‘Mi historia y once más’: Una enmienda total a la huelga feminista

    "Cuando te dicen que eres una valiente o que mereces un monumento, lo que se deja entrever es que los hijos son una carga. Y todos sabemos que no es así. Los hijos son lo mejor que tenemos, una fuente permanente de alegría y de razón para vivir más y mejor", asegura Leonor Tamayo.

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    Leonor Tamayo es autora de 'Mi historia y once más' (Áltera), con prólogo de María San Gil. /Actuall
    Leonor Tamayo es autora de 'Mi historia y once más' (Áltera), con prólogo de María San Gil. /Actuall

    Sin postureos, ni pretensiones de especial significancia y con mucha normalidad -toda la que cabe en la historia de una mujer, madre y voluntaria profesional con diez hijos- se acaba de presentar ‘Mi historia y once más’, un fresco y a la vez profundo volumen escrito por Leonor Tamayo a ratos sueltos entre lavadoras, marmitas llenas de macarrones con tomate dignas de Panorámix, abrazos eternos a sus hijos y compromiso político desde la sociedad civil.

    María San Gil, otra mujer de bandera -la española- y de principios, confiesa en el prólogo que, cuando recibió la petición para escribir el pórtico de este relato, pensó en ojearlo esa noche y dejarlo para el día siguiente. Pero la vitalidad del libro la atrapó: «Cuando me quise dar cuenta había pasado más de una hora y yo ya formaba parte de esa enorme familia», confiesa. Porque desde luego es enorme: en generosidad, en alegrías, en dificultades, en retos…

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    Y mucho más que eso. En un momento histórico en el que están cuestionados la masculinidad y la feminidad, la maternidad o el matrimonio, la historia de Leonor y Paco, junto a sus 10 hijos terrenos Paco, Jorge, Teresa, Leonor, Isabel, Pablo, Pilar, María, Juan de Dios y Carmen (y unos cuantos más que ya les cuidan desde el cielo) es una enmienda a la totalidad al discurso agresivo del feminismo radical.

    En este libro hay páginas de emoción y de sonrisas; de tensión y lloros; de vivencias simpatiquísimas (como cuando dos de sus hijos se hicieron los ‘perdidos’ en la playa para ver si les regalaban chucherías como a su hermana pequeña el día anterior) y otras que pondrían de los nervios a muchos. Pero también muchas otras de una profunda reflexión sobre el significado profundo de la identidad femenina, del papel como esposa y de su maternidad.

    «No hay necesidad de canonizar -al menos no antes de tiempo- a nadie. Pero el testimonio de esta familia al menos arroja una luz evidente sobre la oscuridad de los planteamientos del feminismo radical»

    Lo hace con acertadas referencias a documentos y libros de personas tan políticamente incorrectas como san Juan Pablo II y su ‘Carta a las mujeres’; la colaboradora de Actuall, Alicia Rubio, con su famoso y censurado ‘Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres’; o Constanza Miriano, autora de ‘Cásate y sé sumisa’ y ‘Cásate y da la vida por ella: hombres de verdad para mujeres sin miedo’.

    Pero también, tras un profuso estudio histórico-crítico de la evolución del pensamiento feminista, con un fantástico resumen desde Mary Wollstonecraft y su ‘Vindicación de los derechos de la mujer’ (1792) hasta las últimas imposiciones de la agenda feminista y la ideología de género desde la Organización de las Naciones Unidas. Son algo más de ocho páginas que merece la pena tener a mano.

    Tamayo se confiesa muy ‘gallinita con sus polluelos’ y adora la vida sencilla en familia, con planes nada rimbombantes, pero a los que cualquiera se apuntaría siendo un niño: trepar a los árboles del jardín, saltar en la cama elástica, chutar un rato al balón, construir maquetas o tocar su instrumento favorito. ¡Ah! y el cine familiar de los viernes, que se convierte en una bucólica escena en los meses de verano, todos esparcidos por la hierba del jardín.

    Dibujo de la familia de Leonor Tamayo realizado por su hija Pilar e incluido en la página de dedicatoria de ' Mi historia y once más'. /Actuall
    Dibujo de la familia de Leonor Tamayo realizado por su hija Pilar e incluido en la página de dedicatoria de ‘ Mi historia y once más’. /Actuall

    Evidentemente, hay mucha cruz, preocupaciones y momentos duros. Tanto con los hijos como en el plano matrimonial. Y mucho más cuando, además de sacar adelante 10 hijos, mamá es presidenta de una organización civil muy activa, Profesionales por la Ética, y de una plataforma internacional, Women of the World.

    Y pese a todo, asegura que «no somos valientes, ni generosos, ni tenemos ningún mérito, somos unos privilegiados, unos enchufados caraduras». Y añade: «Cuando te dicen que eres una valiente o que mereces un monumento, lo que se deja entrever es que los hijos son una carga. Y todos sabemos que no es así. Los hijos son lo mejor que tenemos, una fuente permanente de alegría y de razón para vivir más y mejor». Y el remate: «Lo peor de ser muchos: sin duda alguna el montón de calcetines por emparejar y los piojos».

    No hay necesidad de canonizar -al menos no antes de tiempo- a nadie. Pero el testimonio de esta familia al menos arroja una luz evidente sobre la oscuridad de los planteamientos del feminismo radical. Frente al individualismo y la guerra de sexos; frente a la indefinición del comportamiento y los afectos; frente al sexo vacío desvinculado de la procreación; frente al mito de que la realización femenina sólo es posible en la oficina; frente al desdibujamiento de la figura masculina; frente al pesimismo vital que provoca el invierno demográfico…

    Frente a toda esta podredumbre moral y antropológica, existe una manera de afrontar la vida llena, coherente, consistente, expansiva, con carácter y generosidad que ilumina y que pone en su lugar a quienes llaman a una «huelga feminista» en la que se mezclan reivindicaciones de lo más variado, algunas de ellas muy trágicas: expansión de la muerte indiscriminada de decenas de miles de seres humanos antes de nacer mediante el aborto; desnaturalización de lo que Tamayo llama «esencia femenina»; señalamiento del varón como sospechoso por principio y enemigo a abatir; igualitarismo laboral (que no igualdad ni justicia) amparada por juegos estadísticos malabares sobre la brecha salarial; destrucción de la familia y equiparación del matrimonio a otras formas de unión; adoctrinamiento en los colegios, contra el criterio de los padres, en materia sexual y afectiva, etc.

    ‘Mi historia y once más’, es útil para las familias numerosas en particular, pero también para toda la sociedad, con mensajes tan potentes como el que sigue:

    «Mujeres, sed lo que sois, orgullosamente femeninas, complementarias al hombre y plenamente realizadas en vuestra esencia femenina. Esposas, entregaos en cuerpo y alma a vuestros maridos sin medir ni comparar. Daos por entero sin mirar atrás. Madres, reivindicad vuestro puesto y vuestra labor ante la sociedad y llevad a cabo vuestro papel, conscientes de que nadie puede sustituiros y en ningún otro lugar sois tan imprescindibles ni tan necesarias. Ni seréis tan felices».

    No sería del todo sincero sobre ‘Mi historia y once más’, si no dijera que es una lástima que en el libro haya más erratas de las que a uno le hubiera gustado encontrarse. Pero esto lo digo porque soy un puñetero que no emplea su tiempo en emparejar decenas de pares de calcetines; despiojar cuando se tercie; alimentar once bocas; abrazar, besar, escuchar y guiar a diez almas llenas de futuro; y compartir ese camino con Paco que «hizo posible la puesta en marcha de este sueño», su familia.

    Léanlo. Aprenderán, reirán y llorarán de emoción.

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    Nicolás de Cárdenas fue inoculado por el virus del periodismo de día, en el colegio, donde cada mañana leía en su puerta que “la verdad os hará libres”. Y de noche, devorando los tebeos de Tintín. Ha arribado en su periplo profesional a puertos periodísticos de papel, internet, televisión así como a asociaciones cívicas. Aspira a morir diciendo: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe".