
Os lo prometo. Hubo un tiempo en que cuando un redactor de El País entraba en un salón parecía que hubiese entrado Clint Eastwood con su poncho. El político, ejecutivo, empresario, editor, banquero, general, escritor, diplomático y similares que estaba hablando contigo te dejaba como si fueses el camarero de las coca-colas recalentadas y se acercaba al recién llegado, al que sólo le faltaba apagar el puro en la moqueta.
Eran los años en que el editor y el director de El País aparecían entre los diez españoles más influyentes. Los años en que Juan Luis Cebrián exigía en sus editoriales la cabeza del ministro José Barrionuevo, y cuando su amigo Felipe González respondía que no podía destituirle porque le pidiese un periódico, el director replicaba: “Es que no la pide un periódico, la pide El País”.
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Ese tiempo, como las rosas de Rilke, ha pasado definitivamente. En la mejor descripción que contienen sus memorias, Leopoldo Calvo-Sotelo coloca a un ministro colgado a un teléfono y recorriendo la circunferencia que tenía por radio el cable “como un perro atado describe la órbita que le permite la cadena”. Se decía, añadía, que “siempre, al otro lado del hilo, había un periodista y que el periodista, casi siempre, era de El País”.
Ya ningún periódico vende más de 100.000 ejemplares
¿Queréis números? Ya ningún periódico vende en España por encima de los 100.000 ejemplares. El País bajó de esa cifra en marzo y se quedó en los 96.000, según la OJD.
Pero más importante que las ventas y la difusión (ese truco de los departamentos de márketing para vender la publicidad más cara) son esos factores inmateriales que se llaman influencia y prestigio, como los satélites de Marte se llaman Miedo y Terror.
En España todos los periódicos quieren ser como El País, progres, respetados y temidos
La prensa de Estados Unidos hizo el ridículo el año pasado cuando fue incapaz no sólo de hacer que los norteamericanos eligiesen a su candidata, sino, además, de pronosticar la victoria de Donald Trump. Desde entonces, cuantos más espías y ‘hackers’ rusos descubre en la Casa Blanca, más destruye su menguante autoridad.
En España todos los periódicos quieren ser como El País, progres, respetados y temidos. La consecuencia es que muchas veces parecen el mismo hasta en las portadas: en Cataluña no pasa nada, el Gobierno nos protege, en Alepo los rusos bombardean hospitales y en Mosul sólo mueren islamistas malos, el terrorismo yihadista refuerza a los europeos, Macron es independiente…

Para mí el acontecimiento más importante de las últimas semanas que me revela cómo la prensa de papel se encamina hacia su irrelevancia es la elección de Pedro Sánchez por los militantes del PSOE. Hace 20 años no había ningún progre sin su ejemplar de El País debajo del brazo para saber qué tenía que pensar, como hoy no hay ningún adolescente sin su iPhone.
El País, que desde su fundación en 1976 lleva dando más órdenes a toda la sociedad española que una madre vasca a sus hijos y su marido, señaló claramente en varios editoriales que los militantes socialistas debían votar a Susana Díaz.
El País: “El proyecto de Pedro Sánchez aspira más a saldar cuentas con un pasado y sus traumas que a mirar al futuro”
En el editorial que bendijo laicamente la salida de Sánchez de la secretaría general del PSOE, sostuvo que éste “ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso”.
Y en el que juzgó el debate entre los tres candidatos afirmó que “el proyecto de Pedro Sánchez aspira más a saldar cuentas con un pasado y sus traumas que a mirar al futuro”.
Sánchez es como Trump
A pesar de semejantes cañonazos, casi 75.000 militantes desobedecieron al principal creador de opinión de España y eligieron al condenado.
El periódico, que nunca se ha caracterizado por saber perder, recibió al reelecto Sánchez colocándole con los más detestados por sus propietarios: los británicos que apoyaron el Brexit, los colombianos que votaron no en el referéndum, Donald Trump y Podemos. Sólo faltó Marine Le Pen. Los editores, borrachos de soberbia, siguen sin enterarse de nada.
A la vista del éxito que tuvo la campaña contra Sánchez por parte de El País, cabe pensar que después de este otro editorial los apoyos de Sánchez en el PSOE habrán aumentado unos pocos más, siquiera por repugnancia ante esta chulería.
El consejo que le ha dado Salvador Sostres a los socialistas ‘de orden’, de “matar a Sánchez” usando como navaja El País repitiendo la ejecución de José Borrell, servía antes. Hoy no. No cuando se da más risa que miedo.
Bueno, todavía hay algunos en España que hacen caso a los editoriales de El País y temen aparecer en ellos: los mandamases y militantes del PP.