Cruda realidad / Polémico Trump: ¿deben ser castigadas las mujeres que abortan?

    Si el aborto voluntario consiste en matar un ser humano, eximir a la persona que toma la decisión, ¿no es tratar a la mujer como un ser inimputable? Complejo dilema que el candidato ha puesto sobre la mesa.

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    Donald Trump y una embarazada
    Donald Trump y una embarazada

    La triunfal carrera de Donald Trump hacia la nominación republicana ha sufrido un serio revés en Wisconsin, donde ha perdido frente a Ted Cruz, y no pocos observadores achacan el parón al hecho de haber fracasado en el ‘test de Russert’.

    Durante años y años, el difunto locutor de la NBC Tim Russert solía tender una trampa a los candidatos provida con la esperanza inconfesa de arruinar sus carreras: «En su opinión, ¿habría que castigar a la mujer que aborta?».

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    Hasta la fecha, los más ardientes antiabortistas han salido airosos de la prueba con la respuesta «correcta»: de ninguna manera, nadie propone eso, la mujer es la primera víctima… Ya conocen, imagino. Esa ha sido la respuesta estándar de los aspirantes Romney, Huckabee, McCain.

    Russert nunca cejó hasta su muerte, pero ha sido su sucesor Chris Matthew quien se ha cobrado la gran pieza de caza mayor, ni más ni menos que el imparable Donald Trump, quien dijo que, sí, bueno, claro, si volviera a penalizarse en aborto tendría que haber «algún tipo de castigo» para la mujer que aborta.

    Grave error. El aborto no es, ni de lejos, el asunto principal de Donald Trump y, en cualquier caso y pese a la importancia que se suele dar al asunto en las campañas presidenciales, no es mucho lo que un presidente pueda hacer al respecto. Desde que en los años 70 el Tribunal Supremo dictaminara que la Constitución recoge -misteriosísimamente- un ‘derecho’ al aborto, ningún otra instancia de Gobierno puede hacer nada para recortarlo.

    Donald Trump / EFE
    Donald Trump / EFE

    Todo lo más, si se produce una vacante por defunción entre los nueve miembros del tribunal, un presidente puede proponer un sustituto y cruzar los dedos para que se llegue a una minoría que dé la vuelta al precedente establecido en Roe vs Wade.

    Sin embargo, los comentarios de Trump han sido mal recibidos, y no solo en el campo abortista. De hecho, la postura provida es ya mayoritaria entre los republicanos, lo que no ha hecho que consideren las palabras del magnate inmobiliario sino como un desafortunado e incluso ‘alarmante’ comentario.

    Los movimientos pro-vida consideran que, dado que la mujer es víctima, castigarla sería injusto, cruel y erróneo

    Y es que, de unos años a esta parte, los movimientos provida -en Estados Unidos tanto como en España- se han apuntado a la estrategia de considerar que, dado que la mujer es una víctima, sino la principal víctima, del aborto, castigarla sería injusto, cruel y erróneo.

    Es evidente que, como estrategia de comunicación, es perfecta. Las asociaciones provida han acumulado un impresionante material de apoyo al síndrome post-aborto, que describe el conjunto de patologías psicológicas y físicas que acompañan a largo plazo a muchas de las mujeres que se han sometido a un aborto y que el discurso oficial trata de ocultar a toda costa. Eso probaría que es una víctima.

    También se hace un gran hincapié en las campañas recientes en las presiones que sufre a menudo la mujer por parte del presunto padre o de su propia familia, los mensajes procedentes de la cultura, etcétera.

    Es, ya digo, una estrategia inteligente porque los cambios de ingeniería social no tienen tanto interés en reunir partidarios como cómplices. En todos los casos, desde el divorcio express hasta el matrimonio entre personas del mismo sexo, es fácil comprobar que, originalmente, el respaldo público de estas innovaciones era muy inferior al logrado con el paso del tiempo.

    O el feto no es persona y el aborto es un procedimiento médico que solo incumbe a la mujer, o es un ser humano y entonces la madre está dando orden de que lo maten

    Este cambio de mentalidad se debe, en buena medida, a la incesante propaganda, pero no menos al ‘efecto complicidad’. En algún momento, el expediente que siempre hemos considerado injusto se presenta como una fuerte tentación para superar una prueba difícil. Si lo adoptamos, ¿no es lógico que nos declaremos partidarios para no cargar con la contradicción? O puede tratarse de la gente que nos rodea.

    En la cuestión del aborto no hay grises: o no es persona, y se trata solo de un procedimiento médico que solo incumbe a la mujer, o es un ser humano vivo y la madre está dando orden de que lo maten. ¿Quién puede decirle a una amiga, hermana, colega o hija que ha matado a su hijo?

    Y, sin embargo… Sin embargo, considerar que el aborto voluntario consiste en matar un ser humano y eximir por principio a la persona que toma la decisión, ¿no es tratar a la mujer como un menor de edad, un ser inimputable, incapaz de tomar decisiones libres?

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