“Oiga fresca, las mujeres de izquierdas somos muy decentes”

    Los fanáticos se convierten en lo que más odian. Es lo que le está pasando a las izquierdistas maduras, cuya última excusa para mantenerse en el poder es el feminismo. Una de estas señoras se definió a sí misma como “decente”, palabra que no había escuchado ni a mi abuela.

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    Portada de la revista 'La Codorniz' con una ilustracioón de Mingote.
    Portada de la revista 'La Codorniz' con una ilustracioón de Mingote.

    Las películas del Oeste y de la Segunda Guerra Mundial que nos ponían los sábados por la tarde en los tiempos en que TVE emitía en blanco y negro me dejaron un vocabulario de venerables palabras que luego la cotidianidad arrastró por el barro: honor, patria, deber, sacrificio, valor, bandera…

    Cuando las vuelvo a escuchar, pronunciadas por alguna voz española, reconozco que suelo dar un respingo, ya que me rechinan como la tapa de un viejo baúl olvidado que se abre en un cerrada habitación.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    La misma sensación tuve el otro día cuando escuché a la periodista Esther Palomera hablar de “las mujeres decentes”. En un programa de televisión se estaba entrevistando a Rocío Monasterio. La presidenta de VOX en la provincia de Madrid habló contra el feminismo y entonces Esther Palomera le espetó:

    “Yo solo quiero darles las gracias a usted y a su partido político, porque ustedes han sido este año un motivo más para que las mujeres decentes saliéramos a la calle a protestar contra una concepción machista de la sociedad que es la que ustedes defienden”.

    ¡Mujeres decentes! Esto sólo lo había escuchado yo en las comedias de Paco Martínez Soria, Jesús Puente y Alfredo Landa.

    Las progres recuperan el vocabulario de las señoras enlutadas y carcas de ‘La Cordorniz’: fresca, descocada, sinvergüenza, perdida…

    Esa expresión la pronunciaban mujeres que se consideraban mejores que , sobre todo por motivos de moral y costumbres, de buenas costumbres. Así las describió Agustín de Foxá en su novela Madrid, de corte a checa:

    “Doña Gertrudis y las cuñadas eran implacables. Habían concentrado toda la abominación del pecado sobre el problema amoroso, olvidando los ínfimos salarios de la siega y la esclavitud de sus criadas, presas en sus cuartos en plena primavera. Medían la moral por los centímetros de las faldas y dictaban modelos para los trajes de playa”.

    Portada de la revista Hermano Lobo con una ilustración de Forges.
    Portada de la revista Hermano Lobo con una ilustración de Forges.

    Antes, las “mujeres decentes” eran las que vestían con faldas y mangas muy largas y estaban calladas. Ahora, “las mujeres decentes” son las que enseñan las tetas en público y aseguran a grito pelado que las están matando. Pero ambos grupos tienen en común su sentimiento de superioridad y su facultad para decidir qué es lo correcto para los demás.

    La Doña Gertrudis de la novela y doña Esther Palomera pretenden establecer las conducta y las creencias que deben tener las “mujeres decentes”; las desobedientes, las que hace cincuenta años se vestían con pantalones o las que hoy no quieren ponerse un lazo morado, son “indecentes”.

    Hace más de 50 años, las mujeres indecentes eran las que no llevaban faldas; ahora lo son las que no van a las manifestaciones feministas

    En esta vida, los fanáticos se acaban pareciendo a quienes más odian. Por eso, las feministas profesionales, las que aseguran que se han topado con infinidad de obstáculos por ser mujeres, cuando todos sospechamos que de ser varones no habrían obtenido ni las cátedras, ni las columnas periodísticas, ni los ministerios desde los que nos adoctrinan, se comportan como sus murmuradoras abuelas, ésas retratadas en La Codorniz.

    Los diálogos entre semejantes chismosas apenas han variado en este tiempo.

    -¿Habéis visto a Pepita? ¡No ha venido con el lazo en la blusa/Ha venido con minifalda!

    – ¡Cómo se atreve a salir de casa así! Los hombres la miran y se ríen de ella. Nos está dejando en mal lugar a todas.

    – ¡Es una indecente, una desvergonzada!

    – ¿Dónde está su solidaridad/recato?

    – Se lo voy a decir a la madre superiora/Lo voy a tuitear.

    – No va al rosario/No va a la manifestación.

    – Ese novio que tiene le ha sorbido el seso.

    – Si os contase lo que sé de ella…

    – No te cortes, Puri, cuenta, cuenta.

    El ser humano no es muy original, aunque lo pretenda.

    Nuestras ‘progras’ sueñan con ser Mercedes McBridge en la película Johnny Guitar, mandando a un pelotón de duros vaqueros, pero cuando abren la boca les sale Gracita Morales.

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).