El mito Peter Pan: crece, pero tan joven como el primer día

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    Fotograma de la película Peter Pan

    Pocas obras literarias del siglo XX gozan en el imaginario popular del envidiable estado de salud que exhibe “Peter Pan”, presentada por primera vez al público en los escenarios teatrales londinenses a finales de 1904. Desde entonces la creación de J.M Barrie ha sido mil veces versionada, también por el cine.

    La última película, que ha inspirado el nino que no quería crecer, llega este fin de semana a las salas españolas, y la dirige todo un experto en adaptaciones literarias. Joe Wright ha llevado antes al cine a Jane Austen (Orgullo y prejuicio), Lev Tolstoi (Anna Karenina) y Ian McEwan (Expiación).

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    En su vistosa mirada peterpanesca, el cineasta británico se permite introducir bastantes variaciones con respecto al original, que tal vez escandalicen a los puristas. Las más llamativas son seguramente la ausencia de Campanilla y la conversión del capitán Garfio, el aliado de Peter Pan en el País de Nunca Jamás.

    Peter Pan influyó en Steven Spielberg

    Aunque hubo ya una versión muda en 1924, la traslación más popular de Pan a la pantalla es sin duda la versión animada de Walt Disney, de 1953, cuando se cumplía su cincuentenario.

    No me propongo con estas líneas hacer una relación exhaustiva de todos los filmes que han fijado su mirada en el personaje de Barrie, pero debe mencionarse el que llegó con el centenario, de la mano del australiano P.J. Hogan.

    Consideración aparte merece la influencia de Peter Pan en Steven Spielberg, bien subrayada por uno de los grandes conocedores del cineasta en España, el profesor Antonio Sánchez-Escalonilla.

    El Midas de Hollywood siempre quiso abordar al personaje, que ya tenía una enorme presencia en la sombra –si se me permite la expresión–, en E.T., el extraterrestre (1982); ahí se incluía la lectura de un fragmento de “Peter Pan”, en que Campanilla se curaba gracias a la fe infantil, los ninos que creen en las hadas y baten palmas; una fe infantil que luego obraría el milagro de la resurrección del propio E.T.

    Para Spielberg, Hook fue una especie de exorcismo

    Para Spielberg, Hook (1992) fue una especie de exorcismo ante las acusaciones de cierto sector de la crítica que le tachaba de superficial, sólo capaz de entregar cine palomitero. El cineasta adolecería del llamado complejo de Peter Pan, y no sería capaz de crecer y entregar historias maduras.

    La idea de imaginar a Peter Banning, un adulto que ha olvidado que fue nino, demasiado absorbido por el trabajo e incapaz de ocuparse de su familia, y devolverlo a Nunca Jamás para recuperar su etapa peterpanesca, suponía una reivindicación de la idea de hacerse como ninos. Sin por ello eludir las responsabilidades que se adquieren con la edad –el tiempo pasa deprisa, como bien sabe Garfio por el tic-tac de cierto reloj–, y que a él le llevarían poco después a títulos como La lista de Schindler (1993), para muchos la película definitiva sobre el Holocausto.

    Otra interesante forma de sobrevolar con perspectiva el mito peterpanesco es la procurada por Descubriendo Nunca Jamás (Marc Foster, 2004), acercamiento al hombre detrás del personaje, o sea, a J.M Barrie. Interpretado de forma contenida por el otras veces histriónico Johnny Depp, el film presenta diversas capas muy interesantes que explicarían cómo llegó a escribir “Peter Pan”.

    Una muerte en la familia a temprana edad le enseñó a usar la imaginación a modo de escapismo. Pero lo que en un momento dado y en determinadas circunstancias resulta saludable, puede convertirse en insano, si eludir la realidad pone en peligro tu matrimonio, como sugiere el film.

    Porque dicha realidad es tozuda, y acaba presentándose en la vida de todas las personas en forma de enfermedad o de muerte, se hace necesaria la confrontación. Rodearse de ninos como hace Barrie, incluido el chaval del que Pan toma su nombre de pila, le permite recuperar por un tiempo la infancia que tantos adultos añoran, lo admitan o no.

    –¿se acuerdan de “Rosebud” cuando agoniza Charles Foster Kane en Ciudadano Kane?–, pero al final los pies deben pisar suelo, algo que le toca a Peter por la seria enfermedad de su madre, y que conecta con el pasado de Barrie, conduciéndole, por fin, a la madurez.

    Así pues, ¿por qué tal fascinación y vigencia de Peter Pan, un siglo después de ver la luz? Seguro que pueden esbozarse mil teorías, yo voy a presentar la mía, que puede vislumbrarse en lo que ya llevo dicho.

    «Vivimos en una sociedad infantiloide y al mismo tiempo prematuramente envejecida»

    Vivimos en una sociedad infantiloide y al mismo tiempo prematuramente envejecida, en la que nos negamos a crecer y a asumir compromisos. Nos cuestan mucho y los evitamos todo lo que podemos. Personas que ya casi peinan canas se sienten incapaces de tomar decisiones como la de formar un hogar, o, en el caso de hacerlo, con serias dificultades para mantenerlo a flote al menor contratiempo.

    Gerardo Herrero –de quien este fin de semana se estrena La playa de los ahogados– no es precisamente mi director favorito, pero creo que trató acertadamente el tema en dos filmes, Las razones de mis amigos (2000) y El principio de Arquímedes (2004), que entregan un cuadro generacional de adultos que se niegan a crecer, cortar amarras y dejar en su justo sitio la infancia y la adolescencia. Así les luce el pelo.

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    Zaragozano, ingeniero de telecomunicación, crítico de cine. Director de decine21.com. Ha dirigido las revistas Cinerama, Estrenos y DeVíDeo. Autor de numerosas críticas, entrevistas y ensayos relacionados con el Séptimo Arte, ha publicado un buen puñado de libros de cine, entre los que destacan "Escritores de cine" y "En busca de William Wyler".