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Merecía una película / Lady Smith, de Badajoz a Sudáfrica, pasando por la batalla de Waterloo

Juana María de los Dolores de León

Juana María de los Dolores de León

La España del siglo XIX ha dado una heroína romántica y cosmopolita, Eugenia de Montijo, casada con Napoleón III. Pero no menos romántica es la peripecia de otra española, un huérfana de Badajoz que se casó con un general del Ejército del duque de Wellington y que, convertida en Lady Smith, dio nombre a dos ciudades sudafricanas.

Se trata de Juana María de los Dolores de León, nacida en Almendralejo en 1798, que recorrió medio mundo de la mano de su marido, Harry Smith, desde las campañas británicas en la Guerra de la Independencia española hasta la India, pasando por la batalla de Waterloo, desfilando al son de los pífanos, cuando la estrella de Napoleón declinaba y el Imperio Británico tomaba el relevo de la hegemonía mundial.

Nada de eso hubiera podido imaginar la pequeña Juana cuando deambulaba por la bombardeada Badajoz. La ciudad acababa de serle arrebatada a los franceses por las tropas del general Wellington. Juana y su hermana pequeña temían que la soldadesca abusara de ellas y buscaron protección en algunos oficiales acampados fuera de las murallas.

Uno de ellos era Harry Smith, brigada-mayor del regimiento de exploradores de élite 95th Rifles. Según cuentan, el oficial, once años mayor que ella, le despojó la mantilla que cubría su rostro y le preguntó su nombre y su edad. Y el flechazo fue mutuo e inmediato.

Se casaron poco después, con la aprobación del Duque de Wellington, y permanecieron juntos durante medio siglo, hasta que Harry Smith falleció en 1860.

Juanita, como la llamaban todos, incluido Wellington, no separó ni a sol ni a sombra de Enrique –como llamaba ella a su marido-

Juanita, como la llamaban todos, incluido Wellington, no separó ni a sol ni a sombra de Enrique –como llamaba ella a su marido-, incorporada al Ejército británico, hasta el final de la campaña española contra los franceses.

Durante ese tiempo vive prácticamente a caballo y duerme en tiendas de campaña. “Sangre y fuego, agotadoras marchas, noches embarradas y a la intemperie…” escribe Francisco La Moneda, “Se desvive por los enfermos y se niega a quedarse en retaguardia, para estar siempre junto a la tropa, animándoles, escuchándoles, cantándoles… Su marido escribiría: “tan malvados como parecen estos soldados, no habría ni uno que no estuviera dispuesto a dar la vida por ella”. Continúa diciendo: Ella “es lo único sobre la tierra a lo cual me sujeto y depende mi vida”.

Henry George Smith

Acompañó a su esposo en las batallas y asedios de África y Asia (India), Europa (España y Portugal). Entró victoriosa con el duque de Wellington en 1813 en Madrid, y en 1815 con el victorioso general, en París.

A diferencia de otras heroínas del periodo napoleónico Juana León se quedó sin película. La tuvieron la condesa Walewska, interpretada por Greta Garbo en la pantalla; o Lady Hamilton, la amante del almirante Nelson –Vivien Leigh y Laurence Olivier respectivamente-.

Donde sí pervive Lady Smith es en los libros. Nada menos que Salvador de Madariaga la incluye junto a Rosalía de Castro o Catalina de Aragón en su ensayo Mujeres españolas (Ed. Espasa). 

Otro libro, en este caso biografía novelada, es Lady Smith, pasión y valor en tiempos de guerra, (Ed. El Andén) 

escrito por Mabela Ruiz-Gallardón, profesora de Filosofía Jurídica y prima del ex ministro de Justicia del mismo apellido.

Pero queda material de sobra para otros creadores. Se podrían escribir unos ‘Episodios Internacionales’, al galdosiano modo, con todas las campañas de Lady Smith, porque cada una de ellas daría para una novela o una película. Con la excepción del periodo de la guerra anglo-americana de 1812, acompañó a su marido a todos sus destinos.

Fue testigo privilegiado de la Historia. Desde la Guerra de la Independencia hasta la batalla de Waterloo.

Juana se encontraba en Bruselas cuando el 18 de junio de 1815, ya se daba por derrotada la coalición de ingleses, prusianos y holandeses a manos del ejército napoleónico. Las esposas de los oficiales britanicos temían por la vida de sus maridos. Y se llegó a decir que Harry Smith había perecido.

No creyó que marido hubiera perecido en Waterloo y recorrió a caballo los 65 kilómetros que había hasta el campo de batalla

Juana no se lo creyó. Ensilló un caballo y recorrió los 65 kilómetros entre Bruselas y el campo de batalla. Llegó dos días más tarde, el 20 de junio.

El espectáculo era dantesco. Por un lado, tumbas cavadas, por otro, restos humanos desmembrados y esparcidos, cinturones, mochilas, fusiles desmochados y botas y casacas revueltas en barro y sangre.

Pero seguía sin creerse la muerte de Harry. Y ella misma relata: «Comí algo y me acosté hasta la primera luz diurna del siguiente, 21 de junio, en el que me apresuré hasta Bavay con ayuda de mi maravillosa yegua de pura raza. Me encontré primero con Sir John Lambert, quien me indicó dónde podía encontrar a Enrique. Hasta que lo vi no podía persuadirme a mí misma de que estaba bien, tal impacto había tomado en cada uno de mis pensamientos y sentimientos el horror pasado».

Sello conmemorativo de la batalla de Waterloo

Posteriormente, la joven extremeña se trasladó con su marido a Jamaica, donde Harry Smith fue destinado como encargado militar. Ella dedica sus días a visitar enfermos y viudas de soldados  fallecidos.

En 1828, comienza su aventura en Sudáfrica. Su marido fue destinado a Ciudad del Cabo. Era la primera residencia fija que tenía Juanita después de casi dos décadas de vida nómada. Durante doce años pudo tener cierta estabilidad, mientras Harry participaba en las campañas contra las tribus del interior de la colonia.

Pero aún le aguardaban nuevas aventuras en otro destino del Imperio Británico. Desde la Colonia del Cabo partieron rumbo a La India en 1840. A punto estuvieron de naufragar en el océano Índico.

En una de las batallas contra los rebeldes sijs, en Aliwal, Juana tuvo otra actuación destacada al salvar la vida de todas las esposas de los oficiales ingleses, lo que le valió una “estrella de otro” que su marido, le impuso. Y éste, por su parte, fue nombrado caballero de la Reina, barón de Aliwal. Y su esposa española empezó a ser llamada Lady Smith.

En 1847 vuelta a Sudáfrica, donde sir Harry Smith iba en calidad de gobernador de Ciudad del Cabo. Cuando cumplió los 65 y fue relevado del cargo, el matrimonio vivió otra escena memorable. La ceremonia de despedida, duró varios días ya que los nativos llamaban y se lamentaban en la puerta de su casa.

Lady Smith se hacía querer porque, según cuenta Francisco La Moneda, carecía de la prepotencia británica. Era cercana, entrañable; amaba al ser humano (negro o blanco, mendigo o rey), y lo demostró toda su vida.

A los ocho años de regresar a Inglaterra, Harry falleció, a los 73 años, y Juana le sobrevivió doce años. Llevó una vida sencilla y retirada, con una pensión de 500 libras que le concedió el Parlamento británico en reconocimiento por los servicios prestados por su marido.

Dos ciudades de Sudáfrica llevan su nombre, la más grande, de 250.00 habitantes, al pie de los montes Drakensberg

Dos ciudades de Sudáfrica llevan el nombre de Ladysmith en su honor, la más grande de 250.000 habitantes, al pie de los montes Drakensberg, en la ruta del oro y de diamantes.

Y en Vancouver (Canadá), antigua Columbia británica, existe desde 1904 otra poblacion que lleva su nombre.

Juanita falleció en la ciudad de Hasting en 1872, a los 74 años. Su cuerpo descansa para siempre junto a su marido, en Whittlesey, el hombre con el que vivió una vida de novela y que dejó dicho de ella lo siguiente: “Estaba dotada de un sentido del honor que no superó jamás ningún caballero en los días más románticos de la caballería”

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