El año que viene se cumplirán 80 años del inicio de la Guerra Civil española y también de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, «el ausente» para el franquismo y ‘el desconocido’ -podríamos decir- para las generaciones posteriores a 1975.
Para recuperar su figura -no tanto reivindicarla, sino difundirla-, Álvaro Sáenz de Heredia, sobrino-nieto del fundador de la Falange, ha puesto en marcha el musical Mi Princesa Roja, en el que aborda el romance de José Antonio con la princesa Elisabeth Bibesco, hija del primer ministro británico Herbert Henry Asquith y esposa del embajador de Rumanía en España.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDirector, productor y guionista de la obra, Sáenz de Heredia dejó claro antes del estreno que el objetivo no era hacer un tratado de Historia, sino un buen musical, por ello no debe sorprender que los personajes que aparecen más afines a José Antonio son los de izquierdas: Federico García Lorca y el presidente de la II República, Manuel Azaña.
Quizá por este motivo también se fantasea con la razón por la que José Antonio -interpretado por Juan Carlos Barona en detrimento del actor original Jesús Cisneros– fue encarcelado: la princesa Bibesco -muy bien caracterizada por Irene Mingorance– suplica a Azaña que lo arreste creyendo que preso estaría más seguro que en libertad.
Quien acuda al musical sin haber leído nada sobre Primo de Rivera se sorprenderá por las ideas progresistas -justicia social- que defendía el fundador de Falange en una época en la que el grueso de las derechas -salvando a José Calvo Sotelo– daba la espalda al grave problema social del momento. Nada que objetar en este sentido.
Quien acuda al musical sin haber leído nada sobre Primo de Rivera se sorprenderá por las ideas progresistas que defendía el fundador de Falange
Es verdad, ya lo hemos dicho, que el musical no pretende ser plenamente fiel a la Historia sobre el escenario, pero sí chirría la escena en la que José Antonio aparece en tierra de nadie: a un lado, Largo Caballero y el militar soviético Alexander Orlov; al otro, Franco y Queipo de Llano. En ese momento una pregunta sobrevuela el teatro: ¿fue José Antonio un incomprendido víctima de unos y otros?
La obra sí refleja, en cambio, el enfrentamiento que el hijo de Miguel Primo de Rivera mantuvo con el general Gonzalo Queipo de Llano, con quien resolvió sus diferencias a puñetazos. Y es que cargar con el apellido del dictador jerezano le supuso, en muchas ocasiones, heredar las cuentas pendientes que algunos no se atrevieron a saldar con su padre en vida.
Diálogo con La Muerte
En esa pelea, por cierto, estuvo presente la princesa Elisabeth Bibesco, cuyo romance con el jefe falangista ya no podía ocultar. A José Antonio le fascinó desde el principio: era una mujer de mundo -hablaba varios idiomas- en una España aún provinciana y cuyas élites -a menudo- eran incapaces de despojarse de ciertos tics clasistas.
Elisabeth Bibesco conquistó a José Antonio porque era una mujer de mundo -hablaba varios idiomas- en una España aún provinciana
A Primo de Rivera le tocó comprobarlo (¡vaya sí lo hizo!) años antes en su fracasada relación con Pilar Azlor -interpretada por Cecilia Regino-, hija del duque de Villahermosa, que se opuso al noviazgo con José Antonio por las ideas progresistas de éste y porque su título de Marqués de Estella no era lo suficientemente antiguo.
En el desarrollo del musical destaca La Muerte, interpretada por una guapísima Sonia Reig, que mantiene un diálogo permanente con José Antonio en el que tratan los momentos más importantes de su vida. De tanto justificarse, el protagonista llega a renegar de su frase sobre «la dialéctica de los puños y las pistolas» en un intento de ofrecer la imagen más dulcificada de Primo de Rivera.
Técnicamente la obra está muy conseguida, en parte gracias a que en el fondo aparecen dos pantallas gigantes en las que se van ofreciendo distintos decorados para ambientar las escenas. Destaca el momento en el que la princesa Bibesco juega con este fondo al apoyarse en una chimenea justo cuando habla con Manuel Azaña.
Técnicamente la obra está muy conseguida: al fondo aparecen dos pantallas en las que se van ofreciendo distintos decorados para ambientar las escenas
Al mismo tiempo también se proyectan imágenes puntualmente sobre una gasa traslúcida e invisible al espectador cubriendo la boca del escenario. El tono de la iluminación hace que el espectador sienta que está viendo una película en blanco y negro con toques de color.
En definitiva, Mi Princesa Roja es una obra adecuada para quien quiera acercarse a la figura del ‘desconocido’ Primo de Rivera desde otro punto de vista. Eso sí, el que vaya esperando encontrarse a José Antonio vestido de falangista entonando el Cara al Sol brazo en alto, mejor que no acuda.