Elentir: aborto en España, más de dos millones de razones para sentirnos muy avergonzados

    Desde 2010 el aborto es un derecho en España: toda madre tiene barra libre para deshacerse de sus hijos por nacer en sus 14 primeras semanas de vida, un plazo que se extiende a 22 semanas si el hijo es discapacitado.

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    Una joven embarazada se dispone a realizarse una ecografía /Actuall
    Una joven embarazada se dispone a realizarse una ecografía /Actuall

    A continuación reproducimos el artículo de Elentir titulado «aborto en España, más de dos millones de razones para sentirnos muy avergonzados», publicado en su blog Contando Estrelas.

    La primera ley despenalizando el aborto en España entró en vigor en 1985, gobernando el socialista Felipe González. Entonces era un delito que en cuatro supuestos no implicaba ningún tipo de sanción. Durante el mandato de Aznar esa ley se dejó intacta. En 2010 entró en vigor una nueva ley, a iniciativa de Zapatero, legalizando esta monstruosidad. Desde entonces el aborto es un derecho en España: toda madre tiene barra libre para deshacerse de sus hijos por nacer en sus 14 primeras semanas de vida, un plazo que se extiende a 22 semanas si el hijo es discapacitado.

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    Entre 1985 y 2014 fueron asesinados 2.008.334 hijos por nacer a causa de esas leyes. Se trata de un genocidio silencioso y silenciado. Otra de sus víctimas ha sido la verdad. En 2010 el gobierno de Zapatero justificó la legalización del aborto afirmando que “abortar no supone acabar con una vida humana”, una burda mentira que dejó por escrito en una respuesta en el Congreso.

    La ciencia demuestra que desde la vida humana comienza en el momento de la concepción, y que abortar es, en términos médicos, acabar con una vida humana en el vientre materno. A pesar de ello, el gobierno de Rajoy ha mantenido esa ley injusta y basada en una mentira, que año tras año condena a muerte -sin juicio- a decenas de miles de inocentes.

    Una ley que nos pone a la altura moral de los esclavistas

    Por el hecho de cosificar a seres humanos y negarles los derecho más básico de todos los individuos de nuestra especie -que es el derecho a vivir-, la ley del aborto vigente en España merece ser equiparada con las leyes que permitían la posesión de esclavos, unas leyes crueles e injustas, basadas también en una mentira: que determinadas personas, por el color de su piel, no tenían la misma dignidad que las demás y podían convertirse en meros objetos sobre los que otros ostentaban títulos de propiedad.

    De hecho, los esclavistas también defendieron la posesión de esclavos como un “derecho”. Además, en su apoyo contaron con la sentencia emitida en 1857 por la Corte Suprema de un país democrático como era Estados Unidos, que afirmaba: “La Constitución de los Estados Unidos reconoce como propiedad a los esclavos, y obliga al Gobierno Federal a protegerla». Hizo falta una guerra y una enmienda constitucional para corregir esa vergüenza.

    Un suicidio demográfico, social, económico y cultural

    La paradoja es que la misma sociedad que ha aceptado el aborto como algo normal está amenazada por esa «cultura de la muerte». España atraviesa una grave crisis demográfica, con una poblacion cada vez más envejecida y con cada vez más pensionistas por cada cotizante. La escasa natalidad y el daño causado por el aborto nos abocan a una crisis social y económica mucho peor que la actual. La falta de ninos de hoy implica que el día de mañana no habrá suficientes españoles en edad de trabajar para sostener el sistema de pensiones y otros servicios públicos.

    En resumen: el aborto legal acelera el suicidio demográfico, social, económico y cultural de España

    La previsión es que se disparen los impuestos, se reduzcan las pensiones y España acabe siendo un infierno fiscal del que los jovenes huyan en busca de mejores oportunidades en otros países. La única alternativa es dejar pasar en masa a multitudes de inmigrantes que, en el caso de los musulmanes, podrían dar un vuelco cultural a nuestra sociedad, favoreciendo la imposición de la ley islámica en nuestro territorio, como ya está ocurriendo en cada vez más lugares de países europeos como Francia, Bélgica, Alemania y el Reino Unido.

    En resumen: el aborto legal acelera el suicidio demográfico, social, económico y cultural de España. Es curioso ver que muchos que tratan de convencernos de los efectos perniciosos del cambio climático, al mismo tiempo cierran los ojos a los graves efectos que ya está teniendo la aceptación social del aborto en nuestra sociedad: una sociedad con cada vez menos ninos y más ancianos. Una sociedad con un oscuro porvenir.

    El próximo paso: censurar toda crítica a este crimen

    Que hoy se defienda el aborto como un signo de «progreso» e incluso como un ejercicio de libertad sólo merece ser calificado como una repugnante manipulación del lenguaje para blanquear el más horrendo de los crímenes, que es matar al más débil e indefenso.

    No les llega con convertir en derecho un asesinato: además quieren taparnos la boca a quienes rechazamos esa infamia

    Esa manipulación y las mentiras que se han utilizado para justificar la legalización de ese crimen son la antesala de otros ataques contra los derechos humanos, como las peticiones de censura de los apologistas del aborto contra quienes defendemos el derecho a vivir. No les llega con convertir en derecho un asesinato: además quieren taparnos la boca a quienes rechazamos esa infamia.

    Ya hemos visto la “Ley Mordaza” creada en Francia contra los provida, pero también hay voces en España pidiendo que se viole la libertad de expresión para impedir toda crítica al asesinato legal de los hijos por nacer e incluso la afirmación de la verdad científica sobre el inicio de la vida.

    Por ejemplo, en 2013 el PSOE ya quiso censurar un concurso escolar porque afirmaba la humanidad del embrión humano. Al paso que vamos, escribir un artículo como éste puede acabar trayéndome problemas, pero ¿cuál es la alternativa? ¿Callarse, mirar hacia otro lado? Me niego a respaldar con mi silencio este horror, por el que los españoles deberíamos sentir una profunda vergüenza.

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