Actuall

Merecía una película / El nazi “Caracortada” Skorzeny, agente doble en el Madrid de Franco

El austriaco Otto Skorzeny.

Es difícil encontrar un espía de ficción (de James Bond a Bourne) que acumule tantas aventuras y en escenarios tan diversos, como un agente en la vida real: el austriaco Otto Skorzeny (1908-1975), ingeniero, teniente coronel de las SS Waffen, que fue considerado por los aliados “el hombre más peligroso de Europa” durante la II Guerra Mundial.

Era un gigante de 1’90, descendiente de aristócratas húngaros, que llevaba en el rostro la huella de los sablazos que recibió en alguno de los trece duelos a espada que libró en la Viena de su juventud, razón por la que era conocido como “Caracortada”. Todo un personaje que parece escapado de las páginas de El prisionero de Zenda de Anthony Hope.

Pasó a la Historia, como el audaz jefe de comandos especiales de las SS que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, de los Apeninos, donde lo tenían secuestrado fuerzas del mariscal Badoglio, en 1943.

Liberación Mussolini.

Menos conocida es su faceta de agente –incluso agente doble, trabajando a la vez para Perón en Argentina y para el Mossad israelí– mientras vivía en la España de Franco, desde los años 50 hasta 1975.

Su vida es tan rica en lances que daría no para una sino para varias películas, con sonido estereofónico y palomitas.

Llama la atención que Hollywood no haya relatado el espectacular rescate de Mussolini, por el comando de paracaidistas de las SS, dirigido por Skorzeny, en septiembre de 1943.

Los servicios secretos nazis se enteraron de que Mussolini estaba en un hotel del Gran Sasso, el pico más alto de los Apeninos. Pero faltaba sacarlo de allí

El Duce italiano había sido secuestrado por el nuevo gobierno italiano del mariscal Badoglio, que le había sustituido tras el desembarco aliado en Sicilia. Evidentemente su paradero era secreto.

Hitler quiso dar un golpe de efecto, liberando a su aliado, y encargó la misión de encontrarlo y liberarlo a Skorzeny, a la sazón jefe de Comandos Especiales de las SS (fundamentalmente sabotajes y secuestros).

Los servicios secretos se enteraron de que estaba en un hotel del Gran Sasso, el pico más alto de los Apeninos (2.912 metros). Pero faltaba sacarlo de allí, lo cual parecía misión imposible, porque los carabinieri que custodiaban a Mussolini tenían órdenes de ejecutarlo si se fugaba o era rescatado.

Pero Skorzeny lo logró sin disparar un solo tiro. Los comandos embarcados en planeadores aterrizaron en el exiguo espacio junto al hotel, los carabinieri se rindieron y los alemanes se llevaron al Duce en una avioneta Storch rumbo a Viena. Skorzeny fue condecorado con la Cruz de Caballero.

Hitler le encargó después capturar vivo o muerto al líder comunista Josip Broz, Tito, en Yugoeslavia, pero el agente fracasó.

En cambio logró capturar al regente de Hungría, almirante Miklós Horthy, que pretendía rendir el país al Ejército soviético. Skorzeny se llevó a Horthy a Alemania, tras una audaz operación, con solo 4 bajas germanas. Y el III Reich puso al frente de Hungría al germanófilo Ferenc Szálasi.

Pero no terminan aquí las hazañas de “Caracortada”. Fue uno de los militares que intervino en el contragolpe de los leales al Führer contra la operación Valkiria, del conde von Stauffenberg que pretendía matar a Hitler, y en la que estaban implicados, entre otros, el mariscal Rommel.

Y en diciembre de 1944 tuvo una destacada actuación en la batalla de las Ardenas, desesperado intento de Hitler por frenar a los aliados, después del desembarco de Normandía.

Batalla de las Ardenas.

La misión de Skorzeny consistía nada menos que en infiltrarse en las filas norteamericanas e inglesas, disfrazados con uniformes de esos ejércitos, a fin de sembrar el caos. Todo ello en las horas previas a la ofensiva de los aliados.

El agente estuvo varias semanas entrenando a sus hombres en un campamento secreto, no tanto en ejercicios de tiro, como en las costumbres norteamericanas e inglesas. Ochentas de sus soldados hablaban inglés perfectamente, pero era crucial que no despertaran la menor sospecha ante los aliados.

Los comandos de Skorzeny cruzaron las líneas enemigas, con carros de combate camuflados como tanques Sherman y consiguieron desviar a unidades aliadas

Cuando comenzó la ofensiva, los alemanes disfrazados con uniformes americanos e ingleses cruzaron las líneas enemigas con 14 jeeps y 60 carros de combate camuflados como tanques Sherman. Y consiguieron desviar a unidades aliadas, poniéndose a controlar el tráfico en los cruces de carreteras.

Al principio, los aliados mordieron el anzuelo… pero no tardaron en descubrir el pastel y comenzaron a detener a los alemanes. Al llevar éstos  uniforme enemigo, fueron fusilados por espías.

A diferencia de otras aventuras de Skorzeny, esta última sí mereció la  atención de Hollywood, que incluye el episodio de los disfraces, en la superproducción La batalla de las Ardenas (1965).

Al término de la Guerra, Skorzeny fue juzgado en Nüremberg, donde llegaron a acusarle de intentar matar al general Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas, y pasó dos años de campos de prisioneros.

Portada diario La Vanguardia.

Pero –genio y figura- en 1948 escapó gracias a la ayuda de un grupo de antiguos oficiales de las SS, y terminó recalando en España, donde trabajó como ingeniero representando a firmas de la industria del acero germanas.

Vivía entre Madrid –donde tenía un despachito cerca de la Puerta del Sol- y Mallorca, donde pasaba largas temporadas en Pollensa. Bien relacionado con ministros del Régimen de Franco, mantuvo contactos con personajes tan dispares como Konrad Adenauer –canciller cristianodemócrata de Alemania Federal-, Perón o Antonio Garrigues.

Desde España ayudó a escapar a ex dirigentes nazis con destino a Sudamérica.

Como en los mejores relatos de agentes dobles –como los de las novelas de John Le Carré-, Skorzeny saltó de un bando a otro, contratado por su profesionalidad, no por su ideología.

Sólo que en lugar de pasar del bando soviético al americano (o del británico al ruso), el agente saltó de los nazis a los judíos.

Estaba Otto Skorzeny en España, con su tapadera de ingeniero, cuando el Mossad israelí le investigó a finales de los años 50. El aristócrata era una pieza codiciada para los caza-nazis de Israel.

Skorzeny en España.

Y el prestigioso militar hebreo Rafael Eitán, héroe de las guerras de la independencia de Israel (1948) y de la Crisis de Suez (1956), fue a por él.

Eitán había capturado a un peligroso asesino nazi, Adolf Eichmann que llevaba diez años viviendo en Argentina con nombre falso. Y consiguió llevarlo a Israel donde fue juzgado y condenado a muerte, en un famoso proceso, que fue cubierto para The New Yorker por la filósofa Hannad Arendt.

El caso de Skorzeny era distinto. No se trataba de un carnicero como Eichmann, responsable directo de la solución final, en los campos de exterminio de Polonia. Sino de un aventurero que había humillado al Ejército norteamericano en las Ardenas. Y sobre todo de un profesional del espionaje extraordinariamente hábil.

Así que en lugar de capturarle y procesarle, le ofreció le posibilidad de trabajar para el Mossad. A cambio, el alemán le pidió a Eitán que borrara su nombre de la lista negra del famoso caza-nazis Simon Wiesenthal. El Mossad aceptó o –al menos eso fue lo que le hizo creer a Skorzeny- y éste se puso a sus órdenes, siempre según el relato del diario israelí Ha’aretz.

Le encargaron eliminar a un antiguo astrónomo de los nazis que en aquel momento -1962- trabajaba para el Egipto de Nasser, el gran enemigo de Israel.

Nasser, fue un militar y estadista egipcio y el principal líder político árabe de su época.

Se trataba de Heinz Krug, que había formado parte del equipo de Werner Von Braun, el célebre ingeniero germano que inventó las bombas volantes lanzadas por Alemania sobre Inglaterra y que, después de la Guerra Mundial, fue el gran impulsor de la carrera espacial de la NASA.

Krug tenía know how suficiente en los cohetes V2 como para aplicar sus conocimientos al Gobierno egipcio.

Nasser había sufrido la humillante derrota de la crisis de Suez, en 1956, y una década más tarde sufriría otra aún más humillante al ser vencida una coalición de países árabes en la Guerra de los Seis Días, en 1967.

Y los israelíes temían, no sin fundamento, ataques de su belicoso (y envidioso) vecino egipcio. Entra, por tanto, dentro de lo posible que el Mossad tratase de eliminar a potenciales enemigos como Heinz Krug. Y nada mejor que un agente extranjero como Skorzeny para llevar a cabo el plan sin dejar rastro ni comprometer al Gobierno israelí.

The Jewish Daily Forward, llegó a publicar que Skorzeny asesinó en 1962 a Heinz Krug

Los hechos se han sabido con 50 años de retraso. En 2016, un rotativo hebreo, The Jewish Daily Forward, llegó a publicar que Skorzeny asesinó en 1962 a Heinz Krug.

Lo rocambolesco del caso es que –siempre según el diario israelí- Krug se metió el solito en la boca del lobo al contratar como escolta personal al propio Otto Skorzeny, sin saber que quien debía protegerle de los servicios secretos israelíes era… un agente de los servicios secretos israelíes.

De acuerdo con esta versión, Skorzeny mató a Krug el 11 de septiembre de 1962, en el norte de Munich. El ex agente nazi “disparó al científico y destruyó, con la ayuda de sus cómplices, todas las pruebas incriminatorias con ácido, no dejando ni rastro del cuerpo”.

Vivió sus últimos años en España, entre Madrid y su casa de Mallorca, hasta que falleció en 1975. Pocos sabían que aquel gigante de la cicatriz en la cara seguía manejando los hilos de las redes de escape de antiguos nazis y andaba metido en negocios de armas con países como Egipto, Angola o Biafra.

Dejó a su viuda, Ilse Lüthje, sobrina de Hjalmar Schacht, ministro de finanzas de Hitler, con la que se había casado en 1954. Ilse falleció en un asilo español en 2002, totalmente arruinada. Para pagar sus deudas tuvo que legar el archivo del hombre más buscado del mundo –que saldría posteriormente a subasta en EEUU.

Entre decenas de interesantes documentos, el archivo guardaba el reloj que Mussolini le regaló a Skorzeny, como agradecimiento tras el rescate del Gran Sasso.

Comentarios

Comentarios

Salir de la versión móvil