Ocho lecciones cabe extraer de la batalla de Argentina en defensa de la civilización, amenazada por un enemigo formidable: Naciones Unidas y el lobby abortista, con el chantaje económico en ristre.
Son éstas:
- Que se puede ganar la guerra contra el crimen organizado.
Es una carrera de resistencia. Quizá no veamos el final, pero sí lo verán nuestros nietos, como los nietos de los rusos sojuzgados vieron caer la tiranía soviética como un castillo de naipes.
Y la ganaremos por la misma razón por la que cayó el mayor sistema totalitario de la historia: porque el aborto, como la URSS, se basa en la mentira.
- Pero no puedes quedarte en casa, en la próxima ‘mani’.
Y la batalla se gana no sólo en los Parlamentos -como ha ocurrido en el Senado argentino- sino también en la calle -como ha ocurrido en Buenos Aires-: manifestándose, una y otra vez, contra viento y marea, aunque vayan cuatro gatos, los mismos cuatro gatos de siempre, y los políticos no hagan caso, y parezca que estás arando en el mar y que no sirve para nada.
Claro que sirve. En la era de la imagen es crucial que la defensa de la vida tenga visibilidad. Lo que es invisible, no existe. Corrijamos a Descartes: Me ven, ergo sum.
Y te recuerdo que la calle es tuya, no del alcalde, ni del presidente del Gobierno.
- Ni fiarte de los políticos.
Son profesionales de la mentira. Y ahí tienes a Macri, que iba de provida cuando era candidato a la Casa Rosada y ahora que ha visto el revés en el Senado, pretende despenalizar el aborto en más supuestos y convertirlo en un derecho, como hizo Zapatero en España con la ley Aído y como pretende Naciones Unidas que quiere que la muerte de bebés en el seno materno sea un derecho humano.
Profesionales de la mentira… o del disimulo. ¿Por qué Casado, el nuevo líder del PP, que presumía de pro-vida, guarda un prudente silencio ante el histórico hito de Argentina?
- Ni dejar que te arrebaten el título de «progresista».
Defender la vida es progreso, matar impunemente a inocentes es barbarie. Defender la vida es democracia, legalizar masacres es tiranía. Que no te confundan.
Esta es una batalla de las palabras. Y los del sindicato del crimen son unos genios en manipularlas. Se han adueñado de la palabra «progreso» y no hay quien les baje del burro.
Si la legitimación social del aborto es progreso, entonces ¿también era progreso la legitimación social de los sacrificios humanos o el canibalismo?
Si la supresión de la pena de la muerte en Occidente se considera un hito en favor de la dignidad de la persona, como acaba de subrayar el papa Francisco tras la modificación del punto 2267 del Catecismo, y el ahorcamiento o la silla eléctrica ya sólo quedan en regímenes tiránicos (o en algunos Estados del Far West ultramontano) ¿por qué llamar progreso a esa otra pena capital que acaba con la vida de quienes no son asesinos en serie ni peligrosos delincuentes?
Algunos medios de comunicación han llegado a decir que con el No al aborto, Argentina pierde su sueño de progreso. El silogismo es tan absurdo como si alguien dijera que decir que el No a las cámaras de gas privaría a la Alemania hitleriana de su sueño de progreso.
Pedir el aborto libre para evitar que mueran las mujeres es tan sofista como pedir que se legalice el robo para evitar que los cacos se lastimen…
- No caigas en la trampa de las cifras, no cuela.-
Se creen que han inventado la rueda, pero sus trucos son tan viejos como falsos. El más típico es el de las cifras de muertes por abortos clandestinos. Los socialistas ya lo usaron en la España de los años 80 para justificar la despenalización del aborto.
Pero…
Primero y principal, pedir el aborto libre para evitar que mueran las mujeres que tienen que hacerlo clandestinamente es tan sofista como pedir que se legalice el robo o el crimen para evitar que los cacos y los homicidas se lastimen…
Y segundo, ni siquiera esas cifras son reales. Están infladas y manipuladas: Si hubiera tantos abortos clandestinos como dicen, en la Argentina del aborto ilegal habría 5 veces más abortos por mujer fértil que en la España del aborto legal libre y sin causa, y la tasa de niños abortados frente a bebés que nacen vivos sería en Argentina 2,5 veces más que en España.
- Porque esto es una Guerra Mundial contra la natalidad.-
Esto es una guerra mundial contra la natalidad, es decir contra la persona; con un formidable enemigo, Naciones Unidas, mascarón de proa del Nuevo Orden Mundial; en varios frentes: Irlanda, Argentina, los países africanos; y con el arma poderosa del chantaje económico.
Y no van a cejar. Esto no se arregla con una votación en el Senado argentino, es sólo una escamaruza más en una confrontación global.
En esa Guerra, la primera fase fue la anticoncepción, la segunda la implantación del aborto y la tercera la conversión de éste en un derecho humano -uno de los objetivos declarados para el milenio-.
El aborto es el precio de Jauja, como explica Gabriele Kuby en ‘La revolución sexual global’
- La clave no es el aborto, sino lo otro.-
Desmontar la gigantesca maraña de intereses que rodean la guerra contra la natalidad va a costar mucho. Igual que costó siglos acabar con la esclavitud. Los defensores de ésta sostenían que era buena, porque… ellos tenían esclavos. Lo mismo ocurre con la masacre de niños en el vientre materno: la clave no es otra que la revolución sexual, sus promotores y beneficiados la incluyen en el pack porque les interesa el nuevo statu quo de sexo libre. El aborto es el precio de Jauja, como explica Gabriele Kuby en La revolución sexual global. Tiene que haber un inocente que pague el pato: el niño en el seno materno. Así de crudo.
Eso explica que actualmente te puedan «encarcelar por un puntapié a una gallina pero descuartizar o succionar fetos de 14 o más semanas es un derecho inalienable» como escribe Hermann Tertsch.
- Pero la solución no es lo que ellos llaman educación sexual.-
Solución no es lo que ellos llaman educación sexual, reducida al reparto de condones con sabor a fresa entre adolescentes y a enseñar al niño desde su más tierna infancia a estimular sus genitales y los del vecino. Porque eso no se llama educación sexual, sino «soma», la droga para tener embobada y controlada a la población en Un mundo feliz.
Y los condones no son la solución porque fomentan la promiscuidad y, por lo tanto, lo que ellos llaman embarazos no deseados; y, por lo tanto, el aborto. Y así se realimenta la mentira del sexo seguro. Y unos espabilados hacen caja.
Y enciman fallan más que una escopeta de feria, porque suelen tener agujeros. Pero procuran que se sepa poco, porque pondría en evidencia la gigantesca mentira de todo el tinglado.
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