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Los anhelos del corazón humano

Imagen referencial de una pareja de novios /Pixabay

Imagen referencial de una pareja de novios /Pixabay

Abordar la temática de la sexualidad humana es sumamente complejo. Y es que cada ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, es único e irrepetible. Esto conlleva una serie de circunstancias y asuntos muy personales y distintos, según la vida de cada persona. Aunque para fines de practicidad, en otros aspectos de la vida es más fácil encasillar a las personas según ciertos rasgos y conductas, me parece que hacer lo mismo en el campo de la sexualidad atenta gravemente contra la dignidad de cada persona.

San Juan Pablo II, desde la época en que fue conocido como el cardenal Wojtyla, tuvo una gran pasión por comprender y sumergirse en las profundidades del amor humano. Trabajó con parejas jóvenes, escribió literatura hermosa y visualizó de una forma distinta la causa y fuente de los grandes anhelos del corazón. Él tenía sus propios anhelos y supo descubrir los grandes deseos de otras almas. Así, posteriormente, siendo ya Sumo Pontífice, decidió dedicar un buen número de sus catequesis de los miércoles (entre septiembre de 1979 y noviembre de 1984) a la temática del amor, la sexualidad humana y el matrimonio. Tiempo después fueron compiladas bajo el nombre de Teología del Cuerpo.

Una forma de explicar la teología del cuerpo es a través de la idea de un un mapa, que responde a preguntas como: ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Por qué Dios me creó como hombre o como mujer? ¿Cómo puedo ser feliz aquí en la tierra? ¿Cómo encontrar un amor que realmente me llene?

“Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen y semejanza suya, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó.” – Gn 1, 26-27.

Así como una señal en la carretera nos dirige al lugar al que queremos llegar, nuestros cuerpos nos señalan el sentido de nuestra vida

Tomando como base que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y que nuestra primera distinción como comunidad humana fue la diferenciación sexual: hombre y mujer, podemos analizar tres ideas que se relacionan entre sí:

La visión del cuerpo que nos da Juan Pablo II en su teología del cuerpo, es la clave para entender el significado de nuestras vidas, como hombre y mujer. Esta breve cita resume su visión del cuerpo como un signo visible que nos dirige a lo que es invisible:

“En efecto, el cuerpo, y sólo él, es capaz de hacer visible lo que es invisible: lo espiritual y lo divino. Ha sido creado para transferir la realidad visible del mundo, el misterio escondido desde la eternidad en Dios, y ser así su signo”.[1]

Aunque no podemos ver a Dios, nuestros cuerpos (hombre y mujer) revelan muchas verdades extraordinarias acerca de Él, porque estamos hechos «a su imagen y semejanza». Así como un sacramento hace visible una realidad espiritual (la Gracia), el cuerpo hace visible nuestro llamado a amar y ser amados. Esto es a lo que se refiere San Juan Pablo II cuando habla de la sacramentalidad del cuerpo. Así como una señal en la carretera nos dirige al lugar al que queremos llegar, nuestros cuerpos nos señalan el sentido de nuestra vida.

Pero Dios no nos llama únicamente a amarnos unos a otros. ¿Será que el amor humano es capaz de saciar los más grandes anhelos de nuestro corazón? Nuestro más íntimo amor humano, nuestra insatisfacción y sed constante de un amor más grande, más pleno y más perfecto, nos señala y dirige al amor para el cual fuimos creados: la íntima unión con Dios aquí y en el cielo. ¿Qué estás esperando?

[1] Audiencia del 20 de febrero de 1980.

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