
La posibilidad de que el Reino Unido abandone la Unión Europea ha desplazado el foco internacional hacia Europa, pese a que las elecciones estadounidenses prometen días de gloria. En la medida en que Alemania ha monopolizado el liderazgo político europeo –en jaque por la crisis de los refugiados asociada a Merkel–, parece razonable que el Reino Unido se plantee abandonar la Unión.
De ser así, ¿seguiría Francia sus pasos, iniciando lo que podría ser una estampida? Lastrada por una izquierda tan maniobrera como la española, Francia lleva años intentando recuperar su hegemonía. Eslabón débil entre los países europeos de primera y de segunda, el país galo mantiene un gasto público desaforado, ha superado su propio récord de deuda y no logra disminuir el 10% de desempleo desde hace quince años. Sentado en su poltrona de quinta potencia mundial, el socialista Hollande se mantiene firme en la estatización y el gasto público como pilares económicos.
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El mentor económico del socialismo galo ha sido Thomas Piketty, el especialista en desigualdad para quien el acopio de capital por los ricos origina un capitalismo patrimonial solo controlable mediante impuestos escalonados y, concretamente, con un plus para los más pudientes.
La Zona Euro tiene una moneda única con diecinueve deudas públicas distintas
Piketty ha logrado desvincularse del desastre económico francés, aduciendo que su reforma fiscal no se ha puesto en marcha, pero acaba de publicar un artículo en el prestigioso Review neoyorquino donde defiende un «New Deal» a la europea. Denunciando abiertamente la incapacidad del actual gobierno francés para sacar a Francia del brete, alude a las torpes medidas adoptadas tras el crash financiero estadounidense de 2008, prolongado en Europa hasta convertirse en una crisis eterna.
La responsabilidad, en opinión de Piketty, recae en las instituciones europeas, cuyas políticas han sido ineficientes, sobre todo en la Eurozona. Denuncia el economista francés que la Zona Euro tiene una moneda única con diecinueve deudas públicas distintas, diecinueve tipos de interés que permiten a los mercados financieros especular sin medida, diecinueve impuestos de sociedades distintos que originan una competencia feroz y descontrolada.
Según Piketty, esta Zona Euro sin una seguridad social común ni un sistema educativo con pautas compartidas está condenada al fracaso y cuanto antes se admita, mejor será para todos.
Piketty pide una democratización de la Eurozona, con medidas socioeconómicas destinadas a fomentar el crecimiento y el empleo. El núcleo lo debería formar un pequeño grupo de países dispuestos a dar ejemplo con la renovación de sus instituciones políticas, de modo que se consiga frenar las tendencias extremistas que ponen en peligro a la Europa que hemos conocido hasta ahora.
Piketty considera que Francia debería presentar a sus principales socios una propuesta de parlamento reducido
El economista francés recuerda que la debacle griega propició que el presidente Hollande recuperase la iniciativa de un parlamento específico para la Zona Euro. En esa línea, Francia debería presentar a sus principales socios una propuesta de parlamento reducido. De lo contrario, asegura Piketty, el proyecto será monopolizado por los países que ya están optando por el aislamiento nacional: Reino Unido y Polonia, entre otros.
Si Francia, Italia y España (50% de la poblacion y del PIB de la Eurozona, frente al 25% de Alemania) plantean un proyecto para un nuevo Parlamento, habría que alcanzar un compromiso. En caso de que Alemania siguiera negándose, cosa poco probable, entonces el argumento contra el euro como moneda común sería difícil de rebatir.
El primer ministro Manuel Valls y la alcaldesa de París Anne Hidalgo –ambos franceses nacidos en España– suelen tender lazos con su país natal siempre que tienen ocasión. Esta cordialidad palidece, sin embargo, ante la devoción española por todo lo relativo al país vecino, desde mayo del 68 hasta el cine de la excepción cultural y la couture parisina.
Hollande advertía a principios de 2015 sobre una probable radicalización de Podemos y Sarkozy empleó en su campaña el socialismo español como argumento electoral negativo, actitudes que pese a ser razonables, se podrían enmarcar en la condescendencia habitual de Francia hacia su vecino meridional.
Si España no estuviera atrancada en un fraccionamiento postelectoral propiciado por su bisoñez democrática, tendríamos ya un presidente que ahora debería estar diseñando cómo adelantarse a Francia en formular la creación de una Eurozona auspiciada por los países latinos.