Uno escribe porque no tiene paciencia para pintar. Uno escribe igual que pintaba, osea, bocetando.
Un boceto de cuadro no es un cuadro. Un boceto de artículo no es un artículo. Un boceto de libro no es un libro. Y qué le voy a hacer si yo, además de nacer en el Mediterráneo, soy un bocetista.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPor eso me he dedicado a la publicidad, la más superficial de las artes aplicadas. Y al periodismo, ese género literario de consumo rápido que está, paradójicamente, valorado como “low cost” en la era de la información.
En fin, así es la vida y el fútbol. Uno intenta ser honesto y decente. Y no puede llamar arte a la basura, aunque los matices de color, las texturas, las formas y las composiciones que se dan en los vertederos sean, en muchas ocasiones, comparables al mejor Tàpies o Pollock.
Pero la basura no es arte.
Puede resultar sugerente. Podemos intuir un mensaje poético. Podemos ver una metáfora goyesca y maloliente sobre nuestra negra existencia. Oh, seguro que la vida es una absurda basura para millones de seres humanos. Desgraciadamente.
Pero la basura no es arte.
Hoy todo es arte y todo es cultura. Y cuando todo es arte, nada es arte en realidad. Eso es lo que se pretende: diluir toda frontera, todo límite moral e intelectual. Todo vale. Todo es relativo y, ciertamente, lo es. Porque todo cambia y se acaba y muere.
Este es el único objetivo del “todo vale”: acabar con lo sobrenatural y, en concreto, con Dios
Un cristiano tiene que ser relativista en lo natural y dogmático en lo sobrenatural. Pero los que dicen que la basura es arte están queriendo negar lo sobrenatural.
Este es el único objetivo del “todo vale”: acabar con lo sobrenatural y, en concreto, con Dios. La vía artística para acabar con Dios es acabar con la belleza.
Han convertido la basura en belleza. Y la belleza en basura.
Se delata el “artista” Juan Francisco Casas cuando incluye una imagen de Santa Teresa en un cuadro pornográfico expuesto en la galería Fernando Pradilla.
El “artista” Casas es un tipo honesto, como yo: no esconde sus intenciones. Las expone sin tapujos. Hay símbolos del éxtasis que no son religiosos, ni siquiera cristianos, pero él ha elegido a Santa Teresa. Es una declaración de principios.
El problema de Casas es que no es un artista. Es un buen dibujante. Es un hábil ilustrador. Un artesano.
El cáncer del relativismo y otras perversiones
El problema de Casas es que parte, consciente o inconscientemente, de una determinada posición filosófica previa: aquella que se reivindica desde la modernidad. Es decir, aquella que se basa solo en el subjetivismo y la autonomía absoluta del ser humano; aquella que niega, o pone en duda, la existencia misma de una realidad objetiva, ajena o exterior al espectador, al artista, en nuestro caso.
Cuestionar la existencia objetiva de la realidad, un proceso que inician los franciscanos ingleses en el siglo XIII y que culminan los filosofos empiristas en el XVIII, desemboca en el caótico, y ya citado, “todo es arte” actual.
No entremos en los beneficios que para el mercado del arte –en su sentido más profunda y repugnantemente capitalista- tiene el hecho de poder decidir qué es arte y qué no lo es, y a qué precio, y para qué procesos especulativos.
Consideremos solo las reacciones a semejante derrumbe de las ideas clásicas.
Ortega y Gasset diagnostica la “deshumanización del arte” y María Zambrano clama que hay que volver al principio: se debe recuperar el sentido místico de la música, la armonía de las formas en la pintura, la elegancia en la literatura, y volver a los clásicos porque tienen algo que decir; escribían pensando y pensaban escribiendo.
El Comunismo es una religión en el mismo sentido, en este caso, en que lo es el Cristianismo
Otros postulados, igualmente modernos, serían los de un Valeriano Bozal, notorio comunista, y su defensa de los planteamientos soviéticos en el arte. Cosa interesante, por otra parte, porque vuelve a una cierta interpretación medieval: el arte como proceso teleológico, el arte “al servicio de” una fe. El Comunismo es una religión en el mismo sentido, en este caso, en que lo es el Cristianismo.
El marxismo admite una realidad que debe ser transformada y esto lo hace a la vez dogmático e inteligible. Pero lo negación de la realidad conlleva la equiparación de cualquier teoría del arte y la confusión entre objeto y sujeto.
¿Podemos hablar de nihilismo destruyendo la noción clásica de arte? Desde luego, ni los especialistas Barasch o Tatarkiewicz lo afirman, pero dan valor por igual a teorías contradictorias.
Máximo Borghesi, en “El sujeto ausente”, trata de «la educación y la escuela entre el nihilismo y la memoria», un subtítulo sugerente. Basa la crisis en la destrucción de la tradición, en la eliminación de la figura del maestro como punto de referencia, en la eliminación de los adultos. Esta vaciedad tiene como consecuencia una sociedad basada en la mentira, una sociedad despersonalizada y masificada. Borghesi apela al valor de la literatura y a los clásicos, porque explicaban vivencias y valores vividos, no escribían por escribir –o lo que es lo mismo: no hacían “arte por el arte”-. Propone educar la memoria para mantener aquello que sigue siendo válido, las raíces, y apela al arte como un medio de profundizar en la belleza, un lenguaje maravilloso que nos aproxima a la creación a través de la contemplación y el silencio. Dedica unas páginas a la música, un medio para elevar la mente, para adentrarse en el propio interior y descubrir los anhelos ocultos que están esperando un estímulo para despertar y recuperar la conciencia de ser y de vivir.
Sin certezas culturales tampoco existen las certezas morales, y el relativismo se impone como sistema.
No creamos que se trata de planteamientos “clasicistas”. Un simbolista como Odilon Redon (1840-1916), que rechazaba que se calificara su pintura como espiritualista, sostenía que lo espiritual de una obra no proviene del artista, sino que es una dimensión constitutiva de la naturaleza. De esta naturaleza representada por el pintor, lo espiritual es una parte de la realidad que no sabemos ver. Así, para el artista todo arte consiste en representar lo visible de tal manera que se revele su dimensión invisible.
Sin embargo, desde el racionalismo endiosado del siglo XVIII el hombre se ha convertido en un ser autónomo, dios de sí mismo y defensor de la voluntad general, es decir, de la causa de los totalitarismos.
El arte contra la fe y contra el hombre
Fue una revolución contra la fe cristiana desde el Protestantismo, una corriente laicista beligerante, para desposeer al hombre de su identidad y crear un relativismo vacío que apareció en Francia, se extendió por Alemania y fue llenando el espacio cultural y social hasta llegar a ese “hombre nuevo y redimido”, a ese hombre sin límites que Marx defendía en un paraíso de utopía, de tan utópico inhumano; ese hombre deificado, necesario en sí mismo, que hoy está en permanente crisis de identidad porque eliminó todas las referencias: sin raíces, sin tradición, flotando en un mundo vacío y caótico.
Las teorías del arte, la separación por clases “de arte” y por clases “de artistas/artesanos” empieza a surgir poco después de la destrucción del concepto “realidad objetiva” que culminan Locke y Hume. Kant, Schiller y Hegel lo subjetivizan y lo subliman, asumiendo que, por lo menos, debemos admitir a un sujeto que percibe.
Es curioso que todo ello coincida con el auge de la burguesía y su ansía de poder, que culminará en la Revolución Francesa y el cambio de manos del gobierno: de la aristocracia monárquica a esos mismos burgueses enriquecidos que pagaron las carreras de los ilustrados, todos tan misóginos.
Es necesario ahora destacar la afirmación de Shiner: ni siquiera en el siglo XVII se da una definición de las “bellas artes”; y solo en ese siglo en Francia y España, con la creación de las Academias –un siglo antes en Florencia- y la exención de impuestos a los artistas, se eleva el rango social de los pintores. (Recordemos que el propio Velázquez era mayordomo real).
La dictadura del mercado y la estupidez colectiva
El arte se desliga de la realidad y el artista de su oficio, para entrar en una especie de Olimpo de seres elegidos: los artistas en el sentido moderno, romántico, del término.
Y todo ello porque se estaba pasando del mecenazgo al mercado.
El funcionalismo del arte hasta el siglo XVII y parte del XVIII se demuestra por el hecho evidente de la inexistencia de museos, conciertos o derechos de autor.
Elementos todos ellos que desmarcan a este nuevo concepto de arte “para el mercado” de otros artefactos culturales (Shiner).
El arte tenía una función y un fin: práctico, útil y remunerado. Es también Shiner quien afirma que el arte, en su concepto “bellas artes”, es una invención dieciochesca, no exenta de un matiz evolutivo, ciertamente, pero también rompedora con los conceptos de arte premoderno.
Es decir: la vinculación del nacimiento del concepto “bellas artes” a los cambios filosóficos, políticos y culturales que comienzan a finales del siglo XVIII y que condicionarán toda la actividad del ser humano en Occidente. Naturalmente, no estoy de acuerdo en que sea el único punto de vista válido.
¿Por qué el mercado moderno del arte crece y se hace más especulativo con la pintura?
Y puesto que hoy todo vale en cuanto a producción artística, concepto de arte y teoría del arte, estoy más cerca de María Zambrano o de los planteamientos de la Florence Academy of Art que de los del MOMA. Pero es cuestión de gustos.
Una última cuestión. ¿Por qué el mercado moderno del arte crece y se hace más especulativo con la pintura? La respuesta me la dio un galerista: los lienzos se pueden enrollar y son fácilmente almacenables. No así una escultura, demasiado voluminosa en general. Y no así una partitura, que necesita toda una orquesta para desarrollar su potencial artístico. Un lienzo, en cambio, se transporta con facilidad y su producción puede crecer o decrecer –oferta y demanda- para manipular los precios en el mercado. Cuatro brochazos pueden ser arte. Y muy caro. Una forma rápida como cualquier otra de ganar dinero. Todo vale, repito.
Que el “arte” sea o no pornográfico, inmoral, nihilista o simplemente estúpido son consideraciones menores para el especulador. La Feria Arco es la prueba. Pero ya me he alargado en exceso. Ustedes perdonen.