Si hacer reír en el cine es difícil (cuanto cómico ha envejecido mal y ahora nos resulta casposo), transmitir mensaje religioso es casi misión imposible. Porque o las películas caen en lo puramente externo o en la hagiografía más empalagosa.
Por eso, muchas películas de santos son manifiestamente mejorables y no sintonizan con el gran público. Apenas salen del ámbito de las catequesis. El cine religioso está lleno de bodrios indigestos, desde La canción de Bernadette, (sobre Lourdes) con la insufrible Jennifer Jones hasta la española Fray Escoba, sobre San Martín de Porres.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraHay, sin embargo, excepciones, que aúnan calidad cinematográfica y mensaje religioso creíble, alejándose del precipicio de la ñoñería.
Es lo que han pretendido hacer el director filipino Paolo Dy con Ignacio de Loyola, proyecto impulsado por un jesuita filipino a través de Jesuit Comunications Philippines, que se estrenó este verano en España.
La película, protagoniza por el español Andreas Muñoz, recrea las aventuras, amores y desamores del futuro santo cuando era capitán de los Tercios, hasta que fue herido por la artillería francesa en el sitio de Pamplona.
Desgraciadamente, el filme resulta deslavazado y no conecta con el público pese al loable empeño de sus productores.
Proponemos otras siete películas de santos que, a diferencia de Ignacio de Loyola, vale la pena ver por su interés y su riqueza artística y cinematográfica.
Dos sobre la doncella en la hoguera
La Pasión de Juana de Arco.- Tres grandes directores han abordado la figura de la santa guerrera, patrona de Francia: Otto Preminger, con La dama de hierro (1958), encarnada por Jean Seberg –la musa de la Nouvelle Vague, en filmes como Al final de la escapada, de Godard-; Robert Bresson, con El proceso de Juana de Arco (1962), con Florence Delay; y la mejor de todas, La pasión de Juana de Arco, obra maestra del danés Carl Theodor Dreyer, filme mudo de 1927, protagonizado por Maria Falconetti.
Las tres tienen en común que se centran en el proceso a la Doncella de Orleans y se olvidan de las batallitas.
Más pendientes del espectáculo y de la acción exterior están otras versiones, más comerciales pero también más superficiales, como la Juana de Arco protagonizada por Ingrid Bergman en 1948; o la Juana de Arco protagonizada por Mila Jobovich (en 1999), bajo la dirección de Jean Luc Besson.
Pero las dos que recomendamos son las mencionadas El proceso de Juana de Arco del francés Robert Bresson, que arranca belleza de la concisión y la austeridad; y la emocionante La Pasión de Juana de Arco de Dreyer, con la asombrosa interpretación de María Falconetti.
La espada y la cruz, normandos y sajones
Beckett.- Se basa en la obra teatral de Jean Anhouil, Beckett o el honor de Dios, y trata de Thomas Beckett noble sajón, amigo del rey normando Enrique II Plantegenet, en la Inglaterra del siglo XI. Compañeros juveniles de juergas, todo cambia cuando a Thomas le nombran obispo y surge el inevitable e interminable enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado.
El personaje, canonizado como Santo Tomás de Canterbury, mereció un poema de T.S. Eliot “Asesinato en la catedral”
Dirigida por Peter Glenville, la película descansa sobre las excelentes interpretaciones de Richard Burton –como Beckett- y Peter O`Toole –como Enrique II-.
El personaje, que fue canonizado como santo Tomás de Canterbury, mereció una soberbio poema de T.S. Eliot “Asesinato en la catedral”, donde narra su martirio a manos de tres caballeros normandos.
Tomás Moro: ¿el cargo o la conciencia?
Un hombre para la eternidad.- Sin énfasis, pero con la elegancia de un clásico como Fred Zinnemann (Sólo ante el peligro, De aquí a la eternidad), el filme recrea la pugna entre Tomás Moro, canciller de Inglaterra, y el rey Enrique VIII; así como el conflicto de conciencia que se le plantea al primero, a raíz del adulterio del monarca con Ana Bolena.
El rey pretendía que el Papa aprobara su divorcio de Catalina de Aragón. Y el político y humanista quería ser fiel al soberano, pero no traicionar sus convicciones.
No estamos ante un santo milagrero y con aureola, sino ante un político con los pies en el suelo, que tiene miedos y dudas, y que debe decidir en conciencia. Muy cercano, en ese sentido, a los espectadores del siglo XXI.
Basada en la obra teatral de Robert Bolt (guionista, entre otras de la película Doctor Zhivago), Un hombre para la eternidad no sólo es una obra maestra, sino una de las más inteligentes aproximaciones a la santidad.
Thérèse, la monja adolescente
Thérèse.– Sugestivo acercamiento a la figura de Teresa de Lisieux, popularmente conocida como Teresita del Niño Jesús, monja adolescente francesa, que murió con solo 24 años, en 1897.
”Thérèse” no es una película: es una obra de arte que refleja la Historia del Alma de Teresita de Lisieux
Dirigida por Alain Cavalier, en 1986, se estrenó en España con más de 20 años de retraso. Lo cual es inexplicable porque Thérèse no es una película: es un retablo, una obra de arte, que refleja muy bien la Historia del Alma de Teresita de Lisieux.
La interpretación de Catherine Mouchet, entre el candor ‘teenager’ y la profundidad de un alma delicada, es sobrecogedora. Algunos críticos la han comparado a la de María Falconetti en La pasión de Juana de Arco.
Rita de Casia: Entre los Soprano y Juego de Tronos
Rita de Casia La vida de esta santa italiana del siglo XIV es una auténtica novela de aventuras y un dramón que deja pequeño a los mejores seriales de Netflix.
Nacida en la Italia de la Baja Edad Media, Margherita (Rita) Lotti se casó con Paolo Manzini un mercenario bastante violento. Tanto que la joven se planteó dejarlo, pero su madre le convenció de que le quisiera y le comprendiera. Lo hizo hasta el extremo de que el marido dejó la vida de asesinatos y venganzas que llevaba.
Pero cuando ya lo había conseguido, unos sicarios acabaron con Paolo. Rita perdió luego a sus dos únicos hijos e ingresó en un convento.
Todo ello está contado como una serie al estilo de Juego de tronos. De hecho, se trata de una miniserie italo-anglo-alemana de las productora RTI, Lux Vide, dirigida por Giorgio Capitani. Pero posee fuerza dramática y el personaje de Rita (interpretado por Vittoria Belvedere) resulta francamente convincente.
Mártires de Argelia en el siglo XX
De dioses y hombres Estrictamente, los cistercienses franceses ejecutados por los islamistas en Argelia, en 1996, no son santos porque no han sido canonizados, pero todo indica que murieron mártires de la fe, y quizá un día la Iglesia los eleve a los altares.
Es imposible no sentir el miedo y la angustia de este grupo de monjes, y de palpar en esos primeros planos de sus rostros la fragilidad y hasta la duda.
La película de Xavier Beauvois que recrea los últimos días de esta pequeña comunidad de religiosos tiene hechuras de documental, lo cual le dota de inusitadas fuerza y realismo.
Es imposible no sentir el miedo y la angustia de este grupo de monjes, y de palpar en esos primeros planos de sus rostros la fragilidad y hasta la duda.
¿Estaremos haciendo el primo quedándonos en esta región perdida de Argelia, mientras los terroristas se acercan? ¿Somos héroes o más bien imbéciles? ¿No hemos cumplido ya con creces con nuestra vocación religiosa, no nos estaremos pasando de listos aceptando el sacrificio de nuestras vidas que quizá Dios no nos pide?
Sin embargo, los cistercienses decidieron quedarse. Fueron secuestrados por los islamistas y posteriormente exterminados. La descripción de su última cena, la noche en la que van a ser capturados, evoca la de Cristo y es sencillamente conmovedora.
Como contaba Carlos Boyero en El País: “Sales conmovido con la historia de estos religiosos. Palabra de agnóstico”.