La Marcha por la Vida llena cada año las calles de Washington DC desde 1974 con cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes, en defensa de la vida humana. La organización acaba de hacer público cuál va a ser el lema de esta gran manifestación que tendrá lugar en la capital estadounidense el próximo 19 de enero, en el aniversario de la sentencia Roe v Wade que abrió las puertas al aborto en Estados Unidos en 1973: “Único desde el día uno: Pro Vida es Pro Ciencia”.
La Marcha este año quiere incidir en la coincidencia entre el mensaje pro vida y lo que le ciencia prueba, esto es, que con la concepción empieza la vida de un nuevo ser único e irrepetible. Jeanne Mancini, la presidenta de la Marcha por la Vida, ha explicado en la rueda de prensa de presentación del lema que “nuestro ADN está ya presente en el momento de la concepción. Lamentablemente, la sociedad intenta ignorar u ocultar estos hechos. Cuando le preguntaron al presidente Obama en qué momento empieza la vida, respondió que eso estaba por encima de lo que le pagaban por saber”.
Otra cuestión que la Marcha por la Vida quiere denunciar en su edición de este año es el negocio de suministro de tejido fetal proveniente de abortos provocados posteriores a las nueve semanas de gestación para investigaciones con células madre.
«El término que se usaba para describir a un feto en 1973, ‘un amasijo de células’, es una terrible perversión de la medicina» denuncia la doctora Grazie Pozo Christie
A este respecto, David Prentice, director de investigación del Charlotte Lozier Institute ha declarado que cuando un feto llega a las 18 semanas “la ciencia ha dejado muy claro que ya puede percibir dolor. Estos individuos no tienen que ser destruidos para que avancemos en la curación de otros”.
Se hace eco así del intenso debate en torno al sufrimiento fetal que está teniendo lugar en Estados Unidos. A su vez, la radióloga Dra. Grazie Pozo Christie, afirmó que “se nos vendió el aborto como un avance científico, pero la ciencia nos ha abierto los ojos y los oídos. El término que se usaba para describir a un feto en 1973, ‘un amasijo de células’, es una terrible perversión de la medicina”.
El lema elegido por la Marcha por la Vida 2019 no es casualidad: la alianza entre ciencia y mensaje pro vida es quizás uno de los rasgos más claros de la evolución en este terreno durante últimos años. Los avances en investigación y tecnología neonatal están cambiando muchos de los términos del debate. El uso de técnicas de ultrasonido nos permite ahora ver con un detalle inimaginable hace unas décadas el desarrollo del niño por nacer.
Ya no estamos hablando de conceptos abstractos, sino sobre el derecho a la vida de alguien que podemos ver chupándose el dedo, sonriendo o dando palmadas, alguien que ya no podemos descartar como no-humano. Tim Goeglein, vicepresidente de Focus on the Familiy, explicaba recientemente que estiman que 400.000 madres en Estados Unidos que se planteaban abortar han decidido continuar con su embarazo tras ver a sus hijos gracias al programa que ofrece máquinas de ultrasonidos a las clínicas.
Por otra parte, la capacidad de supervivencia de un niño prematuro también ha cambiado sustancialmente gracias a los avances técnicos: si en 1973 era inviable que un feto de 28 semanas fuera viable, ahora se habla incluso de viabilidad a partir de las 22 semanas, como incluso recogía el New York Times, un diario alineado con las tesis abortistas.
Lo cierto es que todos estos avances han hecho cambiar la valoración moral acerca del aborto de muchas personas: las nuevas tecnologías permiten percibir con mayor facilidad la humanidad del feto y en consecuencia su condición moral como sujeto de derechos.
Un artículo en The Atlantic recogía las declaraciones de Colleen Malloy, una neonatóloga y profesora en la Northwestern University: “Es como el emperador que va desnudo. Los equipos médicos emplean enormes esfuerzos, tiempo y dinero para sacar adelante a los niños prematuros y al mismo tiempo realizan abortos, incluso en fases muy avanzadas del desarrollo fetal”. Malloy explica que, a medida que las técnicas médicas son cada vez más sofisticadas, ha ido sintiendo una creciente tensión: “muchos hospitales pueden realizar intervenciones quirúrgicas en fetos que, en algunos casos, pueden también ser abortados en el segundo o tercer trimestre de gestación. Cuando más avanzo en mi campo de la neonatología más veo que la elección lógica es reconocer al feto en desarrollo como lo que es: un ser humano en desarrollo en vez de una especie de forma sub-humana”.
Frente a los avances de la ciencia, que ofrecen nuevas evidencias de la humanidad del feto, se alza un abortismo cada vez más irracional y fideísta, que afirma acríticamente “dogmas” sin base científica (por ejemplo el famoso eslogan “mi cuerpo, mi decisión” choca con la evidencia de que existen dos corazones, cuatro pulmones, cuatro riñones… en definitiva, dos cuerpos diferentes) y que recuerda a aquellas crueles religiones paganas que hacían del sacrificio humano eugenésico uno de sus pilares.
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