El Dr. Herbert Hending, un prestigioso psiquiatra estadounidense, terminaba el libro cuyo título da pie a mi artículo, con estas palabras: «En una cultura que no da un significado a la última etapa de la vida, la actitud de repulsión hacia esta fase se hace parte de su narrativa cultural, empujando a médicos y pacientes hacia la eutanasia. Esta actitud refleja lo que sucede cuando se usa la medicina para acelerar la muerte en vez de para evitar el sufrimiento«.
No siempre puede evitarse el sufrimiento, por más que dediquemos toda nuestra vida a ese empeño, pero como médicos al menos hemos de intentarlo. Tenemos la obligación profesional y moral de hacerlo. Sin embargo, tal y como describe Hending en su libro, se puede comprobar cómo la tentación de recurrir a lo fácil y rápido se vuelve casi en una obligación cuando lo excepcional se hace legal. En sus múltiples entrevistas a los actores implicados en la práctica de la eutanasia en Holanda pudo comprobar cómo la teoría de la pendiente resbaladiza se ha cumplido en ese país, en el que ahora ya se puede acabar con la vida de los recién nacidos gracias al famoso protocolo Groningen. Los distintos informes que se han ido elaborando sobre los datos oficiales que constan en ese país arrojan unos resultados escalofriantes, y demuestran que no es posible llevar a cabo un control adecuado del número de personas que mueren por eutanasia y que muchos de ellos ni siquiera la llegan a pedir.
Los argumentos que últimamente se utilizan para que se legalice la eutanasia en España me recuerdan mucho a los que se utilizaron para el aborto: la gente muere en condiciones inhumanas, recurren al suicidio a escondidas, muchos médicos ya la están aplicando, etc. Y, por supuesto, los defensores de la eutanasia piden que se legalice sólo para unos determinados casos, asegurando que en ningún momento nos deslizaremos por la famosa pendiente por la que ya lo ha hecho el aborto. La realidad en Holanda, como digo, demuestra lo contrario. Cada vez son más los enfermos, y no enfermos, que mueren con o sin consentimiento tras la aplicación de una eutanasia.
Los partidarios de la eutanasia invocan el principio de autonomía para acto seguido empezar a poner condiciones, pudiendo así sólo ser autónomos para morir unos pocos
Siempre me ha llamado la atención que los partidarios de la eutanasia invoquen el principio de autonomía para acto seguido empezar a poner condiciones, pudiendo así sólo ser autónomos para morir unos pocos. ¿Por qué no puede pedir la eutanasia aquel que considera que su vida no tiene sentido porque no puede tocar el piano tras la amputación de cinco de sus dedos? ¿O aquel que ha sufrido el abandono de la mujer de su vida y no encuentra motivos para seguir en ella? ¿Por qué el que decide tirarse desde un viaducto no puede ser respetado en su autonomía y ha de ir la Policía a retirarlo del precipicio? ¿Por qué no pasamos por su lado sin más, deseándole un buen viaje?
La eutanasia, como explica Hending, lejos de reafirmar la autonomía del paciente la debilita, porque en su experiencia es el médico el que puede proponerla o no, induciéndolo a tomar una decisión u otra e incluso aplicándola sin que él lo haya pedido. En Holanda comprobó que «la eutanasia, que se había propuesto para casos extremos, se había convertido en una manera casi rutinaria de tratar la ansiedad, la depresión y el dolor en enfermos graves o terminales«. Él vio el peligro de legalizar la eutanasia, y quiso proteger a su país de ello, cosa que, afortunadamente, consiguió.
Muchos preferirán morir antes que sufrir lo que están sufriendo, pero querrían dejar de hacerlo para seguir viviendo
En España se está intentando que la eutanasia sea legal, y recientemente se ha dado un paso más para ello. Mientras tanto, los que tenemos familiares muriendo de dolor, seguimos mendigando los cuidados paliativos que nunca llegan, o que cuestan una fortuna porque los que deberían estar accesibles para todos no lo están. Porque hay pocos equipos con buenos profesionales que no llegan a todo, y con profesionales buenos que quieren llegar pero no reciben la adecuada formación. Porque no se dota presupuestariamente al Plan Nacional de Cuidados Paliativos que ha quedado casi en papel mojado esperando que alguien se tome en serio de una vez la vida de la gente hasta el final.
En España se votó a favor de un debate para legalizar la eutanasia, con el voto a favor de 176 diputados, y la repugnante equidistancia de Ciudadanos, que prefirió ponerse de perfil en ese equilibrio tibio que tan buen resultado le está dando por culpa del Partido Popular que renunció hace tiempo a defender ciertos principios. Y mientras tanto, muchos preferirán morir antes que sufrir lo que están sufriendo, pero querrían dejar de hacerlo para seguir viviendo.
Nos hemos colocado ya en el borde la pendiente resbaladiza en la que hace años se puso Holanda, ahora sólo hace falta que alguien dé un empujoncito para que empecemos a deslizarnos irremediablemente por ella hasta que, sin darnos cuenta nos llegue a nosotros el día en que nos sintamos presionados a quitarnos de en medio antes de que llegue otro que, seducido por la muerte, decida hacerlo por nosotros.
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