El cine inglés tiene su Dunquerque -a punto de estrenarse en España-; y los americanos su El día más largo o Salvar al soldado Ryan -dos de las versiones del Desembarco de Normandía-
Pero los españoles contamos con otra batalla tan decisiva como el Día D: la de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), en la que la unión de varios reinos cristianos asestó un golpe crucial a los almohades -guerreros fundamentalistas venidos del Norte de África- y dejó expedito el camino para atacar Andalucía y conquistar -medio siglo después- Sevilla, por Fernando III el Santo.
Tanto por su relieve histórico, como por la singularidad y variedad de sus protagonistas, las Navas daría para una superproducción hollywoodiense, al estilo de la épica El Cid, de Anthony Mann, con Charlton Heston en el papel de Rodrigo Díaz de Vivar.
Tiene episodios controvertidos y poco conocidos, como el acoso de caballeros franceses a judíos hispanos, diálogos de cine como el del rey Alfonso VIII con el arzobispo Ximénez de Rada, o escenas espectaculares como el asalto del rey Sancho de Navarra a la muralla de guerreros y cadenas del emir Miramamolín.
Creían en sí mismos y en sus valores y no les tembló el pulso al defender su patria con la espada. ¿Igual que ahora?
Y no sólo eso. El eco de aquella batalla del siglo XIII llega hasta nuestros días con un par de lecciones morales: que los reyes cristianos de España aparcaron sus diferencias y se unieron frente a la amenaza de los almohades; y que no tenían complejos frente a los invasores. Creían en sí mismos y en sus valores, y no les tembló el pulso al defender su patria con la espada. ¿Igual que ahora?
Sintetizamos nueve aspectos del acontecimiento histórico que conmemoramos.
Yihadistas venidos del Norte de Africa.-
Primero fueron los bereberes de Muza y Tarik, que invadieron la Península, en el 711, imponiendo la sharia y aplastando con impuestos a quien no abrazaba al islam. Después, en sucesivas oleadas, otras invasiones contribuían a afianzar los reinos musulmanes de la Península, como fue el caso de los almorávides, a finales del siglo XI, que fueron frenados por el Cid.
Los almohades llegaron a comienzos del siglo XIII, aún más aguerridos y mejor organizados que los anteriores, “un mar de hombres” según refieren las crónicas que amenazaban con arrasar los reinos cristianos de Castilla, León y la Corona de Aragón.
Los nuevos invasores habían logrado una primera victoria en Alarcos (Ciudad Real), en 1195, pero en 1211 se había acercado peligrosamente a los montes de Toledo, al tomar el castillo de Salvatierra, con lo que la frontera cristiana corría serio peligro.
Mandaba las tropas almohades el emir Muhammad An-Nasir, más conocido por los cristianos como Miramamolín (la palabra deriva de la adaptación fonética de su apodo «Amir al-Mu’minin», ‘príncipe de los creyentes’ en árabe).
Una cruzada sin ir a Tierra Santa.-
Tan apurada era la situación que el rey Alfonso VIII de Castilla pidió ayuda al papa Inocencio III, que llamó a la cruzada contra los musulmanes, y logró que Pedro II de Aragón y Sancho VII El Fuerte de Navarra le secundaran en su ofensiva. También se sumó Alfonso II de Portugal.
Porque era una cruzada en toda regla. El papa decretó un ayuno de tres días para pedir a Dios la victoria cristiana. Y concedió bulas e indulgencias a los caballeros de toda Europa que se sumaran a la cruzada.
70.000 cristianos frente a más de 100.000 musulmanes.-
A pesar del llamamiento del papa y de los esfuerzos de los reyes cristianos por formar una tropa numerosa, la desproporción de fuerzas era manifiesta. Los cristianos no pasaban de los 70.000, en tanto que las fuerzas del emir Miramamolín superaban los 100.000 (algunas fuentes hablan de 200.000).
Se estima que en el curso de la batalla murieron alrededor de 20.000 árabes y 12.000 cristianos.
Los caballeros extranjeros la tomaron con los judíos.-
Otro episodio no menos cinematográfico es el de los caballeros europeos que se unieron a la cruzada. La mayor parte eran franceses. Pero muchos de ellos ni siquiera intervinieron en la batalla. En parte por la ausencia de perspectivas de botín, en parte por lo adverso que se presentaba el choque contra los almohades.
Los caballeros castellanos tuvieron que salir en defensa de los hebreos, lo cual desmonta tópicos sobre los españoles y los judíos
Y en parte también por los altercados que provocaron. Resulta que muchos de ellos se dedicaron a perseguir y matar a judíos. Tras las tomas del castillo de Malagón y el de Calatrava, los cruzados ejecutaron a toda la guarnición musulmana, cuando la costumbre en Castilla era forzar la capitulación y dejar que los moros se fueran.
Los caballeros castellanos tuvieron que salir en defensa de éstos. Otro episodio que desmonta tópicos sobre los españoles y los hebreos.
La leyenda de San Isidro Labrador.-
Como todo relato épico, las Navas tuvo su episodio legendario. Al parecer, un pastorcillo, probablemente mozárabe, llamado Martín Halaja, dio pistas a la hueste cristiana para llegar, a través de un paso de Sierra Morena, hasta las fuerzas musulmanas sin ser vista. Llegaron hasta las inmediaciones de la actual Santa Elena (Jaen), donde se desarrolló la batalla.
Cien años más tarde numerosos autores comenzaron a identificarle con San Isidro. La Iglesia no se ha pronunciado al respecto. De hecho, algunos autores creen que pudo ser un cristiano de aquella zona harto de los desmanes de los moros.
El pudoroso miedo de Alfonso VIII y la firmeza del arzobispo don Rodrigo.-
Los choques iniciales no fueron favorables a los cristianos. La vanguardia almohade abrió una cuña y logró llegar al campamento castellano. Y, según cuentan las crónicas, el rey Alfonso, comandante en jefe de la fuerza aliada, no ocultó su inquietud, aunque envuelta en pudor: Sin inmutarse “ni en la color, ni en el habla, ni en el continente” le dijo a don Rodrigo Ximenez de Rada, arzobispo de Toledo: “Arzobispo, yo e vos aquí muramos”. A lo que el prelado repuso: “Non quiera Dios que aquí murades. Antes aquí habedes de triunfar de los enemigos”.
Y el rey castellano respondió: “Pues vayamos a prisa a socorrer a los de la primera haz, que están en grande afincamiento”.
Los ‘imsebelen’ formaban un bunker humano, de piel de ébano, y su misión era matar o morir
La guardia negra de Miramamolín: Un millar de senegaleses encadenados.-
El episodio más épico que ha inspirado a pintores es el de la guardia negra del emir Miramamolín. Eran los imsebelen, cerca de un millar de guerreros senegales que rodeaban la tienda del emir, enterrados en el suelo y anclados con cadenas. Formaban un bunker humano, de piel de ébano, y su misión consistía en matar o morir.
El rey navarro Sancho VII el Fuerte llegó con su hueste (encabezada por una cuña de unos doscientos caballeros, a la que siguieron milicias castellanas) ante aquella muralla humana, erizada de lanzas, desbarató a los senegaleses y rompió los cadenas. El resto de la vanguardia aliada se metió por la brecha abierta; y el ataque resultó decisivo porque hizo huir a Miramamolín y propició la desbandada de los almohades.
El emir fallecería un año más tarde. El arzobispo don Rodrigo dijo “hoy ha sido el fin de los muslimes”.
El pendón de oro, plata y sedas, y las cadenas.-
El pendón del caudillo musulmán fue el más preciado botín de la batalla, por su simbolismo. Fue llevado al Monasterio de Las Huelgas (Burgos), donde se conserva actualmente. Está tejido en oro, plata y sedas, mide 3,30 m. x 2 m. Predomina el color rojo, amarillo, azul, blanco y verde y con una inscripción alusiva a Alá que rodea una gran estrella central.
Y las cadenas se han incorporado al escudo de Navarra, hasta la fecha, así como la esmeralda del turbante del califa.
Los vascos luchando codo con codo con castellanos, aragoneses, catalanes.-
Los cristianos aglutinaban caballeros de toda España: catalanes con los condes de Barcelona y Ampurias; castellanos con el rey Alfonso VIII; navarros con el rey Sancho el Fuerte y unos 10.000 caballeros de los llamados tercios vascongados a las órdenes de Diego II López de Haro, señor de Vizcaya y Álava.
El objetivo era salvar Toledo de la amenaza almohade y evitar que los reinos cristianos volvieran a caer en manos musulmanas. Y ante esa amenaza se aparcaban las diferencias.
Según el historiador Paul Fregosi fue una de las victorias más relevantes del Occidente medieval, más importante que la lograda por Carlos Martel en Poitiers
Ese fue sin duda, junto con la fe religiosa, y la fe en el valor superior de la civilización cristiana el factor clave de la victoria.
Una victoria de importantes consecuencias, como ha destacado el historiador Paul Fregosi al señalar que fue una de las más relevantes del Occidente medieval, más importante aún que la lograda por Carlos Martel en Poitiers.
La batalla de Las Navas dejó abierto el camino de los reinos cristianos para llegar al valle del Guadalquivir, y liberarlo del yugo islámico. En 1248, caía Sevilla en manos de Fernando III el Santo.
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