Más allá de los divorciados vueltos a casar

    El periodista destacado en el Vaticano analiza para Actuall las claves de los primeros días de un Sínodo polémico y lleno de sorpresas.

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    El Papa Francisco, durante una de las sesiones del Sínodo / EFE

    Un gesto sorpresivo. No estaba previsto que el Papa tomase la palabra, al inicio de la segunda jornada del Sínodo de los Obispos. Pero lo hizo, la mañana del martes 6 de octubre. Así salió al cruce de las primeras polémicas que ya se abrían paso entre los “padres sinodales”.

    Aclaró que la doctrina católica sobre el matrimonio no ha cambiado. Y llamó a mirar más allá de los divorciados vueltos a casar. Porque la controversia sobre la “comunión si-comunión no” a algunos de ellos corre el riesgo de polarizar la asamblea episcopal. Pero el debate sobre este punto no está muerto, ni mucho menos.

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    Hablando desde el presídium del Aula Nueva del Sínodo, ante los 270 “padres sinodales”, Francisco quiso amortiguar también ciertas críticas surgidas en el primer día de sesiones.

    La víspera, habían tomado la palabra ante ese mismo pleno unos 42 participantes, sea por la mañana, sea por la tarde. Cada uno tuvo tres minutos para expresarse. Varios manifestaron perplejidades.

    La brevedad del tiempo reservado a los discursos fue una de las quejas. Casi todas se centraron en el cambio de método del Sínodo. Y es que, por primera vez en muchos años, la reunión de obispos cuenta con un renovado sistema de trabajo.

    Antes los sínodos incluían una seguidilla de discursos, uno tras otro. Todos hablaban de todo, siguiendo aleatoriamente el “Instrumentum laboris” (el documento de trabajo). No había orden establecido en los temas a discutir y cada orador entregaba su mensaje por escrito, que era difundido a la prensa.

    Una comisión hacía un resumen de todo y redactaba un documento intermedio, que era superficialmente discutido en los “círculos menores”, los grupos lingüísticos en los cuales se dividían los “padres”. A partir de ahí se redactaba un informe con propuestas, que se votaba al final y se mandaba al pontífice como resultado de la asamblea.

    “Ni un Congreso ni un Parlatorio”

    Ese sistema ya demostraba serios límites. No alimentaba un diálogo. O, más bien, promovía un “diálogo de sordos”. Cada quien hablaba de lo suyo y la conversación resultaba inconexa.

    Muchos discursos eran listas de conceptos doctrinales archiconocidos. No había debate. Es más, la discusión era mal vista, y las diferencias cortadas de raíz. Por eso, en la última década, la mayoría de los sínodos pasaron sin pena ni gloria. Sin aportaciones sustanciales para la vida de los fieles.

    No todos los obispos están alineados en uno u otro sentido, muchos se encuentran a la expectativa

    Francisco quiso cambiar eso, desde el principio de su pontificado. Como explicó el lunes 5 de octubre, abriendo la asamblea de estos días, él considera al Sínodo no como “un congreso o un parlatorio”, ni como un “parlamento o un senado” donde se busca un acuerdo. Lo concibe como una “expresión eclesial”, porque en los obispos “es la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”.

    Los padres sinodales pueden hablar con la prensa

    Para hacer realidad esto pidió a todos “parresia”, la virtud de “hablar con plena con libertad”. Y para favorecer esta libertad, convirtió el pleno del Sínodo en un “espacio protegido”. Una apuesta audaz, que exigió los cambios en el método.

    Entre otros, la orden de no divulgar a la prensa los discursos integrales de los obispos. Para algunos observadores, esta sería la prueba tangible de que la asamblea episcopal no tiene transparencia y está manipulada. Los hechos demuestran lo contrario.

    Aunque los discursos no son públicos, todos los “padres sinodales” pueden hablar con la prensa en cualquier momento, dar entrevistas y decir lo que piensan. Antes no era así. Todos mantenían reserva absoluta y terminaba habiendo dos sínodos: uno mediático, con los discursos escritos, y otro verdadero, con los debates privados y las discusiones que no salían del aula.

    Para darle más orden a las discusiones, ahora se quitaron varias sesiones de discursos unilaterales ante el pleno y fueron sustituidas por tiempos en los “círculos menores”. Cada semana se debatirá un capítulo del “Instrumentum Laboris”, para evitar dispersión. Ya no habrá texto de mitad del Sínodo y directamente se redactará un documento final que será votado. No será un texto con propuestas, sino un mensaje con párrafos. Pero cada sección va a ser votada, como lo establece el reglamento. Así, cada participante podrá expresar su acuerdo o desacuerdo con las conclusiones.

    Aunque aprobado personalmente por el Papa, este nuevo sistema generó molestias. Algunos padres no aceptaron la reducción de tiempo para discursos ante el pleno. Y así lo expresaron. Por eso, también el martes 5 y antes que Francisco tomase la palabra, el secretario del Sínodo y cardenal, Lorenzo Baldisseri, debió explicar la metodología. Y el mensaje de Francisco zanjó la controversia, que no fue la única.

    Divorciados: Dos bandos diferenciados

    La otra polémica, todavía en ciernes, de estas primeras jornadas del Sínodo tiene que ver con la inevitable discusión sobre los divorciados vueltos a casar. Aunque Bergoglio pidió no centrar todo el debate en ese tema, los ánimos se mantienen sensibles.

    Es claro que, dentro de la asamblea, existen dos posiciones generales: La de aquellos que defienden la actual situación doctrinal y pastoral que prescribe un veto de acceder a la comunión a todos los fieles casados en segundas nupcias, salvo algunas excepciones (por ejemplo la abstinencia sexual en una nueva unión); y la de quienes impulsan el llamado “camino penitencial”, la propuesta de un itinerario espiritual concreto que permitiría a ciertos divorciados vueltos a casar acceder a la eucaristía.

    Por no todos los obispos están alineados en uno u otro sentido. Muchos se encuentran a la expectativa y algunos más quisieran profundizar las diversas opciones (incluso teológicamente). Esto se notó en el “Instrumentum laboris”, que en su redacción reportó la existencia de las dos corrientes contrapuestas.

    El mensaje de Erdö y la réplica de Marx

    Ese texto era más bien genérico y no tomaba partido ni por una, ni por otra posición. Más bien dejaba abierto el tema. Por eso llamó poderosamente la atención, sea dentro como fuera del aula del Sínodo, el resumen inicial de la asamblea expuesto por el relator y arzobispo húngaro de Esztergom-Budapest, Peter Erdö. El lunes, introduciendo los trabajos con una larga relación, no respetó lo escrito en el “Instrumentum” y en el apartado sobre los divorciados vueltos a casar incluyó vistosas acotaciones. Citó varios documentos del magisterio de la Iglesia y prácticamente destrozó la opción del “camino penitencial”.

    Peter Erdo, arzobispo de Budapest y relator del Sínodo / Imagen Youtube
    Peter Erdo, arzobispo de Budapest y relator del Sínodo / Imagen Youtube

    El mensaje provocó una inmediata reacción. El mismo día por la tarde, ante el pleno, el cardenal alemán Reinhard Marx se quejó airadamente por la intervención de Erdö en el texto, que parecía haber cerrado definitivamente cualquier tipo de discusión. Sus palabras fueron apoyadas con un sonoro aplauso, aunque únicamente por una parte de la sala.

    No sólo el discurso del relator, otras señales habían dejado la neta sensación de que el asunto de los divorciados vueltos a casar estaba a punto de quedar abortado. La primera de ellas fue la homilía que pronunció el Papa Francisco el domingo 4 en la Basilica de San Pedro. Un sermón que incluyó una inequivocable defensa a la indisolubilidad del matrimonio.

    Pero el tema no está muerto, ni cerrado. Lo dejó claro Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Precisó que “el discurso está abierto” y que permanece vigente el la “actitud profundamente pastoral” hacia las familias heridas, surgida de la asamblea del Sínodo de octubre de 2014.

    ¿Hacia dónde irá el debate? Es prematuro para indicarlo. Porque los divorciados están en el capítulo tres y los obispos están discutiendo el número uno. Así que esa controversia permanece ahí, casi como en suspenso. De todas maneras, algunas ideas ya se lanzaron: uno de los “padres sinodales” pidió considerar soluciones “regionales”, “nacionales” o “continentales” a ese problema, bajo la excusa que las segundas nupcias no plantean el mismo desafío en una y otra parte del mundo.

    Ha salido alguna propuesta extravagante, como la ordenación de mujeres diácono

    Pero otros asuntos han salido a la luz. Incluso con algunas propuestas extravagantes. Por ejemplo la idea de que el Sínodo debata sobre la ordenación de mujeres diácono, avanzada por el arzobispo canadiense Paul-Andrè Durocher. O la posibilidad de autorizar a todos los sacerdotes el uso corriente de las absoluciones colectivas de los pecados, con motivo del Jubileo de la Misericordia.

    Obispos latinoamericanos contra la teoría de género

    En su turno, obispos latinoamericanos criticaron duramente la introducción de la “teoría de género” en los sistemas educativos de sus países. Se habló además de las familias migrantes, de la violencia intrafamiliar, de los ninos que trabajan y los abusos sexuales contra menores. Y dos intervenciones expresaron la necesidad de un cambio de lenguaje hacia los homosexuales.

    Algunos obispos pidieron acabar con el “lenguaje de exclusión” y poner más énfasis en la necesidad de “aceptar la realidad como es”, sin miedo a las “situaciones nuevas y complejas”, sin considerar a los gay como “extraños” en la Iglesia.

    Son todas pinceladas de un debate que apenas comienza y que irá tomando forma una vez que aparezcan los primeros documentos oficiales, las conclusiones de los “círculos menores”, hacia finales de esta semana. Sólo entonces se podrá constatar hasta dónde ha calado el mensaje de quienes piden al Sínodo reforzar la doctrina, o el de aquellos que buscan un diálogo abierto con el mundo. Y en medio, la exigencia de misericordia lanzada por el Papa. Nada está dicho. Ni siquiera en los temas más candentes.

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    Soy periodista y corresponsal extranjero. Categoría 1979. Nací en Argentina, me formé profesionalmente en México y ahora vivo en Italia. Amo contar historias –no tanto como amo a la mujer de mi vida, Lali- desde los 16 años cuando tomé por primera vez un micrófono. Actualmente, como corresponsal acreditado en Roma, cubro las actividades del Vaticano en la era del primer Papa argentino, cuyo impacto se mueve entre lo local y lo global… lo sacro y lo profano.