La intervención del Estado, es decir, la limitación de derechos y libertades individuales en aras de objetivos plausibles de carácter colectivo, tiene efectos económicos y morales que no siempre reciben la atención que por su relevancia merecerían, en particular los que afectan a la familia.
A la hora de enjuiciar el intervencionismo, sus partidarios lo presentan como paradigma de la moral y la justicia. Lo rodean de una retórica abnegada: “ayudas”, “solidaridad”, “igualdad”, “justicia social”, “progreso”, etc. Y, sin embargo, el intervencionismo opera con frecuencia en sentido contrario, y no sólo en el campo económico, en el que es relativamente fácil percibir que la intervención empobrece, puesto que todo el gasto público ha de ser financiado con impuestos, que pagan todos los ciudadanos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraUna vez entrevistaron en la televisión en Estados Unidos a una madre soltera, que vivía de los subsidios públicos, y le preguntaron qué haría si esos subsidios desaparecieran. La mujer miró fijamente a la cámara y respondió: “Casarme”.
El Estado que presume de ayudarnos socava las instituciones sobre las que se fundamentan la libertad, la dignidad y el bienestar
Es una anécdota reveladora de hasta qué punto el Estado, que presume de ayudarnos, en realidad socava las instituciones sobre las que se fundamentan la libertad, la dignidad, y el bienestar de los seres humanos.
De ahí que sean recomendables los libros de Theodore Dalrymple, seudónimo del médico inglés Anthony Daniels, que retratan el devastador efecto moral que el intervencionismo pretendidamente progresista ha ejercido sobre el pueblo británico, en especial, como suele suceder, sobre las personas con menos recursos: a los pobres, a los que más necesitan el amparo familiar, es a quienes la intervención política más debilita.
No hay que confundir a la Santa Madre Teresa de Calcuta con la Agencia Tributaria
Conviene no dejar pasar la mentira conforme a la cual si uno es un socialista o un comunista uno tiene un buen corazón, pero si uno defiende la libertad individual, la propiedad y la familia, entonces es un retrógrado y un egoísta. Suelo decir que no hay que confundir a la Santa Madre Teresa de Calcuta con la Agencia Tributaria.
Recordé la anécdota de la madre soltera al leer un artículo del doctor William A. Galston, de la Brookings Institution, en el Wall Street Journal sobre las familias de raza negra en Estados Unidos y la extensión de la monoparentalidad.
Hasta el año 1970 la diferencia racial en ese campo no era marcada: el 95 % de las mujeres blancas y el 92 % de las negras estaban casadas o lo habían estado. Pero en 2012 las cifras habían cambiado: el 88 % de las blancas de entre 40 y 44 años estaban o habían estado casadas, mientras que sólo era ése el caso entre el 63 % de las mujeres afroamericanas.
La mayoría de los ninos negros en EEUU nacen una mujer que no está casada
El 71 % de los ninos negros en Estados Unidos nacen de una mujer que no está casada, comparado con el 29 % en el caso de los blancos. Nótese que el rendimiento educativo tiende a ser superior en los ninos que viven con su padre y su madre, y eso a su vez tiene efectos económicos a la hora de mejorar el nivel de vida.
Las investigaciones indican que el papel de la familia es fundamental e irreemplazable. Dice Galston: “La cohabitación no sustituye al matrimonio. Las parejas que cohabitan permanecen unidas en promedio sólo 18 meses. Dos de cada tres ninos que nacen de parejas no casadas verán separarse a sus padres biológicos antes de cumplir los 12 años, mientras que la cifra es sólo uno de cada cuatro ninos en el caso de las parejas casadas. Este hecho es importante porque la inestabilidad familiar es una causa relevante de los resultados obtenidos por los ninos”.
Galston no es un liberal, sino una persona cercana al Partido Demócrata y que defiende las políticas públicas en favor de las madres. Pero comparte la idea de que las ventajas que el matrimonio y la familia representan para el bienestar de los ninos son muy difíciles de replicar mediante intervenciones políticas distintas de la promoción de esas mismas instituciones. Su conclusión es simple: “Para resolver la pobreza, cásense”.