Si Donald Trump está considerado con razón un lenguaraz irredento, la más que probable candidata del Partido Demócrata para sustituir a Barak Obama al frente de la Casa Blanca no le va a la zaga.
Cualquiera que pronuncie la frase que encabeza este texto tendría asegurada la portada de todos los medios de comunicación imaginables. Sin embargo, apenas algunos pocos se han hecho eco de una afirmación que, en definitiva, significa lo mismo.
Hillary Clinton ha asegurado, sin despeinarse, que «la persona no nacida no tiene derechos constitucionales». El comentario, digno de cualquier comisario político de un régimen totalitario, no ha suscitado el mismo revuelo periodístico que la propuesta -luego rebajada- de Trump de penalizar de alguna forma a la mujer que decida acabar con la vida de su hijo.
Quiero entender que es porque no se han explicado de manera suficiente las palabras de Clinton. Porque la afirmación de que «la persona no nacida no tiene derechos constitucionales» va mucho más allá de una definición o una opinión jurídica sobre quién puede ser sujeto legal de derechos.
Hillary Clinton ha hablado como hablan los nazis de los judíos, los wasp de los negros o los comunistas de los homosexuales
Supone un desprecio absoluto por la persona que, si no se le impide, se desarrollará normalmente, como corresponde a un individuo de la especie humana único, irrepetible, con toda su carga genética, con todas sus potencialidades, con sus aciertos y sus defectos.
Hillary Clinton ha hablado como hablan los nazis de los judíos, los wasp de los negros o los comunistas de Castro de los homosexuales. No son nada. No tienen derechos. Tiene menos derechos que las crías de cualquier animal en peligro de exitinción, aunque, eso sí, sirvan para traficar con sus órganos, como destapó David Daleiden.
Porque así funciona la mentalidad abortista que trafica con los órganos de quienes «no tienen derechos constitucionales»: «¿Quiere el cerebro fresco o congelado?».
Una vez más, hay que recordar el poema, erróneamente atribuido a Bertold Brech, fruto de la reflexión vital de Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller:
«Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».
Esta semana tenemos otra oportunidad para seguir denunciando este tipo de tropelías contra la vida humana, en la convocatoria «la vida sobre ruedas», convocada por la plataforma ‘Sí a la vida’ o en cualquier otra que se realice con motivo del día de la vida en España este fin de semana.
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