Se cumple un año del terrible atentado contra la revista satírica e iconoclasta Charlie Hebdo. Una docena de miembros de su redacción fue asesinada a tiros y once más resultaron heridos a manos de dos terroristas que dispararon medio centenar de balas acompasando el ritmo del gatillo con la proclama «Alá es el más grande». Cinco personas más y otras once resultaron heridas en varios tiroteos que se sucedieron en las horas posteriores.
Nada habría que añadir, en términos generales, a la enorme condena internacional que se produjo tras los atentados y que se concretó en la gigantesca muestra de solidaridad hacia ellos y de repulsa hacia los asesinos que, con presencia de 40 líderes mundiales, tuvo lugar en la capital francesa unos días después de la matanza.
Tal vez cabe señalar que se echa de menos la misma movilización mundial cuando matanzas parecidas en sus motivaciones e inmensamente superiores en sus consecuencias, suceden en países lejanos.
Porque es inadmisible el doble rasero que se aplica en occidente, que sólo se echa las manos a la cabeza si el terrorismo islamista le golpea en su casa. Pero es perfectamente prescindible la mayor parte de las veces si sucede en la llanura de Nínive, de donde proceden muchos de los refugiados que pude conocer el pasado verano en #CampamentoIrak.
Se echa de menos la misma movilización mundial cuando matanzas parecidas en sus motivaciones e inmensamente superiores en sus consecuencias, suceden en países lejanos
Un año después, la publicación satírica ha editado un número especial, a todo color, con el doble de páginas respecto al planillo habitual de 16 y con ilustraciones de los dibujantes asesinados el 7 de enero de 2015.
En su portada se podría haber previsto una caricatura de Mahoma, como la publicada en el número inmediatamente posterior al atentado. Aquella portada de fondo verde, con un dibujo de un lloroso profeta del Islam que sujetaba el cartel con la consigna de aquellos días: Je suis Charlie (Yo soy Charlie).
Sin embargo, no ha sido así. Tiene su lógica, porque ya hace seis meses que el director de la revista, Laurent Sourisseau, anunció que no volverían a publicar dibujos de Mahoma.
Uno puede entender que el miedo y la prudencia te lleven a tomar esa decisión. Pero en el planteamineto de Sourisseau, que por fortuna salvó el pellejo en el atentado, no parece nacer ahí. Viene de mucho más atrás. Y de mucho más profundo.
La apuesta del director ha sido bien diferente. Bajo el título «El asesino sigue suelto«, se ve una caricatura de un dios fácilmente identificable con la iconografía cristiana, parece correr con un fusil AK 47 colgado a la espalda -el mismo que usaron los terroristas-, el ceño fruncido y la mirada iracunda.
En el editorial de este número extraordinario, se asegura que la continuidad de la publicación tras los atentados fue posible porque «todo lo que hemos vivido desde hace 23 años nos da la rabia» para continuar.
Esa rabia, efectivamente, está proyectada en el rostro colérico y furibundo del dios caricaturizado en la portada.
No en vano, el desprecio de Charlie Hebdo -no ya por las diferentes religiones y sus representantes- sino por el mismo hecho religioso en sí, ha quedado patente hace años. Y desde luego, no se han ensañado más con la religión musulmana que con la cristiana, en particular con los máximos representantes de la católica.
La diferencia es clara.
Algunos, gritando el nombre de Mahoma al tiempo que disparaban, perpetraron un crimen atroz que merece nuestra más contundente condena. Y a la que Charlie Hebdo ha respondido dejando de publicar desde el pasado mes de julio caricaturas del profeta del Islam porque, según ha argumentado su director, ya han cumplido su objetivo de defender su «derecho a la caricatura».
Otros, llevan años, al menos los mismos, sufriendo las humillaciones y las faltas de respeto hacia el Papa, los cardenales, sacerdotes y otros ministros cristianos. Pero ni siquiera los que se hayan sentido más profundamente ofendidos han reaccionado con violencia, como los primeros. Pero en Charlie Hebdo consideran que no deben dejar de caricaturizar al dios cristiano.
Charlie Hebdo se equivoca gravemente.
Yerra, en primer lugar, al nutrir su supervivencia de la rabia. Mal combustible es ese y sólo lleva, como en la Guerra de las Galaxias, a dejarse dominar por el lado oscuro de la fuerza.
Tropieza al dar una explicación fácilmente desmontable sobre el motivo que le lleva a dejar de retratar a Mahoma y a señalar como su «asesino» al dios cristiano. Baste recordar que quienes arrancaron aquellas vidas a tiro limpio no invocaron a Cristo.
Por estos y otros motivos, sigo afirmando, como hace un año, que Je ne suis pas Charlie Hebdo. Se equivoca de enemigo.
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