La economía se ha convertido en la reina de nuestro mundo. Casi todo lo que se hace o se deja de hacer se justifica con argumentos materiales, como los beneficios y el PIB.
Y no digo que el tendido de líneas ferroviarias de alta velocidad o la construcción de aeropuertos no tengan que pasar, antes de aprobarse, por un estudio sobre el coste y los ingresos esperables. Pero tampoco creo que el juicio sobre todas las actividades humanas deba reducirse al ‘cuánto cuesta’.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraCon la excusa de la rentabilidad, los obispados han conseguido expulsar lo espiritual de las catedrales españolas al convertirlas en parques de atracciones para turistas, que pasean por el interior de los templos como si estuvieran en un chiringuito playero. Y el ridículo ‘vienen a pagarnos las pensiones’ suena en todas las tertulias aplicado a los manteros y a quienes violan por la fuerza las fronteras nacionales.
La ‘joven’ Rosa María Mateo, que prometió una RTVE “plural e independiente”, ha ordenado remociones por teléfono y en vacaciones
Sin embargo, ningún argumento económico o de éxito se ha aplicado en RTVE cuando han irrumpido en ella rojos y morados. En su discurso como candidato a la presidencia de Gobierno, Pedro Sánchez repitió varias veces que en España hay “urgencias sociales, medioambientales, territoriales largamente postergadas” y también que “es necesario afrontar urgencias que no admiten la más mínima demora”.
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Ya estamos viendo cuáles son esas ‘urgencias’, como las ‘emergencias’ de Podemos. Los niños en riesgo de desnutrición, los jubilados que reclaman prensiones ‘dignas’ (¡también la dignidad se mide en dinero!), los desahuciados, los parados de larga duración, la corrupción, el fracaso escolar… todo ello queda apartado por la inseminación de lesbianas a cargo de la sanidad pública y el reparto de enchufes en RTVE.
La aristocrática Ana Pardo de Vera, directora del diario digital Público, reveló en su cuenta de TW que Pablo Iglesias le telefoneó para decirle que Sánchez le había cedido el nombramiento de los cargos de RTVE, en una de las retribuciones por el voto favorable en la moción de censura. ¡La independencia y el pluralismo de la televisión pública, la de todos y todas!
Las subidas de la audiencia de sus programas y hasta la adhesión a las protestas contra el PP no han salvado a muchos de los destituidos de RTVE
Este verano, desde el nombramiento como administradora única de RTVE de la socialista Rosa María Mateo, esa joven promesa del periodismo que empezó su carrera en la RNE franquista, la izquierda ha entrado en Prado del Rey con la guillotina. La censura ya ha llegado y ha metido en el cajón un reportaje sobre Pedro Sánchez y no ha informado del maravilloso empleo encontrado por esa gran profesional que es Begoña Gómez.
La depuración ha afectado no solo a los directores, cosa hasta cierto punto comprensible (son cargos de confianza), sino a los presentadores. De nada han servido a los guillotinados sus datos de audiencia.
Han caído Víctor Arribas, que subió la audiencia del telediario 24 horas, y Raquel Martínez, cuyos telediarios del fin de semana, incluso el último, fueron los más vistos desde hace meses. A la periodista palentina no le blindó el haberse vestido de negro para unirse a las protestas organizadas por el sindicato de izquierdas que domina RTVE contra el PP. Se le comunicó su nuevo destino durante sus vacaciones y por teléfono. En un ejemplo de la valentía que suele adornar a los funcionarios, ha callado ante el atropello cometido con ella y su equipo.
También ha habido ocasión para las venganzas. A Sergio Martín se le incluyó en la lista negra desde que hizo una entrevista a Pablo Iglesias en que no babeó ante el amigo de Hugo Chávez y Cristina Kirchner. Los removidos y despedidos, si incluimos tertulianos y colaboradores, supera el centenar. Hay mucho estómago agradecido que colocar y mucha cuenta que ajustar.
En uno de los actos más claros de la hipocresía de la ‘Prensa de Kalidá’, El País recurrió a su habitual doble vara de medir, la de “lo que hago yo es justo y bueno, lo que haces tú es horrible y fascista”. Hace seis años, al poco de llegar Rajoy al Gobierno, una redactora, Rosario G. Gómez, calificó las destituciones y cambios en RTVE como “Purga”; hace unas semanas, la misma ‘profesional’ recurrió a La palabra “Relevo”. No son periodistas; son soldados… bueno, mercenarios.
Ana Pardo de Vera, directora de Público, reveló que Pablo Iglesias le dijo que Sánchez le había cedido el control de RTVE
Sin embargo, me sorprende la insistencia de la izquierda en tomar RTVE como si fuera el Palacio de Invierno. Los medios tradicionales cada vez están más desprestigiados y tienen menos audiencia. No hemos llegado al punto de Estados Unidos, donde muchas entrevistas y exclusivas de deportistas y senadores salen en medios digitales antes que en la prensa de papel y las televisiones, pero vamos por ese camino.
En los años del pujolismo, la prensa catalana, El Periódico y La Vanguardia, no revelaron la corrupción del 3% (que en realidad era un 4%) ni la de la ‘famiglia’ Pujol-Ferrusola. Esa función purificadora correspondió a la prensa ‘de Madrit’, y no toda. Por eso, La Vanguardia, que en los últimos años del franquismo era el periódico generalista más vendido de España, con más de 200.000 ejemplares de venta, se ha desplomado hasta los 21.000, y sobrevive gracias a las subvenciones del poder público.
La audiencia de los informativos de RTVE ha bajado un 40% desde 2008. Si no crean opinión, ¿por qué la izquierda se empeña en controlarlos?
Lo mismo le ocurre a los informativos de las televisiones. Su descenso en audiencia absoluta es constante. Por ejemplo, en el año 2008 los informativos de TVE fueron los primeros de las televisiones de ámbito nacional con más de 4 millones de audiencia, mientras que en la temporada 2017-2018 marcaron 2.225.000 espectadores, también como los más vistos. Una caída superior al 40%. Sin embargo, RTVE celebró el registro porque era el mejor de las últimas seis temporadas. O sea, que las demás televisiones están peor.
¿A qué se debe entonces esta obcecación en controlar RTVE? Por dos motivos.
El más evidente, porque es una recompensa para sus ‘guerreros’ más serviles y fanatizados, como Andrés Gil, Ana Pardo de Vera, Cristina Fallarás y Rosa María Artal, con bicocas, donde podrán ejercer los placeres de la izquierda: cobrar mucho dinero público y depurar enemigos de clase. Por otro lado, apoderarse de los negocios que hay alrededor de RTVE; es decir, las capitalistas subcontratas. Ya dijo Íñigo Errejón que Podemos tenía que montar una “estructura económica autónoma”, donde enchufar a los ‘apparatchiks’ cuando perdieran los enchufes en la cosa pública.
Pero la ocupación y ‘doma’ de las instituciones públicas, con sus plantillas y presupuestos, viene de antiguo. En un libro sobre el comportamiento del PSOE en RTVE, el periodista Mauro Muñiz escribió que ésta “de pronto, desde 1983 se convirtió en un club de influencias, de dineros transmisibles, de cesiones, en fin, de tráfico de influencias rentables para los amigos”.
Atentos a las pantallas y al rastro del dinero.