Varios colegios catalanes han retirado decenas de cuentos infantiles, algunos emblemáticos como ‘Caperucita Roja’, o ‘La Bella Durmiente’, puesto que según estos colegios “reproducen patrones sexistas”.
Según informaciones publicadas en un reportaje, en el diario El País, una de los centros, la Escuela Tàber, que gestiona directamente la Generalitat, han decidido revisar el catálogo de títulos de cuentos que forman parte de la biblioteca infantil. El resultado ha sido la retirada de 200 libros “tóxicos y sexistas para los niños”.
Y es que la oleada de lo políticamente correcto ha desembarcado hasta en primero de Primaria – o sea que un niño de seis años que se lea la Bella Durmiente podría ser un violador en potencia por leerse un cuento.
La mezcla de ideología de género (bastante perjudicial ya de por sí), junto con el nuevo auge de lo políticamente correcto es claramente nitroglicerina: explosivo. Lo políticamente correcto de vez en cuando asoma la cabeza, es enterrado en la vergüenza ajena que provoca, solo para volver algunos años más tarde, enarbolado por nuevas generaciones, completamente ajenas al pudor, que nos vuelven a dar un dolor de cabeza con sus creativas ideas para ‘arreglar el mundo’.
Total, que algo tan inofensivo para tantas generaciones (hay cuentos infantiles que nos llegan desde tan lejos como Babilonia, aunque los clásicos europeos se remontan al renacimiento), son en realidad instrumentos del malvado patriarcado para reproducir conductas machistas, y la sumisión de la mujer. Manda narices.
Pero agárrense los machos nuestros lectores catalanes, que el ridículo no acaba ahí: uno de los cuentos retirados por esa escuela es nada menos que la historia de Sant Jordi, patrón de Cataluña. De repente Sant Jordi se convierte en Santa Jordina (SIC). La protagonista es ahora una mujer, que ahora sí puede ser una heroína que vence al dragón, que además no debe morir no vaya a ser que se ofendan los animalistas.
Como no podía ser de otra manera, semejante atajo de ideas brillantes se extiende ya por otros colegios, como el Fort Pienc de Barcelona donde su propia AMPA ha creado una comisión de igualdad de género que tiene como una de las funciones examinar con lupa el contenido de todos los libros. “Es muy importante el tipo de libros que leen los niños porque los libros tradicionales replican los estereotipos de género y está bien tener a disposición libros que rompan con ellos”, afirma Estel Crusellas, presidenta del AMPA de esta escuela…
Como tienen que estar las cosas para que el mismísimo El País, el diario que ha destapado este sinsentido, critique estas iniciativas. Ya saben ustedes que hasta un reloj roto acierta dos veces la hora al día, pero más razón que un santo tiene Jacinto Antón cuando dice “Esto se está desquiciando”. Bueno, desquiciado lleva un rato, pero que se de cuenta le honra. Al César lo que es del César.
Hago mío el eslogan “Dejen a los niños en paz”, que bastante tienen con tener a unos padres tan rematadamente tontos, como para que encima les quiten los cuentos que más les gustan. Ver en ellos una amenaza a su educación es una soberana tontería, fruto de orejeras ideológicas impropias cuando se trata de buscar lo mejor para los más pequeños.
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