Tenemos hambre de líderes: ¿no hay por ahí suelta alguna Katniss Everdeen?

    Resulta muy meritoria la saga fílmica de 'Los juegos del hambre', cuatro películas que no insultan a la inteligencia del público juvenil, su principal destinatario, y que hablan de coraje y liderazgo en tono esperanzado, sin ocultar que con frecuencia, en el paisaje diario, pintan bastos.

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    La actriz Jennifer Lawrence en Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2.

    No he leído los libros de Suzanne Collins, la trilogía de Los juegos del hambre compuesta por Los juegos del hambre, En llamas y Sinsajo, que han dado pie a la correspondiente tetralogía de películas, la última novela se ha partido en dos. No sé si tal operación era necesaria, quizá los productores han decidido exprimir el previsible éxito de la adaptación fílmica. En cualquier caso hay que decir que, el resultado final, una vez llegada la saga a su conclusión, es más que notable.

    La narración se encuadra en la ciencia ficción, y para ser más precisos, en su apartado distópico juvenil, cada vez más de moda, ahí están otras sagas con tirón, como Divergente y El corredor del laberinto, o la serie televisiva Los 100. Lo cierto es que las tramas futuristas que describen con toque apocalíptico un orden social muy imperfecto e incluso tiránico están conociendo una auténtica edad de oro, del mismo modo que atraen las historias de zombies o muertos vivientes.

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    Y se entiende, porque permiten entregar metáforas de una sociedad amuermada que está perdiendo sus señas de identidad. Confusa y desorientada, fácilmente manipulable, no sabe de dónde viene ni a dónde va. Sin referentes morales o ideales dignos de ese nombre, y la fe inconvenientemente aparcada, sólo ve nubarrones en el oscuro horizonte, donde produce un enorme desconcierto la determinación que caracteriza al terrorismo suicida islámico, entre otras barbaridades de nuestro tiempo.

    Así de entrada, uno podría pensar que Los juegos del hambre no debería atraer demasiado a los jovenes, que supondría echar más leña en el mencionado fuego deprimente, en el mejor de los casos podrían estar interesados un puñado de frikis. Pero no es el caso.

    Los jovenes lo tienen todo aunque paradójicamente son muchas sus carencias

    Ciertamente los jovenes tienen ojos en la cara y no dejan de contemplar un panorama desalentador, no tan lejos del tremendismo de la saga: hay crisis económica y existencial, no encuentran trabajo, faltan valores e ideales por los que encauzar la ilusión propia de la edad, tienen de todo aunque paradójicamente son muchas sus carencias, les faltan modelos y no lo son desde luego unos políticos corruptos o en el mejor de los casos, calculadores y cortos de miras, que manejan un lenguaje muy alejado del mundo real.

    Si sumamos un paisaje de atentados yihadistas cada vez más frecuentes y la sensación creciente de impotencia, la cosa no difiere tantísimo del mundo en que domina el tiránico presidente Snow desde el Capitolio, una Panem dividida en doce distritos cuyos habitantes malviven en la miseria, y que son entretenidos con pan y circo servidos por omnipresentes pantallas, unos salvajes juegos televisados en directo, donde unos jovenes deben pelear a muerte entre sí.

    El acierto de Los juegos del hambre es que siempre se abre un resquicio para que brille el sol en la oscuridad

    El acierto de Los juegos del hambre reside en indicar que hay salida, proporcionar esperanza, siempre se abre un resquicio para que brille el sol en la oscuridad si uno se empeña. Basta con reconocer el estado de las cosas y no ser acomodaticios, asumir riesgos. Ayuda, claro está, que alguien asuma el liderazgo y se rebele ante un orden profundamente injusto, llamando a cada cosa por su nombre, abajo la corrección política.

    Y ese alguien que guía casi sin querer, no busca imponerse, es una mujer, Katniss Everdeen, que empieza por sacrificarse sustituyendo a su hermana pequeña Primrose como tributo en los juegos del hambre. Y lo hace sin darse importancia, con agradecible modestia, que resulta atractiva. Ella procura hacer siempre lo correcto, es generosa, y quebranta las reglas injustas, aunque con ello se juegue la vida; y por supuesto, es de carne y hueso, sabe lo que es el miedo y le pueden asaltar las dudas.

    Jennifer Lawrence
    Jennifer Lawrence interpreta el papel de Katniss Everdeen

    Jennifer Lawrence ha sabido encarnar estos valores a la perfección, es la actriz perfecta para el papel, porque siempre, también en la vida real, sabe ser tremendamente natural. Los cínicos considerarán tales planteamientos como ingenuos, pero el público joven conecta y responde.

    Recuerdo a una colega, periodista radiofónica, que tachaba esta distopía juvenil de poco menos que propaganda fascista. También a otro al que escandalizaban los pasajes violentos, en que los chicos luchan a muerte.

    La película hace pensar en que lo que vale cuesta y que hay veces en que toca jugarse la vida

    A mí me parece que sobre todo toca teclas que invitan a un saludable debate, es de esas películas que, dentro de su indudable condición de entretenimiento, dan algo más: hacen pensar en que lo que vale cuesta, y que hay veces en que toca jugarse la vida; la guerra no es deseable, pero puede uno verse envuelta en ella, o quizá haya que librarla para derribar al tirano; y contiene una inteligente crítica a la manipulación mediática y a la era de la imagen.

    La propia Katniss, aunque no lo desea, se convierte en pieza de la maquinaria propagandística: primero del Capitolio, con los juegos del hambre y su estrecha relación con Peeta Mellark, que enardece a las masas y es explotada con descaro; luego incluso por los rebeldes que luchan contra Snow, y a los que ella ha inspirado, pues la sigue un equipo televisivo que debe registrar todos sus movimientos y Plutarco debe escribirle discursos inspiradores.

    Y sin embargo… nada inspira tanto como la espontaneidad y el gesto sincero, salirse del guión y ver personas. En cambio, hasta quien se apunta a una causa noble puede moverse por motivos espurios, y cuando se acaricia el poder, inventar excusas estupendísimas para servir al propio interés. Aunque el tiro puede salir por la culata, si anda por ahí suelta alguna lideresa con la talla de Katniss Everdeen.

    En este país hay casi tantos partidos políticos como españolitos

    A menos de un mes de la cita electoral navideña, cuando como sugiere Francisco Ibáñez en su último álbum de Mortadelo, “¡Elecciones!”, hay en este país casi tantos partidos políticos como españolitos, bien podríamos decir que andamos escasos de líderes, de personas con ideas sólidas, fortaleza para mantenerlas e ilusionante poder de convicción.

    Aunque muchos se paseen por los platós de hormigueros mostrando su buen rollito, bailando, tocando la guitarra o haciendo juegos malabares, tenemos ya demasiado experiencia de unos y otros diciendo A para luego hacer B, decididamente nos cansan.

    Luego extraña la desafección juvenil a la hora de votar o de seguir la actualidad política, o que alguno se sienta atraído por los que, al menos, rompen el molde, aunque sus propuestas sean insostenibles.

    Sin embargo, estoy seguro que si alguien, al estilo Katniss, se mostrara como es, tuviera un poquito de fundamento y pensara otro poquito en los demás, acabaría llevándose a la gente de calle. ¿No es al final lo que hace un tal Francisco, uno de los pocos líderes capaces en la actualidad de arrastrar a personas de toda clase y condición?

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    Zaragozano, ingeniero de telecomunicación, crítico de cine. Director de decine21.com. Ha dirigido las revistas Cinerama, Estrenos y DeVíDeo. Autor de numerosas críticas, entrevistas y ensayos relacionados con el Séptimo Arte, ha publicado un buen puñado de libros de cine, entre los que destacan "Escritores de cine" y "En busca de William Wyler".