‘Cruda realidad: Nestlè, la esfera y la cruz’

    Nestlé y Carrefour retiraron el crucifijo de la imagen de sus yogures griegos. Tras un tiempo Nestlè ha dado una explicación a Actuall de ese cambio. Conozcamos la cruda realidad.

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    Envase yogur griego de Nestlé con la cruz y sin la cruz.

    Nestlé ha respondido a Actuall, que se hacía la pregunta que se han hecho miles de sus consumidores habituales al ver cómo la multinacional alimentaria eliminaba la cruz de uno de sus productos emblemáticos, su yogur griego.

    Lo que hacía desconcertante esta omisión es que el símbolo no era caprichoso ni se debía a la menor identificación de la empresa con el cristianismo; sencillamente, se reproducía una serie de edificios reales del perfil de Fira, capital de la isla helena de Santorini, y uno de ellos era una de las iglesias del lugar, San Anastasio, con su cruz sobre la cúpula.

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    Y así aparecía en el producto, como si de una foto estilizada se tratase… Hasta que apareció de pronto sin ella, mientras otros productos de la marca mantienen la media luna musulmana. ¿Era una vergonzosa concesión al Islam, sabiendo que el público cristiano es menos proclive a la indignación y a la queja?

    En absoluto, ha respondido Nestlè en su contestación a Actuall en lo que supone una declaración en exclusiva sobre el asunto. La empresa, al tiempo que anuncia que la cruz volverá a coronar la cúpula de San Anastasio como en la vida real, asegura que la decisión de quitarla en su momento se debió a una cuestión práctica, de tamaño de un nuevo envase.

    Una querría creer las explicaciones de la empresa, especialmente después de haber sido la única de las consultadas que ha tenido la gentileza de responder. Pero, la verdad, es difícil.

    La decisión de quitar la cruz en su momento se debió a una cuestión práctica, de tamaño de un nuevo envase

    Hablamos, repito, de la representación de un edificio real y, hasta cierto punto, familiar para el afortunado turista. Eliminar la cruz de San Anastasio es, sencillamente, falsear la realidad, como si se representa a Lincoln sin barba.

    Tampoco tiene sentido alguno la cuestión del tamaño. Volvamos a la analogía de la foto; imaginemos que se trata de una instantánea del skyline de Fira.

    Pues bien, si no cabe la cruz y por lo que sea no se quiere recortar por abajo, se puede dejar la cruz incompleta. Pero lo que se ha hecho ha sido eliminarla, de modo que se ve perfectamente un trozo de cielo sobre la cúpula donde debería estar.

    Por lo demás, existe el expediente mucho más lógico y fácil de reducir ligeramente la imagen completa, naturalmente.

    Se podría pensar que es un modo de fijarse en el comino, en la nadería en un detalle sin importancia. Pero, como recoge el dicho, el diablo está en los detalles y es a menudo en ellos donde mejor puede verse por dónde van los tiros en la jerarquía de valores de una sociedad.

    La verdad a la que apunta este detalle es a una cobardía, una cesión en goteo, hecha de miles de detalles pero continua

    En este caso dudamos mucho, muchísimo, de que haya en Nestlè la menor intención de ofender a los cristianos o alguna fobia comercial contra la cruz. En absoluto. Eso sería casi menos malo, porque requeriría algún tipo de valor y coherencia.

    No, la terrible verdad a la que apunta este minúsculo detalle es a una cobardía, una cesión en goteo, hecha de miles de detalles pero continua, de nuestra sociedad ante el envalentonamiento de las poblaciones musulmanas en nuestro suelo.

    Lo que somos, lo que hemos sido, lo que nos ha hecho; los símbolos más importantes y reconocibles de nuestra civilización son prescindibles, estamos dispuestos a abandonarlos no solo de nuestros productos, sino de nuestras instituciones y nuestras calles para aplacar a una minoría que, por contra, no permite el menor desdén a sus signos de identidad.

    En ese sentido, les envidio. Invitados en casa ajena, tienen la suficiente confianza en su fe y en su cultura como para obligar a su anfitrión a reconocerla y ensalzarla continuamente, pese a ser aún comparativamente pocos en comparación con la población que les acoge.

    Hace no mucho, una conocida firma de comida rápida tuvo que retirar la representación estilizada de un helado -imaginen los millones tirados a la basura- porque el contorno de la crema helada, con mucha imaginación, recordaba vagamente al nombre de Alá en árabe.

    El escudo del Real Madrid pierde la cruz en algunos países árabes

    Eso, que es fácil desdeñar como una minucia, es en realidad una prueba de fuerza y una victoria simbólica de primera magnitud.

    También vimos a un club de fútbol español con hinchas en todo el planeta, el Real Madrid, retirar la cruz de su histórico escudo, con una historia centenaria, esta vez sin explicaciones ni excusas de tamaño. Sencillamente, sus socios árabes no la querían ahí, y a nosotros no solo nos da igual la fe de nuestros padres -que puede no ser ya la nuestra-, sino incluso nuestras señas de identidad cultural, sobre todo si hay euros en juego.

    Pero Chamberlain enseñó para siempre al mundo que la cesión continua no trae la paz, solo hace que el conflicto, cuando acabe estallando, sea más difícil y porfiado. Nuestra cobardía alimenta la ajena arrogancia, y si seguimos cediendo pronto nos quedaremos sin nada, huérfanos de nuestras propias raíces, perdidos como un anciano senil y amnésico en nuestro propio hogar.

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