El caso del juez Brett Kavanaugh, crucificado por la caza de brujas del movimiento feminista MeToo, podría servir de tema para la próxima película de Spielberg. Completaría el ciclo de alegatos en defensa de la libertad (El puente de los espías); y la verdad (Los papeles del Pentágono), con Tom Hanks como héroe íntegro y amenazado, que se enfrenta al totalitarismo y al sistema.
Esta vez, Hanks no encarnaría a un abogado en el Berlín comunista, ni a un director de periódico en el Washington de la era Nixon, sino a un jurista que ve en peligro su candidatura al Tribunal Supremo de EEUU, su honor y su fama, porque tres mujeres le acusan de haber intentando violarlas hace 30 años.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa película tendría una secuencia clave: la cámara haría un movimiento hacia la chapita que luce una de las feministas…
La película tendría una secuencia clave, poco antes del desenlace. En un montaje paralelo, aparecería Christine Ford, una de las tres acusadoras, compareciendo ante un bosque de micrófonos dispuesta machacar a Kavanaugh… y acto seguido unas feministas manifestándose contra el candidato a juez; la cámara haría un movimiento hacia la chapita que luce una de ellas y mostraría un primer plano con el mensaje: “Save Roe, vote no”.
Esa secuencia visual, sin diálogo, lo explica todo. Porque como apuntan acertadamente Eulogio López en Hispanidad o la señorita Sande en estas mismas páginas, se trata de evitar que el aborto deje de ser un derecho de facto. Fue el Supremo el que, con la sentencia del caso Roe versus Wade -de ahí la chapita-, lo legalizó, interpretando que la Constitución proclamaba ese derecho. Y esto podría cambiar con la llegada de Kavanaugh, porque los magistrados conservadores serían mayoría: 5 provida frente a 4 pro-muerte.
Mucho se juega en el envite el lobby abortista en EEUU, comenzando por los pingües beneficios que la matanza de bebés proporciona a Planned Parenthood, y más aún se juega el feminismo radical, porque sin aborto deja de tener sentido. No pueden permitir que un juez ponga en peligro el chiringuito. Sobre todo porque los jueces del Supremo norteamericano son un auténtico poder fáctico, dadas sus atribuciones (tienen potestad para interpretar la Constitución en exclusiva), y dada su duración (son vitalicios).
¿Y qué hace el lobby? Se inventa una mentira y aprovechando que Harvey Weinstein pasa por Valladolid, las brujas del MeToo le endosan a Kavanaugh el sambenito de violador de niñas de colegio mayor.
Si encima el personaje es católico, de origen irlandés, felizmente casado y con dos hijas, doble escándalo y doble morbo. El FBI ha demostrado que todo es un pufo, y el Senado ha terminado aceptando a Kavanaugh como miembro del Supremo, pero la fama del jurista ha quedado por los suelos.
Como en todas las guerras -y la del aborto es una guerra a escala mundial-, la primera víctima es la verdad. Con una mentira -la acusación contra el nuevo juez- se quiere defender otra mentira: el cuento chino con el que feministas y abortistas presionaron al Supremo para que despenalizara el aborto en 1973, con la sentencia Roe vs. Wade.
La chica demandante, Jane Roe, alegó entonces que su embarazo era fruto de una violación. Años más tarde reveló que era mentira, se arrepintió e incluso abrazó la causa provida. Pero ya era tarde, porque los lobbies feministas tenían lo que querían: licencia para abortar, con las bendiciones del Tribunal Supremo.
Un presidente que no tenían previsto se lo ha puesto difícil a los abortistas
Ahora temen perderla. Un presidente que no tenían previsto se lo ha puesto difícil, primero proponiendo al provida Neil Gorsuch para juez del Supremo y ahora a Kavanaugh, apretando las clavijas a Planned Parenthood y amenazando con cortar el grifo de los dólares a las clínicas abortistas. Y eso que Trump no es personalmente provida, sino “provida con excepciones” como decía Reagan. Pero ahí está, como un Constantino del siglo XXI, poniendo el pragmatismo al servicio de un fin justo y necesario.
No sabemos si Hanks aceptaría el papel y la peli terminaría siendo realidad. Lo que sí sabemos es que la vida real ha ido por delante de la ficción y Brett Kavanaugh ya es, a pesar de todo, juez del Supremo. Cosas así sólo pasan en Estados Unidos. De momento…