiantes que tenían la desgracia de provenir de familias burguesas o aristocráticas y se adiestraba en la delación.
Un niño de las juventudes estalinistas Pavel Morózov, de 13 años, denunció a su padre por traición en 1932
En los años 20 y 30 fueron frecuentes los casos de niños que denunciaban a sus padres por contrarrevolucionarios, trotskistas o saboteadores.
El más famoso de ellos fue Pavel Morózov, que con 13 años de edad denunció a su padre por traición en 1932.
Fue asesinado por sus parientes y la URSS de Stalin le convirtió en mártir y modelo (hay retratos, sellos y hasta una película).
Como escribió el pedagogo soviético A. S. Makarenko en su ‘Un libro para padres’:
“La familia no es un colectivo encerrado en sí mismo, como la familia burguesa.
Es una parte orgánica de la sociedad soviética y cada intento que haga para construir su propia experiencia independientemente de las experiencias morales de la sociedad acabará siendo como un timbre de alarma discordante y desproporcionado. Nuestros padres tienen autoridad, pero se trata únicamente del reflejo de la autoridad social.”
Y concluye con esta frase que demuestra que los hijos, en un Estado totalitario, pertenecen al Poder:
“Al concederle cierta cantidad de autoridad social, el Estado soviético te pide que eduques correctamente a los futuros ciudadanos.”
Algunos bienintencionados pueden pensar que esta pesadilla concluyó con la muerte de Stalin, en 1953.
Pero en 1956 Kruschev anunció la educación de todos los niños de la URSS en internados, separados de sus padres.
Por fortuna, ese proyecto no se realizó, pero el adoctrinamiento, la delación y la mentira en los centros de enseñanza se mantuvieron hasta el derrumbe del régimen comunista.
Hitler a los padres alemanes en 1933: “Tu hijo ahora ya nos pertenece”
Los nacional-socialistas alemanes aplicaron la misma consigna bolchevique cuando alcanzaron el poder, en 1933. Adolf Hitler dijo en ese año:
“Tu hijo, ya ahora, nos pertenece. ¿Qué eres tú? Vas a extinguirte, pero tus descendientes ya están en el campamento nuevo. En poco tiempo no conocerán otra cosa en absoluto.”
Los nazis, imitando en este asunto, como en tantos otros, a los bolcheviques, manipularon la educación y encuadraron a la juventud en diversas organizaciones.
Se les inculcaba que la vida es lucha, que sólo los más duros y despiadados sobreviven y que los arios debían ser los gobernantes del mundo.
Como ya hicieron los revolucionarios franceses y rusos (y hoy Naciones Unida,s a través de la agenda del Nuevo Orden Mundial), los nazis elaboraron un nuevo calendario que prescindía de la religión cristiana y cuyas fiestas grandes eran las efemérides nacional-socialistas (la muerte de Horst Wessel, el famoso líder nacionalsocialista, el cumpleaños de Hitler), los solsticios, la cosecha…
Los niños entraban a los 10 años en el ‘Jungvolk’ (Pueblo Joven) y a los 14 años pasaban a las ‘Hitlerjügend’ (Juventudes Hitlerianas).
Al cumplir la mayoría de edad, su destino era el partido nacional-socialista, el Servicio del Trabajo o la Wehrmacht. Los más capaces y fanáticos pasaban luego a las Waffen-SS.
Para asegurarse el adoctrinamiento, el partido nazi montó escuelas de mandos y estos ‘técnicos’ no sólo ejercían su labor en las organizaciones juveniles, sino también en los colegios y los institutos.
Poco a poco, los nazis suprimieron los movimientos juveniles cristianos. Los católicos aguantaron más tiempo gracias al Concordato con la Santa Sede, pero eran frecuentes los ataques de los ‘Hitlerjügend’ a los muchachos que salían de misa o volvían de excursiones.
El servicio en estas organizaciones se hizo obligatorio para los jóvenes el 25 de marzo de 1939.
Poco antes de que estallase la guerra, había más de ocho millones de varones con el uniforme de las ‘Hitlerjügend’.
Las chicas empezaban a servir a la máquina nazi en la Liga de las Muchachas Alemanas (Bund Deutscher Mädel). A muchas de ellas se les enseñaba a prescindir de cualquier moral sexual para que se entregasen a los soldados, a fin de engendrar nuevos alemanes. Entonces no se promovía la anticoncepción.
Himmler, jefe de las SS, dio instrucciones para que los jóvenes dejasen el “vicio” de fumar. Eso sí, matar sí que podían
La efectividad del adoctrinamiento fue tal que en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando el III Reich movilizó a los menores de 16 años, los ‘Jóvenes de Hitler’ estuvieron entre los combatientes más fanáticos y muchos de ellos no vacilaron en matar a los soldados adultos y veteranos que querían rendirse.
Se les hacía participar en fusilamientos de desertores o prisioneros. “Para que lleguen a ser aún más duros y para que no retrocedan ante ninguna crueldad”, como le dijeron unos mandamases nazis a un padre que protestó porque a su hijo y a otros compañeros de las ‘Hitlerjügend’ se les ordenó matar a unos presos en abril de 1945.
De manera paradójica, cuando en 1945 se movilizó a los nacidos en 1928, Heinrich Himmler, jefe de las SS y ministro del Interior, dio instrucciones para que se cuidase su salud y se les disuadiese de adquirir vicios como el tabaco.
Al otro lado del mundo, Mao Tse Tung recurrió a la Guardia Roja, formada por estudiantes nacidos y educados ya bajo el comunismo triunfante, para ejecutar su Revolución Cultural, que comenzó en 1966 y algunos historiadores extienden hasta la caída de la Banda de los Cuatro, en 1976.
En la Cuba castrista, el culmen del adoctrinamiento puede consistir en poner como ejemplo a las nuevas generaciones al Che Guevara, partidario de crear “muchos Vietnams” en todo el mundo.
A los niños en las escuelas cubanas se les hace gritar: “Cuando yo sea grande seré como el Che”…
A los niños se les hace gritar en los colegios y las manifestaciones: “Cuando yo sea grande seré como el Che”… o sea, un asesino de masas y un invasor de países extranjeros.
En Venezuela, donde el régimen bolivariano lleva años adoptando muchos de los métodos de control social aplicados en Cuba, aunque adaptados a una sociedad todavía pluralista, la patria potestad de los padres está amenazada.
En concreto por normas como la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (2007), de nada menos que de 685 artículos, y la Ley Orgánica de Educación (2009).
Ambas dan facultades y excusas al Estado chavista para adoctrinar a los niños y, si los padres se oponen, retirarles la patria potestad.
Ley de Chávez: “Todo menor de edad deberá ser confiado para su educación física y mental así como para capacidad cívica, a la Organización de Círculos Infantiles”
La ley de 2007 –promulgada bajo el mandado de Chávez- señala en su artículo IV: «Todo menor de edad permanecerá al cuidado de sus padres hasta tanto cumpla la edad de de 3 años, pasados los cuales deberá ser confiado para su educación física y mental así como para capacidad cívica, a la Organización de Círculos Infantiles organismo que por esta Ley queda facultado para disponer la guarda y cuidado de la persona y ejercicio de la Patria Potestad de estos menores».
Lo más preocupante para la libertad personal es que semejantes medidas se están extendiendo a países democráticos, donde se permite a los ciudadanos cualquier conducta, salvo oponerse a la ideología de sexo.
Y ahí ni los padres ni las madres tienen que nada que decir. Bajo penas severas.
En Alemania 35 padres han sido condenados a cárcel por negarse a permitir que sus hijos reciban la educación sexual que quieren inculcarles los poderes públicos.
En Perú, en marzo pasado la fiscal de Prevención del Delito, Cecilia Ampuero, amenazó con denunciar a los padres que se negasen a enviar a sus hijos a los colegios en protesta por la introducción de contenidos de género en la enseñanza.
Según Ampuero, los padres tienen la obligación de velar por los menores y respetar su derecho a la educación, cuyo contenido regula el Estado.
En Canadá, el Estado de Ontario ha aprobado una ley de protección a la infancia que excluye la fe religiosa e introduce la identidad sexual del niño.
Para asegurarse de que el adoctrinamiento se realice de acuerdo con las directrices fijadas, la ley establece que a los padres que se opongan a la reasignación de género de su hijo o a cualquier tratamiento médico la Administración les podrá retirar la patria potestad.
Y en España, la ley mordaza LGTB de Podemos, que está a punto de entrar en el Congreso, usurpa de facto la patria potestad cuando dice que “a partir de la pubertad”, la ley concede a los niños la capacidad de decidir sobre eventuales cambios de sexo.
Además, tanto el proyecto de Pablo Iglesias como las demás leyes de adoctrinamiento LGTB aprobadas en 11 comunidades autónomas vulneran el derecho de los padres a la educación de sus hijos.
Todo ello se traduce en un intento del Estado por sustituir a los padres, decidiendo sobre su sexualidad o sobre su educación. En el caso de Pablo Iglesias, no debe extrañar, dada su matriz marxista, de Gramsci y Laclau, y su referente totalitario (Venezuela).
Pero cada vez más, la pulsión estatalista cunde entre los demás partidos en su invasión de la esfera privada y la suplantación del papel de los padres y de la familia.
Lamentablemente, los políticos y los funcionarios tienen el respaldo de los ‘intelectuales de choque’, de los que quieren adaptar la sociedad a su gusto.
Uno de los popes de la sección española del Imperio Progre, Antonio Gala, apoyó el adoctrinamiento de los niños en los colegios cuando el Gobierno de Zapatero introdujo Educación para la Ciudadanía. El Gobierno socialista, escribió (El Mundo, 25-10-2009),
“se mueve, aunque debería insistir, en educar a los adolescentes fuera y dentro de su casa”
¿Quién es el Gobierno para educar a los hijos ajenos hasta dentro de su casa? ¿Y quién es Antonio Gala?