Los espías de Moctezuma cubrían todo el territorio conocido, se desplazaban de una ciudad a otra para después informar sobre qué era lo que acontencía aquí y allá. Cuando los hombres de las casas flotantes llegaron a la costa del actual estado de Veracruz, no se imaginaban que su desembarco sería dibujado en jeroglíficos.
Ojos negros los miraban con desconfianza, estupor y sigilo. Se preguntaban si eran semidioses, pensaban que el hombre y el caballo eran un mismo ser. La conciencia colectiva empezó a hacer de las suyas y como si del recuerdo de un sueño olvidado se tratara, se empezó a escuchar un nombre conocido “Quetzalcóatl”. Había vuelto.
La historia oficial contada en blanco y negro se olvida de los detalles que le dan sabor, intriga y suspenso. Algunas historias dan color, otras simplemente nos permiten abrir la paleta de grises en el encuentro de dos mundos.
Papantzin
Papantzin, hermana de Moctezuma que, según la tradición, en un trance entre la vida y la muerte tuvo la visión del fin del imperio aztecay la llegada de los españoles.La tradición azteca recoge en su historia que Papantzin, señora de Tula y hermana de Moctezuma, murió 4 días y resucitó. Mientras estuvo en el mundo de las sombras vio el cercano derrumbamiento del imperio azteca. Era el anunciado regreso de Quetzalcóatl, quien llegaría por el mar.
Cuando volvió a la vida, fue con su hermano Moctezuma y le contó sus visiones. Él la escuchó y no quiso volver a verla nunca más. No hay registro que cuente lo que pasó después con Papán.
La leyenda es recogida por Bernardino de Sahagún y Francisco Xavier Clavijero como un presagio de los indígenas a la llegada de Cortés. Esta fue una de las piezas del puzzle que predispuso al gobernante azteca sobre los futuros acontecimientos.
Una vez que Cortés desembarcó, rápidamente llegó a sus oídos la noticia de que había dos hombres parecidos a él que habían sido capturados. Movió Roma con Santiago, o mejor dicho Veracruz con Yucatán para rescatarlos
Si el río suena…
Posiblemente Papán haya pasado algunos días con fiebre y haya delirado o quizás estuvo inconsciente. Tengo serias dudas sobre su muerte de cuatro días. Pero es curioso que esté documentada su entrevista con Moctezuma sobre los presagios.
El desconocido prisionero sevillano
Cuando el sevillano Gerónimo de Aguilar partió de casa, no se podría haber imaginado lo que le deparaba el destino. Tras comenzar un expedición con Juan de Valdivia su embarcación naufragó cerca la península de Yucatán, consiguió llegar hasta la costa con Gonzalo de Guerrero y ambos fueron hechos prisioneros por los mayas. Corría el año de 1511.
Una vez que Cortés desembarcó, rápidamente llegó a sus oídos la noticia de que había dos hombres parecidos a él que habían sido capturados. Movió Roma con Santiago, o mejor dicho Veracruz con Yucatán para rescatarlos. Después de mensajeros de ida y vuelta, intérpretes y negociaciones de mercado, lo consiguió.
Cuando Gerónimo fue llevado ante la presencia de Cortés, el hombre casi no podía hablar. Había pasado 8 años como prisionero. Se unió a las tropas del extremeño y sirvió como intérprete, convirtiéndose rápidamente en hombre de confianza. El sevillano había aprendido la lengua maya. El papel que desempeñó fue decisivo. Su conocimiento del idioma facilitó pactos a lo largo del territorio y puso de lado de Cortés información sobre el terreno y técnicas de combate.
El otro superviviente fue Gonzalo de Guerrero, quien se adaptó a la cultura y vida maya, incluso formó una familia durante su cautiverio. Se estableció en la comunidad y luchó contra los españoles cuando fue necesario. Murió a manos de su compatriota Pedro de Alvarado. Según recogen las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, cuando ambos fueron liberados las palabras que dijo de Guerrero fueron:
“Idos vos con Dios, que ya véis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra.»
Aquí realmente comenzó el mestizaje, no con el hijo de Malitzin y Cortés como normalmente se cuenta. Gerónimo y Gonzalo son sólo unos cuantos olvidados dentro de las cientos de historias que permitieron que la Hispanidad exista tal y como hoy la conocemos.
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