En plena campaña del IRPF, la Iglesia católica, se esfuerza -con razón- en dar a conocer los beneficios que para toda la sociedad tiene que millones de familias cada año le digan de forma voluntaria al Estado que quieren que el 0,7% de sus impuestos sean destinados a sus instituciones.
Esta labor se realiza con gran acierto en líneas generales, aportando datos de forma proactiva, contrastando cifras y respondiendo a las mentiras que se vienen arrastrando desde hace décadas sobre los dineros de la Iglesia.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDe todo este esfuerzo comunicativo, del que es gran impulsor Fernando Giménez Barriocanal, me ha resultado especialmente relevante la enumeración de tres mentiras sobre la Iglesia y la X del IRPF. O mejor dicho, tres desmentidos tan categóricos como serenos.
El primero, sobre las inmatriculaciones. La Iglesia no se ha apropiado de nada que no fuera suyo. Los fieles, con sus recursos, han dedicado tiempo y esfuerzo en levantar miles de ermitas, iglesias y catedrales por toda España, con sus edificios anejos.
El segundo, que la Iglesia no recibe ningún trato de favor. No tiene un régimen fiscal distinto del que tiene cualquier organización no gubernamental que realiza servicios que contribuyen al bien común. La Iglesia está sometida a la Ley de Mecenazgo como cualquier otra institución de estas características. Ni más ni menos.
La X del IRPF, supone para la Iglesia un 25% de sus ingresos. El resto son donativos, colectas, suscripciones y legados. Y mucha austeridad para multiplicar el esfuerzo
La tercera, que el Estado no le da «la paga» o «la semanada» a la Iglesia. No hay ninguna asignación directa en los Presupuestos Generales del Estado para el sostenimiento de la Iglesia. Simplemente, acepta la voiluntad del pueblo, tan invocada en estos tiempos, para recibir un dinero a través del IRPF y entregárselo a la Iglesia, fruto de un acuerdo legal.
La X del IRPF, supone para la Iglesia un 25% de sus ingresos. El resto son donativos, colectas, suscripciones y legados. Y mucha austeridad para multiplicar el esfuerzo.
¿Y la X de Fines sociales?
Insiste la campaña sobre la X de la Iglesia en señalar que no sólo se marque esta casilla, sino la correspondiente a «otros fines sociales». Y ahí es cuando me asalta la duda.
Porque, si bien es verdad que de esa asignación también se nutren organizaciones que hacen un bien inmenso a la sociedad, incluidas ONG de titularidad eclesial, no son pocas las que están entregadas a postulados que, lejos de contribuir al bien común, lo socavan.
Queda en la libertad de los contribuyentes, cristianos o no, valorar cuáles de las cruces marcar. O no.