Cristianismo: ‘work in progress’

    Las rentas ya no dan para vivir y el buque que permita atravesar esta marejada no puede ser un partido político o una estructura de poder sin cimientos que alimente a los nostálgicos. La cultura cristiana sin cristianismo es un gigantesco museo, maravilloso, pero museo, es decir, muerto.

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    Imagen referencial de una iglesia cristiana /Pixabay
    Imagen referencial de una iglesia cristiana /Pixabay

    En tiempos de crisis, el cristiano individualmente y los cristianos como Iglesia, han tenido que reinventarse como presencia histórica, abandonar las formas antiguas e interpretar los signos de los tiempos para custodiar el tesoro de la fe de la manera más pertinente para el momento.

    Gracias a eso la historia de la Iglesia es un muestrario infinito de experiencias y modalidades, desbordante de creatividad y audacia, que ilustra las inabarcables respuestas de los cristianos a las circunstancias históricas concretas, a menudo dramáticas e incluso aterradoras.

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    Muchas de estas experiencias han marcado el camino histórico de gran parte de la humanidad, como por ejemplo, el movimiento comunitario monástico que inició San Benito y que marcó el rostro histórico de Europa en medio de un mundo que se hundía en la oscuridad de la barbarie.

    Actualmente vivimos una crisis histórica de las que “hacen historia”, valga la redundancia, un cambio de civilización, una mutación antropológica que conlleva el eclipse de todas las referencias de sentido vigentes durante siglos y el apagamiento de muchas de las certezas que han hecho caminar a los hombres con seguridad por el sendero de la vida y de la historia durante generaciones y generaciones.

    El cristianismo son los cristianos viviendo la novedad de su fe. Todo lo demás son estupendos efectos colaterales. Y el tsunami se lo va a llevar todo por delante menos lo esencial

    Este cambio de época está sucediendo de forma muy rápida y ha sorprendido a muchos cristianos, comunidades y otras realidades, con el pie cambiado, sin verlo venir, “a por uvas”. Pero las rentas ya no dan para vivir y el buque que permita atravesar esta marejada no puede ser un partido político o una estructura de poder sin cimientos que alimente a los nostálgicos de la hegemonía. Recordar la Reconquista, por citar un ejemplo reciente, está muy bien y es un buen ejercicio de conciencia histórica saludable, pero no va a cambiar nada ni va a frenar el devenir histórico. La cultura cristiana sin cristianismo es un gigantesco museo, maravilloso, pero museo, es decir, muerto, como una hermosa momia de Nefertari.

    El cristianismo son los cristianos viviendo la novedad de su fe. Todo lo demás son estupendos efectos colaterales. Y el tsunami se lo va a llevar todo por delante menos lo esencial. Que cada cristiano vea dónde pone su esperanza, si en las leyes, los lobbies, los gobiernos, los partidos, las fundaciones con dinero, etc… o en Aquel que prometió seguir presente allí donde dos o tres se reúnan en su nombre para vivir sencillamente la alegría de la fe y ofrecérsela al mundo entero. Y que lo vea pronto porque cae la noche y el invierno avanza. A marchas forzadas.

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    Doctor en Humanidades por la Universidad CEU San Pablo y licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia Comillas. Profesor Adjunto de Narrativa Audiovisual en la Universidad CEU San Pablo. También es miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC), Director del Departamento de Cine de la Conferencia Episcopal Española y Presidente de Signis-España. Actualmente colabora en varios programas de la cadena COPE y en 13 TV dirige y presenta El cineclub de TRECE y Pantalla Grande. Dirige la revista digital de crítica de cine Pantalla 90. Crítico de cine de 'Alfa y Omega', 'El Debate de Hoy', 'Aceprensa' y 'Fila Siete'. Director de la colección de cine de Ediciones Encuentro. Autor de diversas monografías.