“La muerte de Stalin”… y de la sátira política: Dificultades para el género en el cine y las series

    Vivimos tiempos de mediocridad política, los líderes parecen caricaturas de sí mismos, de modo que una forma de poder ejercer la sátira sobre el ejercicio del poder consiste en mirar al pasado, como acaba de hacer la valiosa película “La muerte de Stalin”.

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    Fotograma de 'La muerte de Stalin', del cineasta Armando Iannucci.
    Fotograma de 'La muerte de Stalin', del cineasta Armando Iannucci.

    Acaba de estrenarse en las salas de cine La muerte de Stalin, película del escocés especialista en sátira política Armando Iannucci, que adapta un cómic de Thierry Robin y Fabien Nury, disponible en España a través de Norma Editorial. Provocar risas a partir de tan siniestro personaje no parece a priori tarea fácil, aunque exista el muy ilustre precedente de El gran dictador (1940), donde el genial Charles Chaplin parodiaba nada menos que a Adolf Hitler. Iannucci logra en este sentido un raro equilibrio a propósito de las reacciones disparatadas en el politburó soviético, tras la repentina muerte de Stalin.

    El director y guionista no escamotea las purgas que se llevaron por delante a millones de personas, pero sabe aludir a ellas con gracia y buen gusto, por ejemplo a la hora de buscar médicos que certifiquen la muerte del tirano, pues los mejores han terminado con sus huesos en Siberia; o combinando las imágenes de una redada con el propósito imaginable con otras en que se recluta a la fuerza espectadores para la repetición de un concierto, el caprichoso Stalin quiere una grabación del que acaba de emitir Radio Moscú y ésta no se ha realizado.

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    El modo torpe en que vemos a Nikita Khrushchev conspirando con Georgy Malenkov, Vyacheslav Molotov y compañía para quitarse de en medio al “carnicero” Lavrenti Beria no tiene desperdicio, parecen personajes salidos de Ninotchka, la grandísima película de Ernest Lubitsch. Los casi siempre secundarios Steve Buscemi, Jeffrey Tambor, Michael Palin y Simon Russell Beale realizan unos trabajos excelentes.

    Escena de la película satírica "La muerte de Stalin".
    Escena de la película satírica «La muerte de Stalin».

    Iannucci estuvo nominado al Oscar al mejor guión original gracias a In the Loop (2009), corrosiva película que sabía dar varias vueltas a la idea que soltaba uno de los personajes, asesor del premier británico, de que “la guerra resulta imprevisible”. El mundo de los trepas políticos, profesionales de “el poder a cualquier precio”, quedaba muy bien reflejado, su cinismo era puesto muy apropiadamente en la picota. Como también ocurre en su popular serie televisiva Veep, que ya ha conocido seis temporadas, y que protagoniza con mucha gracia Julia Louis-Dreyfus. Ella da vida a Selina Meyer, vicepresidenta a su pesar, pues aspiraba al puesto número uno de la Casa Blanca, y que ve cómo sus proyectos no acaban de ver la luz, lo que no deja de procurarle cierto grado de frustración.

    Trump “toma las cosas y las exagera y retuerce hasta convertirlas en absurdas, que es justo lo que la mayoría de los cómicos harían para responderle”. O sea, con su modo de hacer en las redes sociales, no deja espacio para la broma

    Los capítulos de menos de media hora de esta serie destacan por su ritmo vertiginoso, con frases agudas y cortantes pronunciadas a gran velocidad, por Selina, los miembros de su equipo, o los políticos con los que toca lidiar. Con asumida exageración, igual se aborda una crisis por supuesto embarazo de la protagonista por un ligue no oficial, que el despido de un agente que vela por su seguridad, porque tenía una sonrisa molesta.

     Julia Louis-Dreyfus protagoniza la serie 'Veep'.
    Julia Louis-Dreyfus protagoniza la serie ‘Veep’.

    El problema surge cuando la realidad supera a la ficción. Recientemente preguntaron a Iannucci si le gustaría rodar una película sobre el presidente Donald Trump. Respondía el cineasta escuetamente “encuentro difícil hacer chistes sobre él”.

    Puede resultar sorprendente este comentario, pues Trump es uno de los políticos más imitados en la actualidad. Alec Baldwin lo hace en Saturday Night Live, y hasta Meryl Streep se ha travestido para interpretarle. Pero, se explicaba Iannucci en otra ocasión, Trump “toma las cosas y las exagera y retuerce hasta convertirlas en absurdas, que es justo lo que la mayoría de los cómicos harían para responderle”. O sea, con su modo de hacer en las redes sociales, no deja espacio para la broma, que se reserva para sí mismo.

    No es el único, no hay más que ver la deriva actual de la política en Cataluña. Los memes de Carles Puigdemont escondido en una maceta apenas logran hacer sonreír, cuando el propio político juega al esperpento deteniendo su vehículo en medio de un túnel, se fuga y exilia en Waterloo, o juega a la no-declaración de independencia.

    Faltan líderes, y sobra mediocridad. Siempre cabe la parodia de la pura imitación del político, como José Mota emulando al rey, a Rajoy, a Sánchez, a Rivera, a Iglesias. Pero cada vez es más larga la lista de los que se empeñan en actuar -o mejor, en no actuar-, dejándose en el camino la dignidad, convirtiéndose ellos en un chiste malo. Y sobre esto, apenas caben las bromas.

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    Zaragozano, ingeniero de telecomunicación, crítico de cine. Director de decine21.com. Ha dirigido las revistas Cinerama, Estrenos y DeVíDeo. Autor de numerosas críticas, entrevistas y ensayos relacionados con el Séptimo Arte, ha publicado un buen puñado de libros de cine, entre los que destacan "Escritores de cine" y "En busca de William Wyler".