Suelo desconfiar de los best sellers, hasta el punto de que casi ninguno me gusta. Pero siempre termino dándoles una oportunidad, más aún si vienen precedidos por grandilocuencias del tipo «mejor libro del año», etc. Es el caso de El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, de Anne Applebaum, una conocida periodista norteamericana de cierto éxito tanto en nuestro oficio como en su faceta de escritora.
Naturalmente, el tema no es nuevo y diré que tampoco ofrece claves de interpretación o de análisis que resulten especialmente novedosos. El libro está bien escrito, con una prosa ágil y un estilo periodístico, mezclando la crítica política con el análisis de actualidad y aportando algunos datos curiosos que la autora ha conocido directamente (a través de sus numerosos contactos del mundo de la política, el periodismo o los negocios), o bien a través de su esposo, quien ha desempeñado varios cargos políticos de cierta importancia en Polonia.
La tesis principal del libro es: «Mucho cuidado, que nos quedamos sin democracia liberal, porque el mundo de internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales está inundado de «nuevos fascistas», gente deslumbrada por el autoritarismo nacionalista o identitario, que cada vez se organizan más y mejor, y que pueden acabar con nuestras libertades y derechos, como ya ocurrió en el pasado»…, etc.
Applebaum utiliza una prosa atractiva y por momentos sugerente para terminar enalteciendo los lugares comunes sobre la democracia liberal
Para apoyar su tesis, Applebaum se centra casi exclusivamente en cuatro o cinco «peligros»: Orban en Hungría, el partido Ley y Justicia en Polonia, Trump en Estados Unidos (el libro no recoge la victoria electoral de Biden), VOX en España, y aunque muy superficialmente y casi de pasada, la familia Le Pen en Francia. Todos ellos han llegado al poder o intentan llegar (según su opinión) falseando la realidad, usando la mentira y la manipulación de manera generalizada y organizada en redes sociales, en algunos casos (como Polonia y Hungría) institucionalizando la corrupción y el nepotismo, y en otros (como Trump o Boris Johnson) usando sus personalidades extravagantes para arrastrar a grandes masas de personas descontentas o frustradas por motivos personales.
Ojalá pudiésemos decir que se trata de un análisis intelectualmente brillante o demoledor en cuanto a las pruebas que aporta a sus más que atrevidas opiniones de algunos asuntos todavía no aclarados del todo (como el accidente aéreo de Smolensk, donde murió el entonces presidente polaco Lech Kaczynski). Pero no es así.
Applebaum utiliza una prosa atractiva y por momentos sugerente para terminar enalteciendo los lugares comunes sobre la democracia liberal, pero con el agravante de citar solamente los «peligros» que provienen de lo que ella considera «extrema derecha»; porque la autora no cita ni un solo caso de amenazas a la democracia por parte del populismo de extrema izquierda, ni del neocomunismo, ni del anarquismo.
Y lo que es más tremendo: pretende insinuar que solamente tres partidos europeos (Fidesz, Ley y Justicia y Vox), con cuotas de poder muy diferentes entre sí en sus respectivos países, suponen una amenaza real para la supervivencia de la democracia europea.
Pero si ya este planteamiento resulta por lo menos pueril (por falta de consistencia intelectual), hay un tema en concreto del libro que es simplemente infumable: la equiparación que hace Applebaum de Vox con el franquismo. O a esta señora le han escrito esa parte del libro en la redacción de El País o de La Sexta, o las conversaciones que dice haber mantenido con Rafael Bardají las ha entendido exactamente al revés. La autora afirma que Vox intenta traer a la memoria de los españoles mensajes simplistas como los «¡Arriba España!» de la época de Franco, y que su líder Santiago Abascal hizo un vídeo montado a caballo, cabalgando sobre la campiña, a modo de conquistador medieval. La «nostalgia» franquista de un pasado glorioso y un uso profesional y organizado de las redes sociales es lo que explicaría, a juicio de Applebaum, el creciente éxito de Vox en la política española. Si no lo leo, no lo creo.
Al final, estos libros en los que sus autores se estremecen de miedo por la posible muerte futura de la democracia libera, y que exageran hasta el paroxismo la radicalidad o el supuesto gusto por la violencia de movimientos identitarios nacionalistas, u otros de marcado carácter cristiano, pecan exactamente de lo mismo que quieren criticar.
Señora Applebaum, díganos, si la nación no existe (o es un concepto discutido y discutible, como diría Zapatero), ¿sobre qué objeto político quiere usted que opere la democracia?
Es increíble que Applebaum atribuya a la «extrema derecha» el gusto por la mentira y la manipulación, cuando ella (que dice ser historiadora) sabe perfectamente que los maestros presentes, pasados y futuros en el arte de la manipulación y del uso sistemático de la mentira son el marxismo y sus hijos naturales o bastardos.
¿Cómo es posible que esta señora hable de VOX, partido que solamente tiene 52 diputados en el Congreso y no hable de la alianza gubernamental del PSOE con Podemos?, ¿no le preocupa la acción de Gobierno de la extrema izquierda, y la evidencia real de corromper, mentir, manipular y tocar todas las estructuras del poder para intentar perpetuarse en él durante décadas?, ¿no cree que eso sí es una amenaza real para la democracia liberal? Pues de eso no dice ni una sola línea en su aplaudido best seller.
Las democracias, efectivamente, han desaparecido en el pasado y probablemente lo sigan haciendo en el futuro. Y no nos alegramos especialmente de ello. Pero el peligro de las democracias liberales no son las supuestas amenazas de «extrema derecha», como dice Applebaum en este libro. El peligro real para las democracias es que son incapaces de conjugar el derecho al sufragio universal de todos los ciudadanos con la existencia de partidos políticos donde haya una verdadera democracia interna, donde prime la valía personal y el deseo de servir a la patria por encima de la adoración al líder, además de la defensa de la nación como valor político superior, muy superior a la propia democracia. Porque, señora Applebaum, díganos, si la nación no existe (o es un concepto discutido y discutible, como diría Zapatero), ¿sobre qué objeto político quiere usted que opere la democracia?, ¿sobre el éter? Ah, pero la nación es una entelequia del pasado y los que defendemos la nación unos radicales extremistas de derecha que amenazamos el liberalismo.
Recomiendo el libro. Sí, en serio, lo recomiendo. Porque así el lector imparcial se dará cuenta de lo que tenemos. Así es la intelectualidad en el mundo de hoy. Así son los que triunfan en el periodismo y en la literatura. Los que cortan el bacalao. Una élite de esnobistas progres (da igual de centroderecha que de centroizquierda, porque son los mismos) que no creen en absolutamente nada eterno, ni duradero, ni de un valor real y efectivo.
Ni en Dios, ni en la vida como don sagrado, ni en la familia tradicional, ni en la nación, ni en la Patria, ni siquiera en la justicia social (que, por cierto, es una creación de la Iglesia Católica y no del socialismo). Sólo creen en «la Ilustración» (hija de la terrorista Revolución Francesa), en el liberalismo y en «su verdad» de lo que es bueno y es malo, una «verdad» de la que nadie puede discrepar, porque entonces eres un infame ultraderechista, una amenaza para la «estabilidad» del mundo.
Lean este El ocaso de la democracia y se darán cuenta de que lo que está en peligro no es la democracia (al contrario de lo que piensa Applebaum). Los que están en peligro son: la nación, la razón y el periodismo libre.
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