
En España -y en esto no es nada original nuestro país- hay un artículo en el Código Penal que castiga a quienes hieran los sentimientos religiosos, y ya les advierto desde aquí que en los próximo años se va a usar bastante. Pero no en defensa de la fe mayoritaria, la que nos ha hecho como somos, la cristiana.
Y es que el laicismo es muy de mentirijillas. No es, como se pretende, que el Estado sea neutral ante todas las confesiones religiosas. Es, en realidad, una tapadera para erradicar el cristianismo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPor eso, digamos, los líderes de Podemos quieren cargarse las procesiones de Semana Santa y se ponen a despotricar en redes sociales contra la Navidad, pero es llegar el Ramadán y felicitarles a todos los musulmanes (exigua minoría aún en España) con todo el respeto y el cariño del mundo.
Y hablando de procesiones, ¿se acuerdan de la que organizaron, con el aplauso y quizá algo más de los cuadros podemitas para torpedear las de Sevilla? El objeto que llevaban en anda era un órgano reproductor femenino, que se han pasado siglos acusándonos a los católicos de obsesión por los asuntos de bragueta y ahora parece que todo era lo que los psicólogos llaman proyección. Vamos, que están siempre dándole vueltas a lo mismo.
Pedirle coherencia a los progres es como pedir peras al olmo, un ejercicio fútil. Por eso no haré sangre en la contradicción evidente entre denunciar que el machismo reduce a la mujer a sus órganos reproductores y luego llevar una reproducción de los mismos en procesión.
¿Qué forma hay respetuosa de decir no creo en la fe católica que pasear por Sevilla en Semana Santa unas andas que parodian a la Virgen?
Lo que me interesa contar es que la juez de Instrucción número 10 de Sevilla ha archivado la causa abierta contra cinco personas por esa procesión del 1 de mayo de 2014 convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT), al entender que el no creer en los dogmas de una religión y manifestarlo públicamente entra dentro de la libertad de expresión.
Vamos, que no tenían ninguna intención de herir sentimientos, nada más lejos. ¿Qué forma hay, después de todo, más natural y respetuosa de decir no creo en la fe católica que pasear por Sevilla en Semana Santa unas andas que parodian a las de la Virgen, pero con la sección anatómica de la que hablábamos?
Para la jueza todo es que nadie puede ser obligado a profesar una religión, como si alguien lo pretendiese. Estoy convencida de que la magistrada, en el probable caso de no profesar la religión musulmana, no se sentirá impelida por su condición de kafir a pasear ante una mezquita con, no sé, un cerdo con un turbante o arrancando las hojas de un Corán.
Pero una solo tiene que visualizar mentalmente ese disparate para entender en seguida una de las principales razones para mostrar un respeto rayano en el servilismo hacia la religión de Mahoma, aparte del cálculo político: el miedo. Da igual lo que diga la ley, creo que cualquiera imagina las consecuencias de algo así.
En ningún momento de nuestra historia ha sido más fácil herir con un comentario inocente la finísima sensibilidad de feministas, gays, lesbianas, transexuales y otras víctimas autodesignadas
Son numerosos los grupos políticos que claman contra la tipificación de la blasfemia como delito, asegurando que es una reliquia de tiempos pasados y un ataque legal a la libertad de expresión. Pero yo les puedo asegurar que la blasfemia, lejos de ser un pecado de ayer, escandaliza hoy tanto o más que en cualquier época.
Pasa, claro, que no se le llama blasfemia ni tiene a las cosas santas como objeto. Pero nunca antes había habido que andarse con más cuidado al hablar para no ofender a nadie; en ningún momento de nuestra historia ha sido más fácil herir con un comentario inocente la finísima sensibilidad de feministas, gays, lesbianas, transexuales y, en general, toda una interminable legión de grupos de víctimas autodesignadas.
Pero queda una institución a la que no solo es lícito, sino virtuoso atacar, parodiar, ridiculizar, acosar, azuzar y zarandear: la Iglesia. Lo que hecho contra cualquier otro grupo conlleva castigo o censura, contra la Iglesia tiene premio o, como poco, palmadita en la espalda y risas cómplices.
La Iglesia es el perfecto muñeco de pimpampún, el malo ideal al que abofetear porque pone la otra mejilla en lugar de bombas.