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La natalidad o el callo en el pie

Cementerio de ninos abortados / Andy Prima

Cementerio de ninos abortados / Andy Prima

Otra vez estamos de pactos. Parece que fue ayer ¿verdad? Llevamos tantos meses hablando y oyendo hablar de pactos, negociaciones y sumas de escaños que ya nos hemos acostumbrado y, de hecho, el día que alguien se decida a trabajar por España en el Congreso echaremos en falta estos tejemanejes diarios de los políticos para no perder su sillón.

Unos días antes de las elecciones quisimos llamar la atención sobre la gravedad de que nadie tenga ya en cuenta la vida de tantos ninos en riesgo de ser abortados, porque refleja la unanimidad por parte de todas las fuerzas políticas en considerar el aborto como un tema ya amortizado y aceptado por todos. Seguiremos luchando por ellos, a pesar de todo.

De lo que sí hablan todos es de un tema reiterativo y manoseado por unos y otros en su propio interés: las pensiones. Me cuesta creer que entre tanto gurú de la economía ninguno se haya dado cuenta de que uno de los factores más importantes para asegurar las pensiones de los españoles es el de la natalidad.

¿Cómo es posible que cuando los periodistas preguntan a los políticos sobre este asunto ninguno se atreva a reconocer que en este sentido las políticas en España han de ser mejoradas y encaminadas a la promoción de la natalidad? 

En realidad no me creo que no lo sepan, no creo que la inutilidad política llegue a estos extremos. Creo, por el contrario, que se trata de un tema de aparentar, y me explico: el político de turno piensa (en la derecha sobre todo) que si esgrime palabras como “natalidad” o “familia” le caerá un aluvión de críticas y le llamarán carca, conservador, machista, etc.

Somos el segundo país por la cola en tasa de natalidad, después de Portugal

Se tiene miedo a reconocer lo obvio por el que dirán. El miedo a pisar el callo del progre de al lado hace que se pase por alto el problema más grave que tiene España y que es el origen de gran parte de esta crisis: la baja natalidad.

Somos el segundo país por la cola en tasa de natalidad, después de Portugal, y destinamos casi un punto menos del PIB que la media de la Unión Europea en ayudas a la familia

Según el último estudio del Instituto de Política Familiar, el 18,16% de los embarazos en España acaba en aborto, y hemos perdido desde que se aprobó la primera ley proaborto en 1985 la friolera de más de dos millones de ninos, jovenes que estarían ahora en nuestras universidades, poblacion activa que hoy estaría trabajando y supondría un activo valiosísimo para, entre otras cosas, asegurar las tan deseadas pensiones de los mayores.

Necesitamos 260.000 nacimientos más al año para asegurar el reemplazo generacional y sin embargo se abortan 110.000 ninos cada año. Y sé que es políticamente incorrecto hablar de esto, pero alguien lo tiene que hacer.

Ya sé que parece un problema a largo plazo para aquellos que no miran más allá de esos cuatro años que dura una legislatura, y que, lejos de meterse en política para trabajar por el futuro de su país, lo hacen para asegurarse un sueldo fijo y luego Dios dirá.

¿Se imaginan a un líder político que se desmarcara un día diciendo que centrará sus políticas en promover la natalidad y las ayudas a las familias como base del progreso social y económico? Y aún voy más allá, ¿se imaginan que lo hiciera? Estoy convencida de que serían millones los españoles que lo apoyarían, muchos más de lo que nos creemos y se creen ellos.

En España hay muchas familias que desean colaborar con su aportación al futuro de su país, y que no tienen más hijos porque no pueden permitírselo

Lo harían en primer lugar porque serían una apuesta segura por la recuperación económica y porque, en contra de lo que nos quieren hacer creer, en España hay muchas familias que desean colaborar con su aportación al futuro de su país, y que no tienen más hijos porque no pueden permitírselo.

Y también lo harían porque los españoles están ávidos de encontrar a alguien valiente, convencido, sensato y coherente que no tenga miedo a los escupitajos de ciertos sectores y que defienda de verdad un proyecto ilusionante para su país.

Tampoco oiremos hablar de esto en la nueva ronda de negociaciones, desde luego no en las ruedas de prensa, ni lo leeremos en las redes. Y, desgraciadamente, tampoco lo veremos en el próximo BOE. Pero, al igual que hacemos con la vida de los ninos, seguiremos pidiendo que la razón se imponga y que se ayude a las familias. Y seguiremos luchando por encontrar a ese líder “normal” con el que todos soñamos.

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