Resulta curioso, pero casi todas las cosas buenas que pueden decirse de Creed: La leyenda de Rocky, que se estrena este fin de semana, resultan también aplicables a Star Wars: El despertar de la fuerza. Y también lo poco que se puede decir de malo, que se reduce a que no dan demasiado la vuelta a la tortilla, se mueven en territorio conocido sin arriesgar con piruetas que cambien algo lo que el público espera.
40 años después, Sylvester Stallone podría ganar el Oscar al mejor rol secundario
La saga del Potro Italiano arrancó en 1976, mientras que La guerra de las galaxias lo hizo sólo un año después. Ambas fueron saludadas en sus inicios con el reconocimiento de los Oscar, 3 de 10 nominaciones, fue considerada como mejor película la primera, y 6 de 10 para la otra, eso sí, en apartados técnicos. 40 años después, Sylvester Stallone podría ganar el Oscar al mejor rol secundario –única nominación del film–, mientras que Star Wars ve reducidas sus opciones al terreno técnico again, 5.
En plena –y estúpida, dejémoslo claro– polémica sobre el color de la piel de los Oscar, el episodio VII de Rocky desplaza sutilmente la épica y dramática trama pugilística al contexto afroamericano; esto es claro en los nuevos personajes, y en el director, Ryan Coogler, que ya descolló en un magnífico film, inédito en salas comerciales españolas, Fruitvale Station.
El protagonista es Adonis, un joven hijo ilegítimo del antiguo rival y amigo de Rocky, Apollo Creed, que ha tenido una intempestiva adolescencia callejera, hasta que la esposa de su padre, ya fallecido, le acogió en su casa y le dio una educación. Este bagaje le ha marcado, y aunque ahora está preparado para ser un business man, le tiran su genes de boxeador, y eso que arrastra el pesado fardo de un rechazo visceral a su progenitor, del que no quiere usar su apellido. En su decisión de pelear en el cuadrilátero le ayudará como entrenador el legendario Rocky Balboa, que de este modo se convierte en secundario de lujo. Sylvester Stallone borda su personaje avejentado, igual de sencillo y entrañable, pero que necesita de nuevos alicientes para seguir en la pelea nuestra de cada día.
Curiosamente, para los protestones, hemos de señalar que El despertar de la fuerza también tiene un protagonista negro, John Boyega, la diversidad galáctica, vamos, aunque puestos a comparar trabajos interpretativos, nos quedamos antes con el Adonis de Michael B. Jordan que con el Finn del otro actor. Si me pidieran rellenar hoja de reclamaciones de ausencias en las nominaciones, echo en falta más presencia de Creed, pero se ve que la cuota de pelis pertenecientes a saga susceptibles de ser candidatas al Oscar la ha ocupado Mad Max: Road Fury, que, por qué no decirlo, está también muy bien.
No son películas para cínicos. Comparten los episodios VII su tono optimista y vibrante, y unos valores de fondo, además de la reconexión con sus orígenes, la recuperación de lo que hizo grande el inicio de todo, y la entrega del relevo, Harrison Ford y Sylvester Stallone pasan de algún modo el testigo a las nuevas generaciones. En tal sentido, Adonis recuerda al Rocky de los inicios, con sus entrenamientos en modestos gimnasios y en las calles de Filadelfia, y con el primer amor de una chica sencilla y adorable. Y también con el combate climático, donde el protagonista no es el favorito ante el actual campeón, pero que se bate el cobre y aguanta mecha como los mejores.
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