Dos millones doscientos diecisiete mil quinientos diecisiete. Ese es el número de españoles que nos faltan, sin contar los abortos de 2017 y 2018, unos 200.000 más. No llegaron a nacer porque fueron abortados. Repitan la cifra despacio una y otra vez hasta que sean capaces de asimilarla.
Muchos de ellos nacidos a partir de 1985 ya estarían trabajando, “cotizando”. Mi análisis de hoy sobre el aborto puede resultar un tanto frío, pero pienso que es necesario enfocarlo también desde el punto de vista económico, desde al análisis numérico, desde lo que supone no solamente haber perdido a todos esos españoles, sino además el haber pagado por ello.
Hace pocos días el Gobierno reconoció públicamente lo que todos sabemos hace mucho tiempo sin necesidad de haber hecho carreras, másteres ni tesis doctorales: la caja no da para más. Esa verdad, que por mucho que se esconda no deja de serlo, es algo que cualquier persona que ha llevado una economía, por pequeña que sea, empezando por la familiar, sabe: cuando se gasta más de lo que se ingresa al final nos arruinamos. Si en una familia es sólo uno el que ingresa para mantener al resto y la familia cada vez es más grande y cada vez gasta más sin meter dinero en la caja, al final vienen los problemas. Sin embargo, si cada vez nacen más niños en esa familia, y cuando van creciendo empiezan a llevar dinero a su casa, cuantos más sean, más dinero llevarán, y la familia podrá, al fin, respirar. Fácil, ¿no?
«El mismo día en que el Gobierno socialista admite que no habrá pensiones de aquí a diez años, su ministra de Justicia dice que hay que procurar que en España se aborte más y mejor. Y se ha quedado tan pancha»
Pues parece ser que ninguno de los brillantes miembros de los Gobiernos de España, ni sus igual de brillantes asesores quieren ponerse manos a la obra para que el desastre demográfico en el que estamos inmersos sea revertido, ni para que la pirámide poblacional vaya ampliando un base que en poco tiempo será tan estrecha que no podrá soportar su peso.
El mismo día en que el Gobierno socialista admite que no habrá pensiones de aquí a diez años, su ministra de Justicia dice que hay que procurar que en España se aborte más y mejor. Y se ha quedado tan pancha. En diez años no podremos sustentar a nuestros mayores porque estos serán muchos, y porque no están naciendo niños que mañana serán jóvenes trabajadores que puedan darles a los que ya lo fueron una mínima ayuda para vivir su jubilación. ¿Y qué proponemos? ¿Que nazcan más niños? Nooooo: ¡que se les elimine! Y además, que paguemos con ese poco dinero que tenemos los 50 millones anuales que cuesta cargarse a los que el día de mañana deberían mantener nuestro a nuestro país.
«Defender el aborto “a discreción” es una forma de suicidarse como país y como sociedad»
Debe ser que al Gobierno le debe parecer pequeña la cifra de dos millones y medio de niños abortados hasta hoy, y que le sobran 50 millones de euros al año para pagar sus muertes, y debe ser que el Gobierno piensa que si dice que hay que fomentar la natalidad, le acusarán de retrógrado y conservador. Natalidad no, aborto sí. El problema es que los Gobiernos que le han precedido tampoco se han caracterizado por ser muy productivos en este aspecto y han mantenido una ley que supone una sangría diaria de 300 niños al día, con sus correspondientes 150.000 euros diarios.
España necesita que alguien dé un golpe encima de la mesa o, si se quiere ser un poco más cursi, un giro de 180 grados a esta situación. España necesita alguien que de una vez por todas aborde este tema con valentía y con honestidad. Y debe hacerlo no sólo porque financiar la muerte de dos millones y medio de seres humanos es algo por lo que cualquier dictador sería condenado de por vida a pudrirse entre rejas; no sólo porque pagar por eliminar a todos esos indefensos es el acto más vil que una persona puede cometer; no sólo porque nunca podrá ser un derecho provocar la muerte de nuestros hijos a manos de los que enarbolan la bandera del progreso, sino también porque defender el aborto “a discreción” es una forma de suicidarse como país y como sociedad.
Mientras tanto seguiremos viendo cómo nuestro país empobrece y envejece, esperando a un presidente que dentro de unas décadas pueda mirar a la cara de sus congéneres con el orgullo de haber contribuído a que vivan junto a un él una vida lograda y recompensada en una justa y merecida pensión.
Comentarios
Comentarios