
Según el Diccionario de la Real Academia Española el término carnaval procede del italiano ‘carnevale’, de ‘carne’ y ‘levare’ (quitar), calco del griego ‘ἀπόκρεως apókreōs’. Este término guarda relación con el vocablo carnestolendas, caro–tollendus: quitar la carne cuando comienza el tiempo de austeridad Cuaresmal en el que se deja de consumir.
Son muchas las teorías sobre el origen de estas populares fiestas. Parece, al menos, darse una continuidad cronológica y antropológica con las ‘lupercalias’ y ‘matronalias’ romanas; pero de lo que no hay duda es de la dependencia religiosa del carnaval, incluso para nuestra secularizada sociedad.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl carnaval se celebra siempre en las fechas que preceden al Miércoles de Ceniza y se fija en el calendario en función de la conmemoración anual y variable de la Pascua de Resurrección (domingo siguiente al plenilunio de primavera).

El carnaval se integró en el calendario de una sociedad cristiana, tolerado con condescendencia en la mayoría de las épocas. Interesante a modo de síntesis lo dicho por el gran antropólogo Julio Caro Baroja: “El carnaval, quiérase o no, es un hijo (aunque sea un hijo pródigo) del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma, no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media europea. Entonces se fijaron sus caracteres. Ello no quita para que quedaran incluidas, dentro del ciclo carnavalesco, varias fiestas de raigambre pagana”.
«El carnaval puede tener una percepción amable por parte de los católicos. Aunque tiene un gran riesgo de excesos, en la mayoría de los casos se ha convertido en una fiesta de creatividad y disfraces”
El carnaval puede tener una percepción amable por parte de los católicos. Aunque tiene un gran riesgo de excesos, en la mayoría de los casos se ha convertido en una fiesta de creatividad y disfraces.
La mayor dificultad pastoral que plantea el carnaval es el haber perdido su referencia a la Cuaresma. Se entiende como festejo autónomo, incluso se reivindica un origen pagano excluyente, llegando a invadir el tiempo de la Cuaresma, una muestra más de la secularización de las fiestas cristianas. En algunos lugares como en Canarias, se extiende, hasta las mismas puertas de la Semana Santa.
No parece compatible participar en el entierro de la sardina con la celebración cristiana de este día, el Miércoles de Ceniza
El entierro de la sardina
El entierro de la sardina al coincidir en el Miércoles de Ceniza supone una distorsión de esta jornada marcada por la oración, el comienzo de las prácticas penitenciales, sobre todo del ayuno y la abstinencia de la carne. No parece compatible participar en tal desfile de disfraces con la celebración cristiana de este día.
Sin ser ingenuos, atentos a las posibles desviaciones o excesos carnavalescos, esta celebración puede ser una ocasión de trabajo en equipo para los católicos, de sana diversión, incluso de justa reivindicación social. Puede y debe servir para explicar que su razón de ser es conducirnos hasta la Cuaresma, como camino de renovación y misericordia.
El carnaval por el carnaval no es suficiente; sólo lo será si se tienen en cuenta sus elementos legítimos y su orientación cuaresmal. En este sentido y desde estos criterios, los colegios católicos podrían hacer un buen servicio, que no están haciendo en todos los casos, aprovechando esta oportunidad para conducir las actividades humanas y las fiestas hacia el Reino de Dios.

¿Cómo debemos vivir la Cuaresma los católicos?
Ante todo, entender que nuestra vida cristiana es un camino de identificación con Cristo, por tanto un camino pascual, un paso del hombre viejo al hombre nuevo. Esto no depende sólo de la voluntad, sino que es un camino de gracia, individual y comunitario, que implica toda la vida y todos los tiempos litúrgicos, pero que se intensifica en la cuarentena pascual.
Dejar que el Espíritu Santo, a través de los medios que la Iglesia nos ofrece vaya llevándonos por el camino de la renovación, para participar en el Triduo Pascual, cuyo momento más importante será la Vigilia Pascual. Lo que pasa en esta cuarentena es un adelanto de la renovación que se nos dará participando en la Liturgia del Triduo Pascual.
¿Qué podemos hacer?
- Aprovechar las tradiciones penitenciales que sobreviven en muchos hogares, por ejemplo: abstenernos de la carne los viernes.
- Y abstenernos de todo aquello que debilita nuestra vida cristiana.
- Siguiendo lo mandado por Jesús, que este tiempo sea un tiempo de más oración, de ayuno y de limosna. Oración más y mejor organizada.
- Mejorar el rezo de la Liturgia de las Horas para los que están obligados o comenzar su rezo por parte de los laicos.
- El Vía Crucis, que se realiza especialmente los viernes y durante la Cuaresma, en la comunidad parroquial y/o rezado individualmente, meditando, como nos lo pide el Santo Padre para este año santo.
- Hacer un buen examen de conciencia y confesarnos al comienzo y al final de la Cuaresma.
- En lo posible, participar incluso a diario en la celebración de la Eucaristía. No olvidemos que la Misa es la Pascua diaria que nos lleva a la Pascua Anual y nos va trasformando para llegar un día a la Pascua eterna.
- Los viernes de Cuaresma la Iglesia propone la abstinencia del consumo de los productos cárnicos. Se podría proyectar esta abstinencia a otras realidades, como camino para llevar una vida más sobria y más atenta a los necesitados.
- El ayuno está señalado para el Miércoles de Ceniza y para el Viernes Santo, y recomendado el Sábado Santo, siendo distinta la motivación cada uno de estos días. Mientras que el Miércoles de Ceniza es de privación, de freno, de ascesis y de disciplina como forma de arrepentimiento y camino de conversión, el ayuno del Viernes Santo y del Sábado Santo es, sobretodo, Pascual, que nace del sufrimiento por la Muerte de Jesús y del anhelo de recobrarlo lleno de vida y de poder. El ayuno consistirá fundamentalmente en sentir el hambre, como expresión del hambre de Cristo, como ejercicio de la voluntad como freno liberador de nuestros impulsos más básicos y como muestra de compasión para con los que no tienen lo más necesario para vivir.
Israel hacia la tierra prometida y Jesús en el desierto
En el siglo II y III sabemos de un ayuno de dos o tres días que precedía a la Pascua. En el IV, en Roma, el ayuno se extendía a tres semanas. Esta cuarentena de días remite a la experiencia de Israel, sus cuarenta años de camino hacia la tierra prometida, pero sobre todo la cuarentena de Jesús en el desierto, tentado y venciendo al diablo.
Pero lo determinante en la consolidación de este periodo será la institucionalización en el siglo IV del catecumenado y, paralelamente, del proceso penitencial de reconciliación de los pecadores públicos. San Jerónimo y Egeria ya emplean el térnino ‘quadragésima’.
Mientras, los catecúmenos se preparaban de forma más intensa para participar en la vida divina a través de la Santa Iniciación, y los pecadores con graves pecados y después de largo tiempo eran readmitidos de nuevo a la vida de la Iglesia, los fieles eran invitados a acompañar a los catecúmenos y a interceder por los pecadores, pero también a renovar ellos mismos la propia vida cristiana.
En Roma la Cuaresma adquirirá un formato estacional. El clero y fieles congregados en determinados iglesias peregrinarán a las basílicas e iglesias para celebrar allí la Eucaristía.
Cuando Occidente se convirtió en una sociedad de pueblos cristianos, ya no existían territorios conocidos que evangelizar, el catecumenado había desaparecido, estaba eclipsada en la práctica la penitencia pública, siendo sustituida por procesos penitenciales más llevaderos y privados- la Cuaresma se consagró como un tiempo penitencial de renovación que culmina en la Pascua.
La socialización del cristianismo iba debilitando la vida cristiana
Esta insistencia se veía cada vez más necesaria porque la socialización del cristianismo iba debilitando la vida cristiana, de ahí la insistencia de la Iglesia en las prácticas ascéticas y la imposición y la observancia de una piedad más rigurosa con el ayuno y la abstinencia de carne y sobre todo del llamado cumplimiento Pascual, con la confesión de los pecados y la recepción de la Comunión, al menos de una vez al año.
El Concilio IV de Letrán estableció en el año 1215: “Cada uno de los fieles de uno y otro sexo, después que han llegado a los años de discreción, deben confesar individualmente con toda fidelidad al propio sacerdote todos sus pecados, al menos una vez al año”. Desde el siglo IX, una de las instituciones más populares va a ser la feria cuarta de Ceniza, Miércoles de Ceniza.

El Movimiento Litúrgico, una de las corrientes de renovación de la vida cristiana en la Iglesia que conducirá al Concilio Vaticano II, contribuirá a recuperar la naturaleza pascual de este tiempo, algo que se verá confirmado por el hecho de la secularización creciente de Europa y la expansión misionera de la Iglesia, que vuelve a proponer la Cuaresma como tiempo de preparación a la Iniciación Cristiana de los catecúmenos.
La importancia y la identidad penitencial y pascual de la Cuaresma quedará definitivamente confirmada por la Constitución Conciliar ‘Sacrosanctum Concilium’ que en el número 109 dice: “Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo”.