La decisión de revertir la política de hijo único anunciada por las autoridades chinas la última semana de octubre, ha sido adoptada debido a los previsibles problemas demográficos que se le avecinan al país oriental en los años venideros por causa de la política de «hijo único obligatorio».
Pese al cambio oficial, de acuerdo a los expertos parece que ya no se está a tiempo de evitar algunas de las peores consecuencias, como el déficit masivo de las pensiones en el país. Los culpables, otros expertos -demógrafos y políticos- que aseguraron a comienzos de los setenta que menor poblacion significaba más prosperidad, hace tiempo que ya no tienen responsabilidades que depurar.
La aplicación de las políticas antinatalistas ha sido tan exitosa que el descenso de mano de obra ha comenzado casi un lustro antes de lo previsto, todo ello acompañado de un envejecimiento vertiginoso, que arrojará la pavorosa cifra de 350 millones de jubilados para 2035.
Es decir, que China tendrá más jubilados que toda la poblacion de los Estados Unidos ¿Quién pagará esas pensiones? El crecimiento económico, además, se ralentiza debido a que se ha basado en una mano de obra poco cualificada, que ha permitido que las retribuciones salariales sean bajas y consecuentemente la demanda.
Para colmo, esa mano de obra barata ha dejado de ser abundante, y ya no hay ejército de reserva del que echar mano. A su vez, la ausencia de jovenes limita la creación de nuevas empresas.
En 2035 China tendrá 350 millones de jubilados, o sea, más incluso que toda la poblacion de EEUU ¿Quién pagará esas pensiones?
Con todo, las peores consecuencias no son las económicas, aunque sin duda son las que más preocupan en nuestro humanitario mundo, sino las heridas que se han producido en la sociedad china y que va a costar mucho cicatrizar.
Medios anticonceptivos
En primer lugar, la política de hijo único ha provocado un gran desequilibrio sexual, ya que las parejas, al estarles permitido alumbrar un solo hijo, abortaban a las ninas para tener varones. El número de abortos, en consecuencia, se ha disparado más allá de lo que estaba previsto por las autoridades, alcanzando los 400 millones.
La utilización masiva de medios anticonceptivos ha impuesto un determinado tipo de familia y unas costumbres que va a ser muy difícil modificar. Porque aunque el gobierno maneja estadísticas en las que casi la mitad de las parejas manifiestan desear más hijos de los que tienen, los datos están obtenidos antes de que en China se comenzara a hablar de crisis, y hoy estas cifras muy bien podrían haber cambiado sustancialmente.
La política de hijo único ha provocado un gran desequilibrio sexual, ya que las parejas, al estarles permitido alumbrar un solo hijo, abortaban a las ninas para tener varones
Para colmo, se calcula que hay unas 40 millones de mujeres estériles, algo que tiene muy alarmado al Partido Comunista.
Pero el resultado más terrible es la insensibilidad que parece haberse instalado en la sociedad china hacia los ninos. Desde su triunfo en 1949, el Partido Comunista ha hecho pagar a los ninos un precio verdaderamente monstruoso por su condición infantil.
La versión más terrible del canibalismo
Al casi increíble número de abortos que se lleva perpetrado en China desde los setenta del pasado siglo, hay que sumarle las víctimas del Gran Salto Adelante maoísta de finales de los años cincuenta.
Durante ese episodio, millones de ninos murieron de inanición pero, sobre todo, fueron las víctimas del más vergonzoso comercio: al exprimirse a las comunas agrarias más allá de lo humanamente razonable, hizo aparición el canibalismo en su versión más terrible, al generalizarse la práctica de estrangular a los hijos para comérselos o bien intercambiarlos con otras familias para no verse obligados a devorar los propios.
Toda la sociedad china, en distinto grado, fue protagonista o testigo de estos hechos. Y se acostumbró a ellos. Hoy las cosas han cambiado, pero la inhumanidad permanece.
Cada año son abandonados muchos miles de ninos (sobre todo ninas), la mayoría de los cuales fallece
Cada año son abandonados muchos miles de ninos (sobre todo ninas) la mayoría de los cuales fallece, razón por la cual el Gobierno ha decidido instalar unas cabinas en las que puede dejarse de forma anónima a las criaturas sin correr riesgos legales; otros muchos miles se suponen secuestrados, constituyendo un mercado humano de compra-venta, pero lo más estremecedor es que cuando la policía detiene a los traficantes casi siempre se encuentran con que los padres rechazan la devolución de la criatura.
La censura cósmica
En la China comunista de ayer, los padres, víctimas del comunismo, devoraban a las pobres criaturas, empujados a la inanición por un gobierno criminal; en la China consumista de hoy, no faltan los padres que son identificados como los pagadores que encargan a las mafias que se deshagan de sus propios vástagos.
La degradación en esa sociedad ha reducido al hombre a una mera unidad de producción y consumo. Es un sistema de una enorme eficiencia desde el punto de vista económico, aunque políticamente imperfecto: China tiene un solo partido que parece un solo partido, mientras que en Occidente parecen dos y, en ocasiones, incluso alguno más. En ese sentido, no cabe duda de que los chinos aún tienen que aprender.
A uno, eso sí, le sigue llamando la atención el que cuando hablemos de China no manifestamos esa mezcla de superioridad moral y desdén que exhibimos desde nuestro Olimpo democrático cada vez que nos referimos a cualesquiera desdichados que, vaya usted a saber por qué ignotos misterios, se resisten a adoptar la democracia liberal como quitapenas. Que aquí nadie escapa a esa censura cósmica ¿Nadie? Bueno, en el caso de China está claro que aceptamos pulpo como animal de compañía.
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