Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos.
Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos.

Le debemos al Gobierno de Pedro Sánchez, sostenido sobre la coalición del PSOE con Podemos, el privilegio de experimentar cómo se vive bajo una dictadura. Tenemos las libertades más básicas cercenadas, y nos encaminamos a un desastre económico propio de los regímenes socialistas más avanzados, pues es ley inexorable que si el socialismo avanza, la sociedad retrocede. 

Eso sí, cosa es que le debamos al Gobierno palpar con nuestras manos el régimen que quiere Pablo Iglesias para nosotros, y otra que se lo tengamos que agradecer. Y aún otra cuestión es hasta qué punto tener a la sociedad en arresto domiciliario es necesario o conveniente. Pero es lo que nos impone el Gobierno. Nos lo impone con el instrumento de un Estado de alarma, que no ampara este ataque a nuestras libertades. Pero no es la letra de la ley lo que aquí cuenta, sino el espíritu que le imprime el Gobierno.

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Pablo Casado, líder del Partido Popular, ha hecho algo muy parecido: su espíritu es más potente que sus decisiones: ofreció desde la tribuna del Congreso un discurso que justificaba un “no” rotundo a ampliar el estado de alarma, pero se quedó en una agnóstica abstención. Por el contrario, Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos, ha revalidado su apoyo a la decisión del Gobierno de mantener el Estado de Alarma. 

¿Por qué lo hace? ¿Qué sentido tiene este arrimamiento de Ciudadanos al PSOE? Albert Rivera quiso sacar la bisagra del quicio, para convertir a Cs en una alternativa. Y, como él fue siempre un chico del PP y el partido, ay, de Aznar, estaba en su peor momento, quiso sustituir a Casado. Y lo hizo a costa de devolverle a Pedro Sánchez esa estúpida tautología del “no es no”. En su momento no me creí que Ciudadanos pudiese adherirse al criterio de Juan Carlos Girauta de entonces, que era una negativa categórica al líder del PSOE. Reconozco ahora que quien estaba equivocado era yo. 

Pero reconozco a su vez que nunca asumí que el argumento para no pactar con Sánchez fuera que él prefería a los revolucionarios y secesionistas. Los prefería. Por eso debió mostrar su disposición a pactar con Pedro Sánchez, en unas condiciones que fueran asumibles para los votantes de Ciudadanos… y para los del PSOE.

Sánchez tendría la disyuntiva de dejar de lado a sus socios favoritos, o evidenciar ante una parte de sus votantes que él prefiere a las fuerzas que conspiran contra nuestra democracia a las que intentan defenderla. Y ese debió haber sido el inicio del camino de Ciudadanos a ser lo que nunca fué el PSOE: un partido constitucionalista y democrático de izquierdas. O, si lo prefieren, de centro izquierda. Dispuesto a reformar España, y a llegar a acuerdos con todos los que tengan como misión defender a España y a los españoles.

Albert Rivera fracasó, y se fue. Inés Arrimadas ha dado un paso que podría ser el primero que conduzca a Ciudadanos a su único papel político con futuro: apadrinar al voto de centro izquierda que ama a España, y que quiere que progrese. Si este movimiento tiene intereses más inmediatos, la formación naranja quedará para los libros de historia. 

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