En la China comunista de la política del hijo único ser síndrome de Down suponía una pena de muerte prácticamente segura. El 95% de estos ninos han sido abortados e incluso la dictadura permitía que se acabara con esta vida incluso en el noveno mes de embarazo.
Con la posibilidad de tener tan sólo un hijo muchos chinos han decidido durante estas últimas décadas acabar con la vida de los ninos que no fueran lo que ellos consideraban aptos. Pequeños con enfermedades raras, con parálisis cerebrales o los propios síndrome de Down han sido los sacrificados en gran parte por las presión ejercida por el régimen.
Pero los que no son abortados tampoco corren mucha mejor suerte. De hecho, de este mínimo porcentaje que llega a ver la luz muchos llegaron porque durante el embarazo no se les detectó su discapacidad. Y entonces una buena parte de ellos fueron abandonados posteriormente.
Por ejemplo, en 2014 el gobierno chino abrió en la ciudad de Cantón (Guangzhou) abrió un centro nido para acoger a ninos abandonados por sus padres. Dos meses después tuvo que cerrarse debido al aluvión de bebés que recibía y al efecto llamada que producía. Y había un dato muy llamativo, tal y como recoge Tempi, todos los ninos que habían sido abandonados allí eran discapacitados. Por ejemplo, había 110 con síndrome de Down, 39 con parálisis cerebral y 32 con problemas cardiacos muy graves.
El muro a superar en la China comunista
Ge Genfu es uno de los pocos afortunados ninos chinos con trisomía 21 que logró nacer y después sobrevivir sin ser abandonado. Es un raro ejemplo en la China comunista. Y lo es gracias al tesón de su madre, que también estuvo a punto de dejarse llevar por las prácticas del régimen.
Un médico dijo a la madre: «Tienes dos opciones, aceptar la realidad o abandonarlo en la calle»
Su madre, Bai Ye, no supo que su hijo tenía síndrome de Down hasta 40 días después de nacer. En ese momento los médicos le dijeron: “No hablará ni caminará jamás”. Esta mujer recorrió los mejores hospitales chinos y los templos budistas pidiendo la curación de su hijo sin éxito hasta que el médico de un hospital infantil de Shangai le dijo: “tienes dos opciones, aceptar la realidad o abandonarlo en la calle”.
Ella no quiso abandonar a su hijo y se enfrentó a las enormes dificultades que implicaba el tener un hijo con síndrome de Down bajo el yugo de esta dictadura. Tuvo muchos problemas para escolarizarlo y una vez en la escuela los profesores le dejaban sólo en un rincón sin saber qué hacer con él. Bay Ye ha había perdido toda esperanza con que Ge Genfu pudiera desarrollarse como los demás ninos.
Pero un pequeño detalle cambió todo y lo que sería la vida de Ge Genfu para siempre. Un día esta madre acudió a recoger al pequeño y vio que estaba sin el jersey que llevaba. Muy enfadada fue a pedir explicaciones a los maestros pero le dijeron que ellos no le habían quitado esa prenda. Él sólo había sido capaz de desprenderse de la prenda y de arrojarla lejos. El nino que nunca se movería y hablaría, según los médicos, conseguía hacer cosas que supuestamente nunca lograría.
Lejos de seguir enfadada con los profesores, Bay Ye exultó de alegría pues las habilidades motoras de su hijo mejoraban y había esperanza para un hijo al que habían desahuciado antes incluso de nacer.
Una empresa en la que sólo trabajan discapacitados
Desde ese momento, esta madre decidió hacer todo lo posible para que su hijo tuviera una oportunidad en la vida y fuese un ejemplo de que el aborto y el abandono no es la solución. Cuando tenía ocho años consiguió matricular a Ge Genfu en una escuela especial donde estuvo nueve años.
Ahora el joven es feliz y se siente realizado trabajando junto a otros discapacitados. Muchos millones como él no tuvieron esa oportunidad
Tras esto siguió mejorando sus habilidades manuales y también intelectuales hasta que su madre se preguntó qué podía hacer para ayudar a su hijo en el futuro.
Desafiando la enorme competitividad que se da en estos momentos en China decidió abrir para su hijo una pequeña empresa en la que sólo trabajan personas con discapacidad intelectual.
Y la empresa funciona pues da dignidad a estos jovenes olvidados y rechazados. Genfu ahora produce pequeños productos como collares que luego están presentes en hoteles en China. Es feliz y se siente realizado. A millones como él nunca les dieron esta oportunidad. Y ahora él y su madre son un ejemplo de auténticos luchadores por los derechos y la vida de personas con síndrome de Down.
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