Imagen referencial /Pixabay
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Pues aquí estoy de nuevo enfrentada a la ingente tarea de ordenar algunas ideas y ser capaz de exponerlas. 

Asistimos en España a una avanzada fase del proceso de deconstrucción institucional, política, social, antropológica y moral que primero nos hizo creer que hundía sus raíces en el nihilismo (nada importa) y en el relativismo (no hay verdades absolutas) cuando en realidad está sólidamente anclada en el marxismo cultural o, como explica el politólogo y escritor Agustín Laje, en la nueva izquierda.

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“Ahora” -explica Laje- “los antagonismos se construyen a partir de la misma lógica opresor/oprimido sólo que a partir de identidades no-económicas (hombre/mujer, heterosexual/homosexual, blanco/negro, humano/animal, indígena/colonizador europeo, etc.). La lucha política se traduce en la progresión (progresismo) de discursos culturales conflictivos que avanzan de manera milimétrica, en el horizonte del largo plazo. La guerra de guerrillas, el terrorismo urbano, la revolución armada, ya no tienen por lo tanto sentido: la metodología ahora es muy distinta, y consiste en hegemonizar los dispositivos culturales de una sociedad (medios de masas, colegios, universidades, ONG’s, bibliotecas, think tanks, etc.) para desde allí tomar por asalto la cultura y, con ella, el poder”. 

No se preocupen, no voy a entrar en disquisiciones filosóficas. Sólo quiero recordar que Irene Montero, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y su tropa incontable de vicepresidentes y ministros responden al prototipo de agente más o menos cualificado de la nueva izquierda. Y no están haciendo nada diferente a lo que empezaron Felipe González y Alfonso Guerra en la década de 1980 («A España no la va a reconocer ni la madre que la parió»), prosiguió Rodríguez Zapatero y ahora, en versión 2020, ejecuta Sánchez con su tropa. 

Hace sólo unas semanas mi maestro y amigo Jaime Urcelay, buen conocedor de la batalla cultural que se está librando en España, recordaba esta confesión de ZP en 2007: “Si hay algo que caracteriza a esta etapa de gobierno es que hay un proyecto. Precisamente porque hay un proyecto hay una resistencia tan inútil como activa de la derecha más dura, porque saben que hay un proyecto. Se han dado cuenta que hay un proyecto de alcance en valores culturales, y por tanto ideológicos, que puede definir la identidad social, histórica, de la España moderna por mucho tiempo”.

Es fácil echarle la culpa al Partido Popular, que teme más a Vox que a la izquierda. Pero no olvidemos que los partidos surgen de la sociedad

Pues en esas estamos. El asalto al Poder Judicial, la enésima reforma del aborto para seguir acabando con los bebés en el vientre de su madre, el menosprecio a la monarquía, la complicidad con los terroristas de Bildu, la eutanasia que nos va a acelerar la muerte, el recorte de libertades ciudadanas… Y suma y sigue.

“Hay que ver que mal estamos, me dice mi vecina en el portal”, sabedora de que formo parte de HazteOir.org. Ciertamente, el desarrollo del proyecto de deconstrucción de España está acelerado. Y eso nos preocupa a todos los españoles de bien, entre los que me encuentro.

Mi reflexión no pretende repetirles lo que me dice mi vecina cada vez que me la encuentro. Más bien la pregunta es ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Porque es evidente que la izquierda tiene un proyecto de sociedad y de estado y la derecha ni lo tiene ni lo quiere. 

Servidora asistió hace ya varias décadas, en tiempos universitarios, a la conferencia que impartió el entonces líder emergente del Partido Popular, Rodrigo Rato, en el salón de actos del centro universitario ICADE (Universidad Pontifica de Comillas) de Madrid. No había llegado Aznar al poder todavía pero se vislumbraba el fin del felipismo. Y Rato dijo (no es textual, pero sí la idea con la que me quedé) que ellos “no eran como la izquierda”, donde “todos leían los mismos libros, oían la misma música y compraban los mismos periódicos”.

Y es que es así: la derecha sociológica y política española no ha sido consciente de que hay una batalla cultural. O si lo ha sido, ha preferido defender sus intereses (colegios, universidades, prebendas, cargos…) a dar la batalla de las ideas.

De ahí que a la ofensiva ideológica respondan con moderación y gestión económica. Naturalmente, es fácil echarle la culpa al Partido Popular, que teme más a Vox que a la izquierda. Pero no olvidemos que los partidos surgen de la sociedad. Sería bueno repasar qué ha hecho la sociedad civil (católica o no católica) en las últimas cuatro décadas para determinar si ha habido omisión, complicidad o responsabilidad directa. 

Si quieren reflexionar conmigo les recomiendo tres textos. El primero, mencionado anteriormente, es ‘La ineptitud del PP para la batalla cultural’, de Jaime Urcelay. El segundo, que no ha perdido actualidad y que fue clarividente en su tiempo (escrito en 1990), es la instrucción pastoral ‘La verdad os hará libres’ de la Conferencia Episcopal Española y que gracias al blog que enlazo podemos consultar. Presidía a los obispos españoles el cardenal arzobispo de Madrid, un santo y sabio y prudente varón llamado Ángel Suquía Goicoechea. Gobernaba en España Felipe González Márquez, al frente del PSOE.

Y por último, hace unas semanas hacía referencia a una carta pastoral del obispo de Alcalá de Henares que les vuelvo a recomendar encarecidamente y que lleva por título ‘Para gestar nuevos cristianos’.  Sin duda, es el documento de análisis antropológico, moral sociológico y eclesial más relevante escrito en España en la última década. No le pido que se lo lean sino que lo descarguen, impriman y subrayen.

Les comparto sólo estos dos párrafos, para abrirles boca:

“El catolicismo integral abarca todos los campos, también el social y político. Cuando evangelizamos necesitamos esta mirada católica que se hace cargo de todo el hombre y de todos los hombres. Desde siempre la Iglesia se ha ocupado de los pobres y necesitados, creando instituciones: hospitales, centros de acogida, Cáritas, etc. A su vez ha creado escuelas, universidades, espacios de belleza, cultura, etc. Nada nos es ajeno y si queremos ganar la batalla cultural y social debemos prepararnos bien y estar presentes en todos los ámbitos. En la batalla de Lepanto la armada de la Santa Liga tenía menos galeras que los otomanos. También David se presentó ante Goliat con menos fuerzas aparentemente. Pero invocó a Yahvé y utilizó la estrategia adecuada. Como entonces, tras haber pasado la noche bregando sin conseguir nada: “En tu nombre, Señor, echaré las redes” (Lc 5, 5)”.

Y ahora, cada uno que haga memoria y reflexione sobre si hay o no una batalla y, en caso de haberla, si se ha revestido con la armadura y ha plantado cara al mal. O no. 

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